En los días previos a las elecciones vascas, la esfera pepera, apoyada en la ciencia de Michavila, daba por acabado a VOX. Desaparecería de las instituciones vascas y eso sería el principio de su final.
La cosa era hasta divertida porque, por fin, se hablaba del escaño. VOX iba a perder un escaño, su escaño, el escaño; el de Amaia Martínez, del que no se había hablado nunca desde 2020. Ahora hasta sacaban su foto.
La realidad es que VOX se mantuvo e incluso subió un poco. VOX gana votos como se ganan los lectores de verdad, por un proceso lentísimo; o como se hacen clientes, puerta a puerta, día a día… Se producen ahí milagros de floración. El símbolo es el solitario de Lizarza, donde entre votantes de Bildu y PNV apareció un voto: el voto a VOX.
Ese votante, último de Filipinas, ¿de qué hablará y con quién? ¿Se expresará políticamente? No podemos pensar que encuentre consuelo en los medios «de Madrid», porque el propósito ya confesado del PP, que los controla, es que VOX desaparezca. ¿Cómo se informará? ¿Qué confortará su espíritu?
Los resultados en el País Vasco y muy particularmente en la provincia de Guipúzcoa son el mayor problema de España y no tienen solución que no pase por un cambio de régimen. Un medio madrileño escribía: «Que tres cuartas partes del Parlamento vasco sean soberanistas es la constatación de un fracaso de los partidos de Estado». Casi. Al revés: del Estado de partidos. Aunque lo suyo no es en realidad un fracaso, porque el objetivo nunca fue la unión y prosperidad de España.
La inercia del régimen actual sólo puede empeorar gravemente las cosas. El odio y (aun peor) la ignorancia de España se harán más fuertes, más oscuros, más enloquecedores. El País Vasco está perdido y con ello todo salvo que haya un cambio radical, y aun con ese cambio, la solución no la veremos nosotros.
El enemigo no es Bildu, ni es Sánchez. El enemigo es quien pone los obstáculos para la toma de conciencia nacional. El mayor e inmediato enemigo es el PP, por resumir en sus siglas el entramado de fondo. No hay otra forma de salir de esta situación que resistir a sus campañas de derribo y derrotarlo políticamente como primer paso para intentar un cambio en el régimen.
Me doy cuenta del candor de mis palabras, pero no encuentro otra solución. Ni encuentro otra cosa que decir. España está en una situación terminal y quienes así lo vemos somos tomados por extremistas. Te miran mal al decirlo, o peor, no dan la oportunidad de decirlo; te hacen sentir un hombre extraño, radical, ridículo. Alguien preocupado de cosas inapropiadas que no le incumben. Anticuado de un modo absoluto.
Pero hoy he encontrado fuerzas para expresarme en el solitario de Lizarza. Él es quien me apoya a mí. Puede que su voto fuera un voto por error, que se equivocara, pero ¿y si no? ¿Y si hay un hombre solo, o una mujer, llevando a España en su corazón?
Fuente: La Gaceta