El candidato de Vox en Valencia, Juanma Badenas, en un mitin electoral

La mojigatería sexual entra en campaña

«¡Follar!» «¡Ha dicho “follar”!» «¡Vade retro, Satanás!», han exclamado los ofuscados oponentes de Juanma Badenas, el candidato de Vox a la alcaldía de Valencia.

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¡Quién lo hubiera podido creer! ¡Quién se hubiera podido imaginar  dos cosas! La primera, que, a estas alturas de la película, la pudibundez pudiese regresar con tamaña fuerza a nuestros pagos (y no, no regresa desde el campo en el que estuvo haciendo estragos durante tanto tiempo: regresa desde el campo opuesto). Lo segundo que uno tampoco se habría podido imaginar es que lo publicado  por un periódico como EL MANIFIESTO  pudiese acabar impactando con tanta fuerza en la campaña electoral de unas elecciones: las próximas.

Viene lo anterior a cuento de lo sucedido en Valencia, donde los oponentes a Juanma Badenas, candidato de Vox a la alcaldía de la capital han lanzado toda una campaña en Redes Sociales para intentar denigrarlo a propósito de unas declaraciones que, hace dos años, efectuó en un almuerzo entre amigos y que, hasta ahora, sólo figuraban en este periódico, en el que también colabora el —así lo presentan— lujurioso, procaz candidato de Vox.

¿Cuáles fueron las obscenas palabras que sus adversarios le echan en cara? Helas aquí, en este video de YouTube que reproduce ABC :

«¿Por qué somos contraculturales? —se preguntaba Juanma Badenas—. No lo somos porque estemos en contra de la cultura, sino porque nos quieren imponer una cultura que no es la nuestra. Y nuestra cultura la queremos defender hasta el final, también comiendo, y bebiendo, y follando», concluyó.

«¡Follar!» «¡Ha dicho “follar”!» «¡Vade retro, Satanás!» «¡¿Cómo es posible?!», han exclamado sus ofuscados oponentes.

 

 

Pues sí, señores (o señoras, o señoris, o lo que sea), el erotismo —«follar», expresado en lenguaje coloquial— forma parte integrante de la cultura; es decir, de la manera de ser, vivir y sentir de un pueblo. Y no hay en ello nada de reprobable u ominoso. Al contrario, es cosa altamente gozosa y virtuosa, siempre que por «virtud» se entienda lo que «virtus» significaba en Roma: lo elevado, lo grande, lo poderoso.

Pero da igual. Por más que uno se lo explique, esta gente nunca lo entenderá. No lo entendían los compungidos mojigatos de antaño (pero éstos al menos ya han cerrado prácticamente el pico) y tampoco lo entienden los desvergonzados puritanos de hoy: feministas radicales, identitarios genéricos, elegetebeicuístas (en claro: LGTBIQ+), que amenazan dar al traste con todo nuestro mundo de dos formas que parecen diametralmente opuestas. Por un lado, lo hacen con la desvergüenza hortera de quienes no tienen empacho en desnudarse y hasta en fornicar públicamente (por ejemplo, en la gran mascarada anual del «Orgullo Gay»). Por otro lado, lo hacen con la hipocresía de quienes se escandalizan (o lo simulan) cuando oyen que alguien habla públicamente de follar.

Pero se escandalizan sobre todo si ese alguien es un destacado candidato de Vox. Se rasgan las vestiduras si, además, ese candidato (un contumaz combatiente de lo políticamente correcto, cuyo último libro se titula precisamente Contra la corrección política) pone en relación el placer erótico con las virtudes —con la fuerza y la grandeza, decía— propias de la cultura.

Porque es sobre todo la cultura —esa que el hombre blanco ha ido forjando a lo largo de siglos— lo que está marcado, para esta gente, con el sello mismo del diablo. Para esta gente: para ese estado de espíritu que considera, entre otras cosas, que se deberían prohibir obras como las de  un Homero o un Beethoven. ¡Sí, sí, han leído bien! Deberían prohibirse las mayores obras de nuestra civilización porque —así lo pretenden— son tan nocivas como el conjunto de una «elitista cultura clásica, que refuerza el poder de los hombres blancos y reprime las voces de las mujeres, los negros y la comunidad LGTBIQ+», puede leerse, por ejemplo, en Vox.com, un digital estadounidense que nada tiene que ver (salvo el nombre) con quienes en España pretenden exactamente todo lo contrario.

Y para defender, frente a tanta aberración y tanto desvarío, la cultura y la civilización, la verdad y la belleza —tanto las del espíritu como las de la carne—, es por lo que gente como Juanma Badenas han saltado a la palestra.

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