Es una triste gracia que tengan que venir factores exógenos a nosotros, catástrofes en este caso, para darnos cuenta de lo realmente importante y, sobre todo, para valorar aquello que, cotidianamente, dejamos a un lado o infravaloramos.
Si, señores, hablo de nuestro sector primario, del campo. Si hace unos días, mano a mano, un servidor junto a Sertorio publicábamos un manifiesto en su defensa, tales líneas cobraron si cabe más fuerza aún al vivir encerrados en nuestras casas debido a la tan conocida pandemia del coronavirus.
No hemos de olvidar que, hace meses, cuando los agricultores y ganaderos se manifestaban en las distintas capitales autonómicas reivindicando un precio justo para sus productos, al común de los mortales (entiéndase, a urbanitas neoburgueses de tres al cuarto) todo ello les importaba entre cero y nada.
Eran éstas unas manifestaciones a las que acudían previo avío de sus respectivas explotaciones agropecuarias porque, para quien no lo sepa, el campo no entiende de ideologías, manifestaciones, festivos ni fiestas de guardar. El campo es campo siete días a la semana, trescientos sesenta y cinco días al año. Por lo tanto, derecho a manifestarse, todo el del mundo, pero sin olvidar su medio y modo de vida. ¡Y sin poner en peligro a nadie!
Así, mientras el sector primario supo cuándo y cómo levantarse contra el gobiernucho de turno, no pasó lo mismo con los neoburgueses de izquierdas que alentaron y acudieron en masa a la manifestación del 8 de marzo.
Curioso, cuanto menos, que lo que más falta hace a este país —el sentido común— lo ponga un sector que, en su mayor parte, carece de estudios superiores, mientras que la intelectualidad progre se ha convertido en la mecha que hizo estallar la pandemia por la capital y, por ende, en el resto del territorio patrio.
¿Para qué preocuparse por un sector que lleva décadas castigado y que vive, en parte, gracias a la ayuda de la Unión Europea? Esa misma Unión que, por aquel entonces, proponía recortes drásticos para las ayudas al sector primario.
¿Qué pasaría ahora sin la gente del campo? ¿Sin agricultores y ganaderos que, día sí, día también, acuden a sus explotaciones a sacar adelante fruta, hortalizas o productos cárnicos? ¿Se les pasa por la cabeza semejante idea?
Una cosa está clara: el Covid19 se llevará por delante a miles de españoles, pero la falta de alimentos nos mataría a todos. Reflexionen.
Comentarios