¿Qué está pasando aquí? ¿Es pura comedia? ¿Es añagaza con vistas a Dios sabe qué? ¿Es (aunque sea en parte) algo parecido a una pequeña conversión? Hace unas semanas, George Soros desmantelaba en Europa su Open Society’. Ahora, tres máximos exponentes del globalismo y, por ende, de la invasión migratoria, toman sus distancias, en Francia, respecto a dicha invasión. Se trata nada menos que de los muy ilustres caballeros que tienen por nombre Macron, Kouchner y Attali.
«Con quinientos partimos, mas con raudo refuerzo / con tres mil nos hallamos cuando a puerto arribamos». Las famosas palabras de El Cid, de Corneille, ¿serán pronto utilizadas por los críticos de la loca inmigración en Francia? La marea del discurso dominante sobre la inmigración está empezando a cambiar. Los halagüeños sondeos de opinión que acompañan a la Agrupación Nacional (RN) de Marine Le Pen están atrayendo a las grandes conciencias que, en el pasado, no han tenido palabras suficientemente duras que decir sobre los franceses apegados a su identidad. Así que es bastante agradable ver que tres de los más famosos conferenciantes de ayer —Macron, Kouchner y Attali— están cambiando de tono. Quizá, dentro de cien años, los historiadores llamen a tal logro "el milagro de Lampedusa".
La miseria del mundo
En su discurso del pasado domingo por la noche, el presidente de la República se refirió a los 2.000 millones de euros anuales necesarios para alojamientos de emergencia, condicionó la ayuda de Francia a los países del África subsahariana a una política de inmigración "responsable" y afirmó que tenía la intención de centrarse en los llamados países de "tránsito", atacando las redes de inmigrantes. Todo ello, rematado con la famosa frase realista del exprimer ministro Michel Rocard: "Francia no puede acoger toda la miseria del mundo". Una observación que hasta ahora sólo Reconquête (el partido de Zemmour) y RN se han atrevido a hacer. Por cierto, Zemmour ha citado a menudo las palabras de Rocard, para asombro de los representantes de lo políticamente correcto. Como habrán notado los franceses, las acciones de Macron no están totalmente en consonancia con sus flamantes palabras, pero merece la pena observar la evolución del discurso. Eso, en sí mismo, es una forma de milagro, pero no es seguro que pueda atribuirse a la reciente visita papal a Marsella.
Otra conversión repentina fue la de Bernard Kouchner, a quien no se esperaba en este papel. Hablando con Frédéric Haziza en Radio J, el exministro se desgarró la coraza: "Es fácil para el papa [hablar de] deber moral", dijo el humanitario, famoso por sus sacos de arroz. "Tenemos que encontrar una solución europea. Europa no existirá si se produce un problema de inmigración masiva, y lo habrá”. ¡Bien visto, amigo ciego”, que diría aquél. ¡Como si semejante problema, señor ministro, no se produjera ya desde hace años! Hay que notar, sin embargo, el progreso, como dicen los profesores, de este médico francés, que ahora tiene 83 años y que comenzó su carrera en el activismo comunista y antifascista, habiéndola continuado bajo los suntuosos oropeles republicanos de los presidentes Mitterrand, Chirac y Sarkozy. A diferencia del valor, la lucidez a veces espera para llegar que pasen unos cuantos años...
Attali, ¿tocado por la gracia?
Pero la más espectacular de estas conversiones, digna de un san Pablo tocado por la gracia, es la del inimitable Jacques Attali. En su última entrada de blog, el antiguo asesor de Mitterrand (entre otros) hace un sorprendente alegato a favor (sí, a favor) de las fronteras. Se podrá alegar que está argumentando a favor de las fronteras exteriores de Europa y no de las fronteras nacionales, y será cierto. Pero aquí, de nuevo, hjay que captar el deslumbrante avance realizado por Attali. Attali comienza con esta observación absolutamente innegable para cualquiera que examine la historia de Europa y las ideas de su cofundador, el espantoso Jean Monnet (para ello es necesario leer el excelente libro de Philippe de Villiers, por supuesto, pero también el de Aquilino Morelle, antiguo plumilla de François Hollande que, en El opio de las élites, desacredita con arte y sin concesiones la estafa europea). La actual crisis migratoria y la tragedia de Lampedusa deberían recordar a todos los que han olvidado", predica Jacques Attali, "una de las principales y voluntarias lagunas del proyecto europeo: la obstinada negativa de los padres fundadores a definir las fronteras y a dotarse de los medios para hacerlas respetar". He ahí una buena admisión por parte de este globalista y europeísta desenfrenado. El resultado está ahí, dice Attali: la industria europea "está, más que nunca, amenazada de destrucción por parte de los inversores estadounidenses que vienen a comprar sus buques insignia, y por las empresas chinas que vienen a competir deslealmente con sus productos, sin aranceles". Con otras palabras, nuestra Europa, que durante décadas se ha presentado como la solución a todo, no es más que un blanco fácil, una despensa abierta a todos los habitantes del planeta que se tomen la molestia de venir.
"Sin ejército, sin fronteras"
Dios sabe que Attali no era un defensor de las fronteras, ni un firme partidario de nuestros políticos que, desgraciadamente, tenían razón antes que nadie en este tema: Jean-Marie Le Pen, Jean-Pierre Chevènement, Philippe Séguin, Philippe de Villiers, Arnaud Montebourg. Con Attali, el tema es tan confuso que siempre está en todo y al revés. Te dirá que defendió las fronteras exteriores para Europa... sin dejar nunca de apoyar a quienes estaban en contra: Mitterrand, Hollande, etc.