Los animalistas quisieran prohibir los Sanfermines

Asociaciones de animalistas ofrecen a la alcaldía de Pamplona casi 300.000 euros por acabar con los Sanfermines.

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Últimamente uno lee cada dislate que incluso le obliga a releer ciertos párrafos por lo inverosímil de la información. Hacen dudar al lector de la realidad del mundo en el que vive, cosa que es, cuanto menos, preocupante.

En una de esas lecturas, observaba yo que las asociaciones de animalistos, cual rebaño de borregos (por su cabeza dura), propone y ofrece al alcalde de Pamplona casi trescientos mil euros por cancelar definitivamente los Sanfermines. El pasado año ya ofrecieron doscientos cincuenta mil “si se comprometía a poner fin de forma permanente a los crueles encierros de toros”. La oferta no quedaba ahí: se responsabilizaban a ubicar a todos los toros en un santuario. ¿Por qué no mejor en el jardín de sus casas? Les conmino a que cedan, donen, regalen ese espacio de burgués enriquecido e insatisfecho en pro del beneficio de toros bravos. Conviertan sus espaciosos hábitats urbanos de amplias zonas verdes en la nueva arcadia y múdense todos a la dehesa, al mundo salvaje que tanto dicen defender, entender y respetar. Además, algunos contarían hasta con piscina, sustituta natural de la charca, donde el bravo cornúpeta pudiera resistir humanamente las altas temperaturas del estío. Sin olvidar la confortable cuadra, o establo en su defecto, perfectamente acondicionado, para las gélidas temperaturas invernales que, como sabemos, se avecinan morrocotudas debido al efecto del malvado general invierno, quiero decir, del cambio climático.

¿Algún iluso cree que Pamplona va a dejar de celebrar encierros?

¿Algún iluso cree que Pamplona va a dejar de celebrar encierros? ¿Que su regidor va a traicionar la voluntad, no solo de los pamploneses, sino de amantes de los encierros de todas las partes del mundo? Pensarán los animalistas que, si Judas Iscariote traicionó a Jesucristo por treinta monedas de plata, la capital navarra traicionaría una tradición milenaria por unos miles de euros donados por sus gerifaltes.

Porque, en efecto, los encierros del siete de julio forman parte de una tradición que nos retrotrae al siglo XIII, donde encontramos escritos fidedignos de que la fiesta de correr los toros se encontraba consolidada en todos los puntos de la península cristiana. Lo hallamos en las Partidas del Rey Sabio como fiesta plenamente afianzada, pues no olvidemos que el origen y génesis de la actual fiesta de toros bebe en la práctica de la que hablamos: el correr los toros, especialmente el denominado “toro nupcial”, del que ya hablaremos en un futuro no muy lejano.

Ahora bien, ¿quiénes son y de qué viven estos maestros de la zanganada? PETA, que bien podría referirse a Perroflautas, Excrecencias, Tontos y Antitaurinos, pero cuyas siglas dicen significar Personas por el Trato Ético de los Animales, representa la mayor unión de zafios del mundo que dice defender los derechos de cualquier bicho viviente. Pseudointelectuales de la izquierda con el único objetivo de, aprovechándose de la decadencia cultural de la nación española, subirse al barco del nuevo orden mundial. Un orden que odia la raza, el particularismo, la singularidad de los pueblos. Odian la Tauromaquia porque representa todo lo anterior. Odian a los toreros porque, en contraposición a la masa uniforme y mediocre de estos tipejos, representan virtudes como el valor supremo, el coraje, el control del miedo, el constante desafío a la muerte y la conjunción del arte con todo lo anterior.

Defendamos la única fuerza que impulsa a miles de españoles a tirar hacia adelante frente a las adversidades, a situarse ante el toro como ha sucedido en los siglos pasados y continuará haciéndose en un futuro cercano. Porque de seguir permitiendo a estos pazguatos el monopolio cultural, hasta las ratas de alcantarilla acabarán teniendo más derechos que la minoría que a ellos se enfrenta.

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