El monosabio

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A propósito del puyazo del señor Pablo Casado a las palabras del señor Abascal el pasado jueves. En las mismas, dijo lo siguiente: “Quería cortar las dos orejas del PP y ha acabado como monosabio de Iglesias”.

Por todos es sabido que el lenguaje taurino forma parte de la cotidianeidad del castellano, pero usándolo como merece, por derecho.

En primer lugar, cualquier torero o político valiente que se preste y salga a un ruedo, o circo, en el caso del Congreso, a exponerse no sólo al burel sino, además, a la inmensa mayoría del negado público, lo hace con el firme propósito del triunfo. Siempre. Y muchas veces, por lo adverso de la suerte, se va sin cortar apéndice alguno. No obstante, en la retina del espectador quedan sus pases, su temple, su genio, su tauromaquia, y eso, queridos amigos, es eterno. Recuerden que solo con ver hacer el paseíllo a Curro Romero, estaban amortizadas las entradas. ¡Qué más dan esas dos orejas, señor Casado, nos quedamos con las ganas, con el orgullo, con la vergüenza torera del señor Abascal! Mientras ustedes solo piensan en el pecunio, la paga, la guita o el parné que pueda colocar a sus cada vez más amiguetes en el gran chiringuito progre en que han convertido nuestro país y al que, dócilmente, se han unido ustedes, unos pocos, dando el do de pecho, se esfuerzan por darle la vuelta y devolver a millones de españoles la ilusión.

Bien como primer espada, bien como monosabio. Ahora bien, no como el ayuda de Pablenin. Ya le gustaría al marqués de Galapagar contar con un monosabio valiente que le arengara mientras se enfrenta a sus enemigos que, a día de hoy, son todos aquellos que le llevan la contraria en palabra, obra u omisión. ¿No será, más bien, el señor Iglesias el monosabio mayor de Podemos que, varita en mano, azota en las grupas e ijares a sus mujeres para que obedezcan sus dictámenes y vomiten sus ideas?

Sí se ha erigido Santiago Abascal en monosabio de nuestra patria, de España, pues es el único que, desprotegido y a corazón abierto, anima y empuja a este país que cada día que pasa pierde terreno en favor del cornúpeta progresista.

No lo dejemos solo, compatriotas. Echemos un capote a aquellos que quieren lo mejor para sus ciudadanos, cojamos al toro por los cuernos. Templemos la embestida de aquellos antes considerados amigos, convertidos ahora en toros de sentido. Sobre todo, nunca nos salgamos de cacho, que así, y solo así, saldremos victoriosos. No olvidemos que, hasta el rabo, todo es toro.

 

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