En estos días de obligado confinamiento uno debe dedicarse a la introspección, porque en el momento que queramos saber qué pasa ahí fuera a través de los medios más mediatizados de la historia, entonces sí que es el acabose. O la ruina. O ambas cosas.
Lo que está claro es que vivimos una pandemia que, lejos de reducirse, se multiplica día tras día. ¿Se podía haber evitado? Por supuesto, y tan fácilmente: haciendo propio aquel viejo refrán de “Cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”.
Más cornás da el hambre, decían los toreros antiguos. O eres más listo que el hambre, se decía antaño. Hoy día, los únicos que reciben cornás somos los ciudadanos de a pie, porque los políticos, como siempre desde la barrera, ven el peligro de lejos y con el estómago lleno. Gracias a semejantes personajes, estamos como estamos.
¿Cómo denominar a tales especímenes? Me voy a tomar la licencia de llamarlos como lo que son: ninistros. Masculino, plural, genérico. Ellos y, sobre todo, ellas. Aquellas ninistras que ni se las ve ni se las espera, pero que el día 8 de marzo acudieron en masa a la manifestación por el día de la mujer. Aquel mismo día podíamos leer pancartas tales como “el machismo mata más que el coronavirus”. ¿Perdonad? ¿Cuántos crímenes machistas se han cometido el último año? ¿Cuántas muertes lleva el dichoso virus en apenas unos meses? Aunque ni sepan ni quieran saber, creo que la respuesta es sencilla. En 2019 fueron 55 las víctimas de violencia machista, según medios sensacionalistas. En pocos meses vamos peligrosamente acercándonos, en el momento de escribir este artículo, a 8.000 fallecidos por el covid19. ¿Por qué no se quedaron en casa? Porque les importa más la ideología de género que la salud pública.
Aunque no es de extrañar cuando la arenga proviene de un Ministerio como el de Igualdad, donde el 79% de los altos cargos son mujeres y sólo un 21% hombres. ¿Dónde está la paridad?
Por tanto, cuando las aguas vuelvan a su cauce, que volverán, lo que no sabemos es cuándo, acordémonos de toda esta panda de incompetentes inútiles que a día de hoy no saben como gestionar la pandemia, como inútilas que el día 8 de marzo se echaron a la calle para gritar, besarse, abrazarse y, en definitiva, ser un foco bestial de infección. Escupir improperios que, a fin de cuentas, es lo único que saben hacer, solo que esta vez sus insultos llevaban un inquilino no deseado: el covid19.
Y no nos olvidemos de las “cabezas” de Vox que decidieron reunirse en Vistalegre ese fin de semana ante la que se avecinaba…
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