Cartel promovido por el gobierno húngaro contra Soros y Juncker.

¿Cual es la verdadera Europa?

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En Europa tiene lugar un choque de ideas y conceptos diametralmente opuestos sobre la Europa deseable: por un lado, la visión de Viktor Orban, primer ministro de Hungría, basada en un concierto de naciones europeas que respetan la identidad histórica y cultural de cada nación europea; por otro lado, la versión mundialista del millonario especulador financiero George Soros, que busca disolver la identidad nacional cultural y étnica en un calderón pan-euro-africano parecido al nuevo pueblo europeo pronosticado por Kalergi.

La opción de Soros es definitivamente la preferida por la burocracia que, instalada en Bruselas, habla en nombre de Europa. Es notable que la visión europea de Orban sea popular en la parte de Europa que estuvo sometida a la influencia de la Unión Soviética por decisión aprobada por Churchill y Roosevelt en Yalta. Es notable ver cómo el sentido de la identidad histórica y cultural europea se mantuvo y cultivó en esos países bajo influencia soviética. Pero si bien se piensa tampoco es del todo extraño, porque en aquella época lo soviético era casi sinónimo de lo ruso. Y Rusia ha sido siempre parte de la historia europea a la que ha dado enormes aportes culturales, tanto en las ciencias como en las artes. Por ello es imposible pensar en la historia cultural y política de Europa sin incluir a Rusia.

Una prueba de cómo se cultivaron la cultura y las artes europeas en lo que entonces se llamaba la órbita soviética o rusa, es cómo, una vez desmantelada la Unión Soviética y abiertas las fronteras, el mundo artístico de Europa Occidental fue invadido por una legión de artistas: músicos, cantantes y bailarines provenientes de la parte de Europa que estuvo bajo influencia rusa.

Esa conciencia de una identidad histórica y cultural europea que encarna Victor Orban se manifiesta en el rechazo a la invasión de las olas de inmigrantes mayoritariamente musulmanes, rechazo en el que coinciden los países del grupo de Visegrado (Chequia, Hungría, Polonia y Eslovaquia). Esa invasión es consecuencia directa, por otra parte, de las acciones militares de Estados Unidos en el Cercano Oriente (Afganistán, Iraq, Siria) y en África (Libia)…, ¡vaya coincidencia! La política emprendida por las autoridades de Bruselas y el binomio Merkel-Macron tiende a borrar de Europa a los europeos como pueblo étnico y cultural. Semejante especie de genocidio ha producido reacciones políticas en defensa de la identidad europea que encarna Viktor Orban en Hungría y se ha extendido en la Europa Occidental: en Francia, Italia, Alemania y ahora también España. A esos movimientos, Bruselas y Washington los denominan de un modo genérico: populismos nacionalistas y los acusan de ser extremistas peligrosos para la democracia, como si la defensa de la identidad nacional no fuese, precisamente, un legítimo ejercicio de la democracia.  

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