Pese a las cuatro barras de su camiseta, no logró en veintiún años hablar una sola palabra de catalán

Fiebre y desencanto en el aprendizaje de lenguas

Compartir en:

Los esfuerzos por aprender lenguas extranjeras suelen convertirse en fracasos. ¿Por qué los británicos no saben idiomas? ¿Por qué tantas trabas para los españoles que quieren hablar inglés? ¿Por qué tantos abandonos en los proyectos de añadir una lengua a la propia? La respuesta no está en el viento, como dijo aquél. Es mucho más sencilla. Las lenguas no son, aunque pueda parecerlo, disciplinas académicas ni parcelas del saber, sino códigos necesarios de comunicación. Si hacen falta, se aprenden. Si no hacen falta, no se aprenden o se aprenden mal. Ni siquiera suele ser eficaz que se finja la necesidad para que parezca que se precisan.

De dos maneras se instalan los idiomas, como propios o como añadidos. Logran acomodarse como propios los que se heredan en la infancia o se hacen imprescindibles en la madurez. Tan propio, por tanto, es el vasco para quienes lo maman, como el español, que también reciben y que usan de manera alternativa porque es, desde hace siglos, la lengua más importante de los vascos. Ambas son propias por imprescindibles. Rechazar a una de ellas se parece mucho a inutilizarse un brazo y quedarse sólo con el otro.

Se acomodan como lenguas añadidas aquellas que se aprenden en mayor o menos grado mediante estudio específico. Son códigos sólo esporádicamente necesarios en la comunicación. A veces se usan con regular frecuencia, no mucha, a veces de vez en cuando. Por eso se cuentan por frustraciones los intentos de aprender inglés cuando no hace falta utilizarlo más allá de un esporádico viaje a Turquía o a Suecia. Los afortunados ingleses no lo aprenden nunca porque ya lo saben. Si tuvieran que estudiarlo se iban a enterar de lo que vale un peine. Tampoco aprenden otras lenguas. Son analfabetos en idiomas y nadie los critica por esa carencia en la formación.

Quienes necesitan el inglés para participar en una reunión internacional de vez en cuando o para hablar con el inspector que viene de visita dos veces al año a nuestra empresa, no lo pueden aprender. Pierde esta gente el tiempo. Si dan un paso adelante, rápidamente dan dos hacia atrás. Si no se mueve un motor, el engranaje se seca. Si no bulle una lengua, la habilidad se entumece. Para que se aclimaten y prevalezcan las lenguas hace falta que se instalen sin apenas esfuerzo, con la generosidad de situaciones amables que agradan por su eficacia, que su uso resuelva situaciones y que esos escenarios se mantengan.

Todo es facilidad cuando las lenguas arraigan en la infancia, y adversidad cuando deseamos aprenderlas con urgencia como si se tratara de álgebra o economía. En la vida diaria, e incluso en la excepcional, los españoles no necesitamos el inglés, ni el francés, ni ninguna otra lengua. El castellano cubre todo. Es verdad que no todas nuestras lenguas cubren toda la comunicación, como lo prueba el hecho de que quienes hablan catalán o vascuence saben necesariamente español. De la misma manera quienes hablan bretón o corso saben necesariamente francés.

El jugador de fútbol nacido en la localidad de Rosario, Lionel Andrés Messi Cuccittini, se trasladó a Barcelona con trece añitos para laborar en el club deportivo independentista que adora utilizar el catalán y meterlo por los ojos de tirios y troyanos. Ha convivido con esos dueños de dos lenguas, y con un montón de millones de euros, durante veintiún años, y no ha aprendido catalán. Ni siquiera una pizca. Si los hubiera vivido en el PSG, o en el Manchester, o en el Milán, hoy hablaría francés, inglés o italiano. Pero no. Lo fichó un club catalanófono, hispanófono e hispanófobo donde se puede ignorar el catalán, pero el castellano es imprescindible. Por eso el filigranas fue incapaz de tener un gesto catalán en su despedida, ni siquiera esas frases corteses de obsequio. El as del balón no se anda con tonterías. ¿Por qué no ha aprendido? Porque para él, hispanófono nativo, el catalán es sencillamente una lengua innecesaria.

"Hemos proponido"
(Alberto Garzón dixit).

“Lo ha describido hoy”
(Irene Montero dixit).

Nadie se atrevió a multar al veloz en goles y tardo en lenguas por utilizar el español argentino que con tanta pureza conserva. Podría haber tenido un gesto, hacer una frasecita, aunque fuera con lapsus linguae como el del ministro por carambola don Alberto Garzón cuando dijo muy serio y sin rectificar aquello de “hemos proponido”; o la ministra consorte doña Irene Montero con “lo ha describido hoy”, también sin corregirse ni excusarse. El hecho fuerza a reflexionar sobre las dificultades de otros inmigrantes menos pudientes que han de pasar por aprender catalán o vascuence incluso antes de iniciarse en la lengua que unifica a todos los catalanes o a todos los vascos.

Como la fiebre de aprender lenguas se ha puesto de moda, proliferan los cursos ofertados con golosinas. Nunca hubo tanto material docente y lúdico y tan bien diseñado. Se considera importante saber inglés y nos hemos inventado mil maneras de justificar el aprendizaje con ese vago principio de establecer necesidades en la hipótesis de que antes o después pueda hacer falta. La realidad es que no, digan lo que digan las modas. Mucho más urgente es saber algo más, o mucho más, de ética, de filosofía o de historia, y dejarse de historias.

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

Comentarios

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar