«Más allá del bien y del mal»: releyendo a Nietzsche

En esta obra fundamental, "preludio de una filosofía del futuro", Nietzsche reclama el advenimiento de unade nueva aristocracia que asegure el renacimiento de Europa. Una (re)lectura esencial para todo "buen europeo". Adrien, joven alumno del Institut Iliade de París, nos ofrece, en torno a dicha obra, una más que excelente síntesis del pensamiento Nietzsche.

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La Europa de finales del siglo XIX que contempla Nietzsche es la de la democratización, la de la aspiración general a la paz y la felicidad. Por supuesto, se necesitarán dos guerras mundiales más para llegar al estado de decadencia vital que conocemos hoy, pero Nietzsche ya preveía lo que le esperaba a nuestro continente: convertirse en el recinto de una manada de bestias enanas con los mismos derechos y las mismas reivindicaciones. Para su desgracia, Nietzsche contempla la tumba que los europeos aún no han terminado de cavar para sí mismos.

¿Cuáles son las principales causas de esta caída y cómo se pueden remediar? Esto es lo que ambiciona esta obra de Nietzsche, que muchos consideran la síntesis más lograda del pensamiento del filósofo.

La filosofía como creación de valores

La primera de estas causas es la pretensión de objetividad que caracteriza desde Platón a los filósofos europeos. Para Nietzsche, los filósofos sólo son defensores de sus propios prejuicios, y esta pretensión de objetividad es una de las principales causas de la desvitalización de nuestro continente. Porque pretender la objetividad de un valor es situarlo temporalmente en el campo de la crítica y, por tanto, considerarlo refutable. Es convertirlo en un no-valor, es el principio del nihilismo. Por el contrario, Nietzsche afirma que un filósofo es ante todo un creador de valores. Él debe ser quien dé sentido a la vida. No apoyándose en la razón, sino en su propia vitalidad, en la fuerza del mundo que le habita. Afirmar y no justificar: ésta es la misión del filósofo. Sólo así se puede dar forma al mundo.

Pero si toda filosofía es una expresión del cuerpo, una subjetividad en movimiento, y si admitimos la multiplicidad de tipos humanos, entonces se deduce necesariamente que diferentes tipos de hombres producen diferentes tipos de filosofía, de valores, de moral.

La segunda lección de Más allá del bien y del mal es que, para Nietzsche, hay dos grandes tipos de hombres, los dominadores y los dominados. Cada uno produce un tipo de moral muy diferente, una moral de aristócratas y una moral de esclavos.

La búsqueda de un destino antes que la búsqueda de la felicidad...

La primera moral se basa en el sentimiento de haber sido bendecido por la vida. Al ver que no es el caso de todos, el maestro, el aristócrata, se llena entonces de gratitud hacia la existencia y trata de explorar todas sus posibilidades. Consciente de que el desenfreno de sus pasiones no crearía nada elevado, busca la más alta disciplina para lograr el mayor dominio de sí mismo y, al hacerlo, del mundo. El aristócrata no busca la felicidad, sino un destino. Busca convertirse en lo que es.

La moral de los esclavos, en cambio, se basa en el resentimiento. El resentimiento del desheredado hacia una existencia que no le beneficia, ya sea física, social o intelectualmente. Lleno de odio y celos hacia aquellos a los que la vida ha ofrecido los medios para su propia realización, pretende la nivelación de toda la sociedad.

El débil odia a los ricos, a los sanos, a los audaces. Aborrece cualquier forma de jerarquía

Odia a los ricos, a los sanos, a los audaces. Cualquier forma de jerarquía es aborrecible para él. Mientras que el aristócrata ve el sufrimiento y las vicisitudes de la vida como oportunidades de mejora, el esclavo las rehúye. Se convierte en el heraldo de la paz y la felicidad universales: el eudemonismo y el pacifismo son sus credos.

Para Nietzsche, desde el advenimiento del cristianismo, es este segundo tipo de moral el que se ha impuesto en Europa, apoyado en su pretensión de universalidad de sus valores y en el objetivismo de sus planteamientos. Y con el advenimiento de la democracia en nuestras viejas naciones, se impuso un cristianismo secularizado, despojado de su tensión interna e incapaz de grandeza colectiva. Un pensamiento hecho de "virtudes cristianas enloquecidas" gobierna ahora nuestro continente.

Más de un siglo después de las profecías del filósofo del martillo, está claro que Europa se ha convertido efectivamente en el recinto donde resopla "el último hombre" anunciado por Nietzsche. Un hombre que ha abandonado todo deseo de superarse a sí mismo. Un hombre temeroso y triste, que huye del dolor y de la desgracia con la mayor de las cobardías y que, habiendo huido de sus propios impulsos y sentimientos, no es ya más que una cáscara vacía que se corresponde en todo con la cáscara vacía en que se ha convertido el propio concepto de Dios.

En Más allá del bien y del mal, Nietzsche sostiene a su vez que el renacimiento de Europa se logrará mediante la reafirmación del primer tipo de moral: la moral de los aristócratas.

Una nueva religión con valores aristocráticos y que sacralice la propia existencia

Corresponde a los nuevos filósofos cuya llegada anuncia Nietzsche construir esta nueva aristocracia. Una aristocracia que se empeñará en afirmarse y nunca en (auto)justificarse, que defenderá la no universalidad de los valores (condición previa a toda diferenciación, a toda jerarquía), que rechazará en consecuencia la noción misma de igualdad y sabrá ser dura, intolerante ante todo consigo misma. Una aristocracia forjada en el fuego de una nueva religión con valores aristocráticos y que sacraliza la propia existencia, y que ve la adversidad, la desgracia y el sufrimiento como oportunidades de grandeza y gloria. Una aristocracia formada por buenos europeos que nunca dejará de distinguir entre lo que es "noble" y lo que es "despreciable", ahí donde nuestro mundo sólo es capaz de juzgar lo que considera "bueno" o "malo".

En muchos sentidos, Más allá del bien y del mal puede entenderse como "Por una nueva aristocracia". Deberían leerlo todos los buenos europeos que quieran que su continente vuelva a ser grande.

© Institut Iliade

Traducción de Javier R. Portella

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