Crisis en las lenguas del mundo

La humanidad internacionaliza los modos de vida, y con el mismo empeño busca el entendimiento.

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Si en épocas en que las naciones vivían aisladas y los pueblos diseminados la babelización fue la evolución natural, ahora el castigo bíblico tiende a extinguirse porque la gente elige, sin que nadie lo imponga, el camino más recto para entenderse, el ambilingüismo o uso cotidiano de dos lenguas.

La humanidad internacionaliza los modos de vida, y con el mismo empeño busca el entendimiento. La evolución actual avanza hacia el conocimiento y uso cotidiano o muy frecuente de dos lenguas, la materna y otra de apoyo o complementaria que sirve para cubrir otras necesidades de comunicación.

La mayoría de las lenguas del mundo, o al menos más de la mitad, se encuentran amenazadas, en situaciones de riesgo o al borde de la extinción. Las lenguas que podemos considerar seguras son apenas el 10%, y no son precisamente las de más hablantes. El apoyo oficial de un gobierno o estado no garantiza la supervivencia, como lo muestra la decadencia del irlandés (276.000), y del navajo (unos 100.000), siendo cada vez menos los hablantes transmitidos entre generaciones.

Por otra parte, idiomas que parecen acomodados por sus cientos de millones de usuarios, como el árabe o el hindi, viven sujetos a todo tipo de variaciones regionales o sociales. Lo que les ha tocado en estos tiempos es la dialectalización, que viene de lejos. Esas dificultades de entendimiento entre hablas se suplen con una forma estándar, el árabe fushá, que sólo es eficaz en la escritura, algo así como un remedio improvisado para mantener la unidad que sirve para todos, pero que no todos conocen. En el caso del hindi el camino podría haber sido el mismo, pero sus hablantes han preferido, sin que nadie se rasgue las vestiduras, añadir una lengua extranjera, el inglés, que garantiza el entendimiento entre ellos y el de ellos con sus compatriotas que hablan otras lenguas también oficiales en el país.

La anglofonía

El inglés es el idioma que más contribuye al entendimiento internacional. Esta cooperación no se realiza, como tantas veces sucedió en la historia, mediante el abandono de la lengua materna y la aceptación de la lengua útil: la novedad es que el inglés se añade como lengua propia y necesaria en el día a día. Crecen así, con celeridad, los hablantes ambilingües que usan, según los ambientes, su lengua y la de apoyo.

Los hablantes que tienen al inglés como pareja ambilingüe han aumentado tanto en los últimos años que, según el British Council, podrían ser unos dos mil millones, es decir, la cuarta parte de la humanidad. Es imposible determinar el grado de destreza de esos usuarios, y mucho menos valorar el nivel de necesidad, pero sí podemos confirmar que lo aprendido no ha sido impuesto, sino que ha sido el resultado de la necesidad. Lo que queda claro es que cada día parece más evidente que por una u otra razón el inglés se hace imprescindible, es la lengua que con más frecuencia se empareja con otra a modo de ayuda para la comunicación.

En Europa encontramos ambilingües anglófonos en las lenguas nórdicas y en menor medida en las centroeuropeas. También es complementaria en África, en especial al este y al sur. Naciones como la India, Bangladesh, Malasia o Israel no tienen inconveniente en extender en sus territorios el inglés, enseñarlo en las escuelas, utilizarlo en la administración, en las publicaciones, en la justicia y en la información en general. Son conscientes de su utilidad frente a la fragmentación dialectal del hindi o la inconsistencia cultural y científica de lenguas como el bengalí o el urdu.

Otras lenguas del ambilingüismo

Unas cuantas lenguas más, no muchas más, sirven de complemento ambilingüe por su condición de universales.

La segunda, a gran distancia de la primera, no es el chino mandarín, que no rebasa sus fronteras; ni el hindi, más dependiente que capaz de servir como lengua de ayuda; ni el francés ni el ruso, que pierden relevancia internacional, sino el español que es la segunda lengua del mundo en hablantes nativos, en artículos científicos, en Internet, en redes sociales como Facebook o Twitter, y en presencia internacional de su música. También es lengua del tándem ambilingüe de los hablantes de catalán, vascuence, gallego, náhuatl, quechua, guaraní y muchas más lenguas precolombinas.

El francés sirve de complemento cultural para el bretón, el alsaciano, el occitano, y también para el catalán y el vasco, y en África para el árabe del Magreb (marroquí, tunecino y argelino) y otras muchas lenguas de África occidental.

El italiano es complemento para el napolitano, siciliano y una docena más de lenguas de Italia.

El portugués es la lengua culta en Brasil para los que tienen una lengua nativa precolombina, y también para angolanos y mozambiqueños, y algunos enclaves más del cono sur.

El ruso para el tártaro, el checheno, el yacuto y otros muchos, y fuera de Rusia el ucraniano, el bielorruso, el uzbeco y lenguas de otros países que pertenecieron a la Unión Soviética. Prefieren los hablantes ahora darle paso al inglés.

Y podríamos añadir algunas más, pero con mucha menos dimensión internacional que las citadas, entre ellas el chino mandarín, el indonesio o el turco.

La mayoría de las lenguas del mundo o bien carecen de hablantes monolingües o si los tienen viven éstos situaciones de desigualdad, analfabetismo, inclutura o aislamiento. Añadiré la condición intuitiva de esta afirmación a falta de estudios que lo certifiquen. Hasta épocas recientes, un par de generaciones atrás, lenguas como el vasco, el catalán, el siciliano o el bretón contaban con hablantes monolingües, pero, integrados en las ventajas del ambilingüismo, han dejado de tenerlos. La protección institucional garantiza la continuidad, si bien la transmisión familiar podría estar en retroceso.

Mejor contar hablantes ambilingües

Deberían las estadísticas lingüísticas reinventarse, contar en función del patrimonio ambilingüe de sus hablantes. De esta manera diríamos, expresado de manera categórica, que los hablantes de sueco no existen, pues son, casi en su totalidad, ambilingües de sueco-e-inglés. Y las más de seis mil lenguas restantes corren la misma suerte, salvo algunas decenas que, a pesar de mantener el monolingüismo, cada vez buscan más el contacto con otra que gana espacios para abrir horizontes.

La integración de un individuo en el nuevo orden mundial depende del conocimiento de una de las lenguas principales y del automatismo de su aprendizaje porque las lenguas se instalan sin esfuerzo cuando se necesitan, y si no hacen falta no se aprenden, aunque se estudien.

 

 

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