No es posible establecer un vínculo entre las políticas de confinamiento y la izquierda, como demuestran los casos de Boris Johnson y el del gobierno socialdemócrata sueco. El problema es que la derecha debería ofrecer una propuesta de contención del virus distinta de la de la izquierda. Si el virus no es ni de derechas ni de izquierdas, el modo de afrontarlo, en cambio, sí lo es. Vaya si lo es, ya que implica adoptar toda una serie de medidas y de consignas de las que la izquierda parece tener la exclusiva. Si existe una política de la pandemia, está bien posicionada en la izquierda y bastante menos en la derecha.
Debido a la pandemia, las tesis que sólo se compartían en las vertientes más a la izquierda de la propia izquierda, ahora se han convertido en mainstream, y no sólo ha calado en los rescoldos de la “vieja” socialdemocracia, sino que también se ha instalado en ciertos sectores de la izquierda liberal o reformista: todas ellas están ahora adoptando las políticas de intervención estatal y de aumento del gasto público que hasta ahora habían rechazado. La pandemia ha tenido un efecto a destacar, cual es el de la eliminación definitiva de la denominada tercera vía abierta en su día por los Blair, Clinton e incluso Obama y que hoy ha desaparecido de la escena política. La izquierda ha abrazado lo que podemos denominar “políticas de confinamiento” como la ideología de la mejora técnica de la sociedad, que provoca un enriquecimiento ético (“un estilo de vida más sano”, como dijo el exprimer ministro italiano Giuseppe Conte), todo lo cual está muy en la línea del constructivismo social y del racionalismo que, para Von Hayek, son típicos de la izquierda. Ésta, sin embargo, ha eliminado los elementos libertarios presentes en su ADN desde el 68. Así pues, la pandemia no sólo ha enterrado la tercera vía de la que hablábamos, sino también el espíritu de mayo del 68.
Al menos, así ocurre en el plano de las libertades individuales, porque, en los ámbitos de lo identitario, del comunitarismo multiculturalista e incluso del racial, la pandemia ha acentuado, en cambio. las tendencias ya presentes desde hace tiempo en el universo de la izquierda, como hemos visto durante la locura vivida este pasado verano con el derribo de estatuas, el movimiento Black Lives Matter y los saqueos de las tiendas.
Con la pandemia, la izquierda ha vuelto a ser violenta, intolerante
Con la pandemia, la izquierda ha vuelto a ser violenta, intolerante, ha abandonado los elementos liberales y se presenta como la portadora de una especie de neomaoísmo en el que, sin embargo, en lugar del pueblo, de los obreros y de los campesinos (totalmente imaginarios), en lugar, con otras palabras, del maoísmo de sus abuelos del 68, encontramos la exaltación de las minorías negras (de los árabes, en Francia) de las mujeres, de los gays, de los transexuales. Nada nuevo bajo el sol: con la caída del muro de Berlín, la izquierda abandonó la defensa de la clase obrera en pro de las minorías, étnicas o no. Y así, la izquierda sostiene la tiranía de las minorías, pretendiendo imponer sus valores y sus referentes a la sociedad, es decir, a toda una mayoría culpabilizada y a la que etiqueta de “explotadora”.
Si la pandemia parece haber acelerado las tendencias tecnocráticas (donde junto a los tecnócratas “clásicos” ahora encontramos a todo el sector médico, todo ello en nombre de la consigna: "la salud ante todo"), así como las tendencias igualitarias y colectivistas propias de la izquierda, parece que, por el lado de la derecha, la pandemia ha tenido aún mayores efectos. A pesar de que el COVID obligó a los gobiernos a aplicar políticas que hasta hace unos meses sólo contaban con el apoyo de los partidos soberanistas, éstos son los que se han visto más perjudicados por los efectos de la pandemia.
En el plano de la comunicación, las propuestas soberanistas se caracterizaban por la peculiar comunión entre la calle y las redes sociales: al tener prescindir forzosamente de la calle, el mensaje y su impacto se han visto diluidos. Un segundo factor: el impuso hacia las diferentes propuestas soberanistas estaba determinada por el miedo, no tanto de la inmigración, sino más bien el miedo de una sociedad que estaba perdiendo el control de sí misma (“take back control”, el lema de los partidarios del Brexit). Pero con la pandemia el gobierno ha recuperado el control sobre la sociedad, incluso demasiado, y ese sentido de desorden y de arbitrariedad, denunciado por los soberanistas, ha sido sustituido ahora por el orden. A los soberanistas, casi siempre en la oposición, no les queda más remedio que revelarse libertarios; una conversión tan rápida que no debe de haber convencido a muchos de sus electores a los que les fascinaban lemas como "law and order”. Si estás por la ley y el orden, ¿por qué te enfrentas a la policía en la calle cuando lo único que pretende es hacer cumplir las normas anti-COVID?
Son muchas las razones para dejar de llamarse a sí mismos soberanistas y reafirmarse como conservadores. Nos encontramos, en definitiva, en una encrucijada o, mejor dicho, en una situación de estancamiento que podría dar lugar a escenarios muy diferentes: desde nuevas alianzas entre los distintos partidos, a la aparición de nuevas fuerzas en el ámbito populista, hasta la hipótesis de una “solidificación” de la perspectiva actual incluso cuando acabe la emergencia, admitiendo que sea tal; es decir, una especie de pandemia política incluso después de la pandemia, y sin ella.
Traducción: Cecilia Herrero Camilleri
© La Voce del Patriota
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