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Pues a mí me gusta Soraya Sáenz de Santamaría

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JOSEP CARLES LAÍNEZ
 
Me gustó mucho Soraya Sáenz de Santamaría en la entrevista que concedió a Antonio Jiménez, director del programa El Gato al Agua, en Intereconomía TV. La vi ilusionada en su papel de portavoz, con arrestos y experiencia, con soltura, y capaz de aguantar las embestidas que desde diversos medios –y escaños– le están propinando. Es una política tan digna como cualquier otro compañero suyo, posiblemente muy valiosa, y lo único triste es que le haya tocado un papel en primera línea cuando las usuales puñaladas por la espalda se han convertido en fuego a discreción. Sea como fuere, será una buena ministra si le llega el momento, que espero así sea.
 
No creo, por tanto, que Mariano Rajoy se haya equivocado con la elección de Sáenz de Santamaría. Veníamos de tener de portavoz a Eduardo Zaplana, cercano, simpático, con más temple que Manolete y más tablas que la Piquer, y se perfilaba como posible sustituto Esteban González Pons, también simpático, carismático, apreciado por los valencianos, y del cual se rumorea que lo han destinado a Madrid porque en Valencia empezaba a hacer sombra. Cualquiera de los dos hubiera cumplido su cometido perfectamente, y esto se le debería transmitir al votante anónimo del PP: confianza en los líderes del partido en el que, valga la redundancia, ha depositado su confianza. Si lo empezamos a marear en demasía, no sabrá al final dónde está la papeleta que ha de coger, ni para qué, a la postre, ha de cogerla.
 
Por ello son más de lamentar los ataques contra Soraya Sáenz de Santamaría por ser mujer, por ser joven (¿qué país es éste en el que a los 36 años se es joven y a los 50 se es viejo?), por estar o no estar casada, por ir o no ir a misa… Se pondrán como se pondrán, pero Soraya Sáenz de Santamaría transmite una imagen del PP muy diferente a la que le han intentado endosar los medios PSOE; a lo mejor es la imagen del futuro, si no en su persona, en quienes ahora son como ella: ¿nadie ha calculado qué referente puede ser para unas generaciones que, según las encuestas, se decantan cada vez más hacia la derecha?
 
Sáenz de Santamaría es natural, no es afectada (si habláramos de otros, madre mía, si habláramos…), tiene verbo ágil y es agradable en sus alocuciones. ¿Que no va a misa? Qué cortos son algunos columnistas si piensan que el PP va a ganar unas elecciones con los votos de las personas que llenan las iglesias; apañados estarían en la sede de Génova si sólo contaran con ellos. Bien se olvidan esos colaboradores de que entre los creadores de opinión cercanos al Partido Popular hay católicos, por supuesto, y muchos del Opus Dei, pero también ateos, agnósticos, neopaganos, judíos, ortodoxos, protestantes y mormones. ¿La mayoría cristianos? Sí, pero no del tiempo de Torquemada. No confundamos, pues, ni restrinjamos unas siglas políticas a una confesión religiosa.
 
Soraya Sáenz de Santamaría tiene a favor la lamentable situación en la que el PSOE dejó España, y cómo va a seguir haciéndola jirones (micronacionalismos, aborto, ¿eutanasia?, agua, crisis económica…); por ello le será de facilidad acertar con la palabra incómoda hacia el adversario. Pero la política es ella, no yo. Conocimiento tendrá para actuar como mejor crea en beneficio de la derecha española. Y por mucho que hablen, tal y como le dijo al periodista Antonio Jiménez en la entrevista citada, ella, impasible el ademán.
 
Señora Sáenz de Santamaría, buena suerte (pero de corazón).

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