Amores (nada platónicos) entre filósofos

En medio de interesantes citas de la correspondencia entre Heideger y Hannah Arendt, amantes ambos, y gigantescos filósofos ambos —los mayores sin duda del siglo XX—, el escritor italiano Marcello Veneziani evoca hermosa y poéticamente semejante relación.

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El profesor Martin Heidegger, de 36 años, escribe a su alumna Hannah Arendt, de 20, para recordarle el aroma de un encuentro. Se dirige a ella como a una mujer invisible que en algún momento se dio a conocer.

Desde el día que me lo trajo todo —tú—... mientras tenías en el pelo un sueño florido —el oleaje y el contorno de las montañas en tu frente, y el temblor del frío vespertino en tu querida mano—. Y tu gran momento en que te conviertes en santa, en que te haces visible [...]. En tus grandes miradas, entre la felicidad y la despedida vespertina, en tu rostro de otro mundo.

Después, el amor intenso y prohibido entre encuentros, paisajes y pensamientos. Cuerpos y lecturas se alternan en sus encuentros. Un amor al límite de la distancia forzada entre los amantes realza la pasión de la proximidad; luego la prueba iniciática del desprendimiento, desde el punto de vista creativo es "la experiencia más grandiosa que conozco de todas las humanamente posibles", pero desde el punto de vista humano, observa Heidegger, "es como si te arrancaran el corazón del pecho mientras eres perfectamente consciente". Entonces se rompe el vínculo, "la doncella de lejos", "extraña de la distancia", "traviesa ninfa del bosque", vuelve a ser invisible. Se encuentran una vez en la estación, pero Martin, en compañía del futuro marido de Hannah, Gunther Stern (pero firmaba como Anders) ni siquiera la ve. Sin embargo, protesta Arendt en una carta desesperada, yo estaba allí delante de ti, podrías haberme visto, me miraste de pasada, sin reconocerme.

 Cuando era pequeña —le escribe Hannah—, una vez mi madre me asustó locamente con un juego así [...]. Aún recuerdo el miedo ciego que sentí mientras gritaba: pero si soy tu niña, de verdad soy Hannah. Hoy me he sentido así. Entonces el tren se alejó rápidamente. Y entonces ocurrió exactamente lo que había imaginado y deseado, vosotros dos muy por encima de mí y yo sola completamente indefensa. Como siempre, no podía hacer otra cosa que dejar que ocurriera, y esperar, esperar, esperar.

 Veinticinco años más tarde, "el abismo de la nostalgia" volvió a abrirse, como escribió el anciano profesor Heidegger en una carta a su colega Arendt, tras la tragedia de la guerra:

Todo tuvo que reposar durante un cuarto de siglo como un grano de trigo en el surco profundo de un campo, reposar en una maduración de lo absoluto; pues todo el dolor y las múltiples experiencias se han reunido en tu mirada, cuya luz se refleja en tu rostro y hace aparecer a la mujer. En la imagen de la diosa griega existe este misterio: en la doncella se oculta la mujer, en la mujer, la doncella [...]: esta ocultación en el adelgazamiento.

En el corazón de su aparición tras una larga ausencia, se oculta su invisibilidad, que remite a un tiempo mítico. El grano de trigo permaneció como promesa no expresada en el surco profundo del campo. La vida que pudo ser y no fue.

La Novia Invisible (Fazi, 2006)

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