El "buenismo" se ceba cruelmente contra los padres. Y contra los hijos. Contra todos, en realidad
El "buenismo", una de las expresiones de la dictadura de lo políticamente correcto, ha subido un peldaño más en su persecución contra las gentes decentes. Que sepamos (y si nos equivocamos, que nuestros amables lectores nos corrijan), es la primera vez que en España se inflige una pena de cárcel a un progenitor por corregir a su hijo con un sopapo ocasional. Y por si los 45 días de prisión no fueran suficientes, a ello se le añade algo aún más grave: la madre no podrá acercarse a su hijo durante un año.
La mala ley es una famosa obra de teatro de Manuel Linares Rivas que me viene a la memoria tras leer la noticia de que un Juez del juzgado nº 3 de lo Penal de Jaén ha condenado a una madre a 45 días de prisión y a no poder acercarse a su hijo durante más de un año.
No dudo, ni por un momento, que el Juez ha dictado sentencia de acuerdo con la legislación vigente, por lo que ésta es totalmente legal, pero ¿es además justa?
La pedagogía nos dice que los padres son los educadores de sus hijos y los maestros meros colaboradores de estos en dicha educación. Otra cosa es la instrucción, que sí es responsabilidad principal de la Escuela.
Estoy totalmente en contra del maltrato no solamente a los niños, sino a cualquier persona y cuanto más débil es la persona, más en contra estoy de que se le maltrate. Pero una cosa es maltratar y otra muy distinta dar un cachete a un niño para corregirlo. La naturaleza humana tiende a satisfacer todos sus deseos, sobre todo por parte de los niños, que no tienen todavía la capacidad de discernimiento suficiente para saber hasta dónde se puede llegar. Lo normal es que a un niño le guste más estar jugando con sus amigos, viendo la televisión o jugando con el ordenador que hacer las tareas que le han señalado en el colegio. Y es que, en contra de lo que muchos piensan, para aprender algo no queda más remedio que estudiar y a la Escuela se va, precisamente a eso, a adquirir los conocimientos necesarios para defenderse en la vida. Y de que eso se cumpla deberíamos ser todos responsables, ya que la educación cuesta mucho dinero a la sociedad, dinero que sale del bolsillo de todos los ciudadanos, tengan o no hijos en edad escolar, que con sus impuestos contribuyen a costear los gastos de profesores, centros, mantenimiento de éstos, etc. Es deber de los padres, por lo tanto, velar para que sus hijos aprovechen su paso por el colegio.
Esto es lo que pienso que pretendía esta madre que ha sido objeto de la sentencia en cuestión. Dale buena educación al niño de hoy y el viejo de mañana jamás la abandonará, se dice en el Libro de los Proverbios y también: Quien no corrige a su hijo, no lo quiere; el que lo ama, lo corrige. Esto es, precisamente, lo que hizo esta pobre mujer. Tuvo la mala suerte de que al estar cerca del lavabo, el niño se diera un golpe en la nariz y sangrara un poco, sin que necesitara ninguna asistencia médica, por lo que el bofetón no pasó, como mucho, de un simple cachete, uno de ésos que las personas de mi generación y de otras anteriores hemos recibido de nuestros padres y aquíestamos vivitos y coleando y con nuestros cuerpos íntegros. Y lo que es más importante, habiendo aprendido a saber qué es lo que está bien y lo que está mal para poder vivir en sociedad. Porque o ésta tiene unas normas o desaparece; y estas normas se empiezan a conocer y a respetar en la familia.
De mi padre aprendí que si un árbol, cuando es pequeño y su tronco débil y flexible, se tuerce, es fácil enderezarlo atando a ese tronco un palo recto que hace que el tronco se enderezca, mientras que si se le deja crecer torcido, así se quedará, porque cuando el tronco se haga más grueso y pierda la flexibilidad que tenía de joven el remedio del palo derecho ya no sirve para nada. Lo mismo ocurre con los niños: si no aprenden ciertas normas desde pequeños es muy difícil, por no decir imposible, que las aprendan de adultos. Este niño cometió dos acciones dignas de corrección: no hacer las tareas impuestas por el colegio y, lo que es más grave, tirarle a su madre una zapatilla (su huída es lo que hizo que estuviera cerca del lavabo). Esta mujer no tenía más remedio que corregir a su hijo y la mejor manera, en estos casos, ha sido siempre un cachete a tiempo. Locke señala la implicación y responsabilidad de los padres en la educación de los hijos, y en lo referente a la disciplina señala que el maestro debe recurrir a la autoridad de los padres; después, a la propia honestidad de los niños, y en último caso a intentar razonar con ellos. Pero no al revés, porque a ciertas edades los niños no tienen aún capacidad de distinguir lo que es una norma de lo que es un capricho, considerando esto último como lo más importante para él y, por lo tanto, despreciando la norma. Es verdad que este filósofo no aprobaba el uso de los castigos corporales en la escuela, pero un cachete dado por un padre no se puede considerar, mientras no pase de ahí, y de forma esporádica, un maltrato al niño.
¿Qué va a ser ahora de este niño? En esta sentencia aunque parezca que la primera castigada sea la madre, en realidad el que de verdad recibe el castigo es el niño, porque ¿quién se va a atrever de aquí en adelante a corregirle? El Juez, seguramente sin saberlo ni proponérselo, ha privado a este niño de recibir una buena educación. Y ojalá me equivoque.
A mi modo de ver el maestro debería, por lo demás, haber preguntado a la madre antes de denunciar el caso.
Pienso que habría que reflexionar sobre esta ley que ha hecho que el juez condene a esta madre por ejercer el derecho y el deber que tiene de educar a su hijo.