“No quisiera ofender a nadie, pero ¿se habla en Valencia el catalán o se habla el valenciano en Cataluña? Pues bien, a pesar de los textos –cosa política– y del Diccionario de la Real Academia –manipulado en 1970–, el dilema se resuelve científicamente a favor de que “en Cataluña se habla el valenciano. La historia se podrá tergiversar, pero no cambiar”.
No es casual que las tres áreas lingüísticas españolas, excepto el vasco, coincidan con los asentamientos de los tres primitivos pobladores: celtas, celtíberos e íberos. A los celtas les corresponde el área de la lengua gallego-portuguesa, con el Condado de Oporto en medio. A los celtíberos la andaluza-castellana–leonesa, y a los íberos la valenciano-occitana, con Cataluña en medio. Por el Este, el Condado de Barcelona llama a esta lengua “catalana”, aunque por el Oeste, al Condado de Oporto no se le haya ocurrido bautizar a la gallego-portuguesa como “oportunista”.
Existe pues una lengua valenciano-occitana, y el catalán es un dialecto de ella.
Las tres lenguas con substratos propios se producen en la rotura del latín tras el martillazo árabe a los visigodos, y su ímpetu los arrincona respectivamente en Galia, Cantábrica y Occitania (Glacis Francés entre Pirineos y Loira).
Con la Reconquista bajarían vigorizadas al reencuentro mozárabe que las conservaba arcaizadas. No olvidemos que la “Covadonga” valenciana está en Poitiers y Tours, donde Carlos Martel inició la Reconquista del Levante Español.
La lengua se obtuvo y tiene cinco variantes: lemosín, alvernés, gascón, provenzal y languedocciano. Fue el provenzal el que entró en Cataluña (Gerona y Barcelona) o Marca Hispánica. El lemosín, tras la batalla de Murel (1213), es traído a Valencia y Mallorca por los miles de intelectuales occitanos perseguidos por Francia (política) y la Iglesia (religión) durante y después de la Cruzada Albigense.
Pedro II de Aragón, padre de Jaime I, murió frente a Toulouse (Muret) defendiéndolos. A don Jaime le cupo armonizar el deber moral y legal (Pacto de Millau) de proteger a estos exiliados, con la necesidad de culterizar el nuevo Reino de Valencia. Así lo asentó en él, creándoles las Universidades o Estudios Generales (Barcelona la obtendría 200 años más tarde, servida por intelectuales valencianos). Valencia abría su espacio paralelamente al cierre del occitano. No en balde el Misterio de Elche está en “Lemosín” y Ausias significa Agustín en esta lengua.
Los soldados catalanes, mercenarios, una vez pagados, se volvieron a su despoblada Cataluña. Del total repoblado, un 5 por ciento, sólo el 2 por ciento fue catalán. ¿Qué podían aportar a Valencia tan exiguo continente y de tan baja cualidad? Nada.
Esta mezcla de lemosín con el “romanz” valenciano produjo inmediatamente verdaderas legiones de gramáticos, filólogos, poetas, literatos, filósofos, etc. enteramente en la lengua valenciana, creando el Siglo de Oro de la misma.
La potente Valencia introdujo su lengua en la Curia Romana en desleal competencia con el latín. Dante quiso escribir su Divina Comedia en la “Valenciana lengua”, que se introduce también en Cataluña, desprovencializando esta área y valencianizándola.
No obstante, en el siglo XIX la burguesía catalana afrancesa su lengua distanciándola de la valenciana, y Prat de la Riba en 1906 encarga al ingeniero industrial Pompeyo Fabra la fabricación de la lengua catalana. En 1912 se publica la primera gramática catalana independiente de la valenciana, mezcla de arcaísmos, valencianismos, galicismos y palabras inventadas por Fabra. La pretensión de imponer esta jerga o esperanto catalán a valencianos y mallorquines para amalgamarlos en el aberrante ente de “Países Catalanes”, responde a un chauvinista y práctico deseo catalán de dominar estas dos regiones que acaparan el setenta y cinco por cien de la riqueza española. A tal fin, una nueva historia, una nueva literatura, han sido creadas para dar carta de naturaleza cultural al País Catalán, el Reino de Valencia y las Islas Baleares, es decir, la nueva nacionalidad catalana, que carece de ella. Por supuesto que valencianos y mallorquines se han opuesto rotundamente a este invento de absorción imperialista pancatalanista.
© ABC, 1978