La absurdez de la nueva religión animalista es algo que hasta sus propios oficiantes conocen bien. Por ello no es de extrañar ver a estos zascandiles pregonar mesiánicamente el fin del consumo cárnico para, una vez alejados de los focos institucionales, ir prestos a apretarse entre pecho y espalda aquello que criticaban minutos antes. Consejos vendo, que para mí no tengo podría ser un buen titular de campaña que enarbolase la bandera del embuste de estos tipejos sin escrúpulos.
La líder de Más Madrid, Mónica García, ha sido cazada degustando un filete con patatas fritas en un restaurante madrileño mientras celebraba el inicio de la campaña “Menos carne, más vida”. Señora, “Más cordura, menos fraude”.
Qué decir del ministro de anticonsumo. Cuando Garzón habla, no es que suba el pan, son las propias vacas pastueñas las que se ponen de acuerdo para lanzar sus ventosidades al unísono y dar por saco a la persona que dice representar la industria cárnica. Sintiéndome vaca, retinta o morucha, que no lechera, no quisiera que mi bienestar dependiera de semejante inverencundo.
Como buenos comunistas, no contentos de la imposición cultural e ideológica, pretenden exigirnos el menú que hemos de degustar. ¿Libertad? ¿Para qué? Erigidos en sacerdotes de la nueva religión, quieren imponernos el brócoli, la lechuga y los gusanitos fritos como la carta oficial para un mundo más ecológico y sostenible. En definitiva, pretenden que vivamos en un Viernes Santo perpetuo.
A la policía del pensamiento y la neolengua impuestas por el gobierno socialista, se añade la peligrosa religión del ecologismo. Un ecologismo que tiene más fuerza social y cultural que la propia fe. Santuarios de la biodiversidad, bioconversiones, fin del mundo provocado por la culpabilidad de los consumidores de carne o mesías como la diabólica Greta no son sino algunos paralelismos que amenazan con romper la armonía de nuestro ecosistema y la de la aún coherente y sensata inmensa minoría de nuestra sociedad.
Por todo ello, cual cojera de perro, ante nuevas incongruencias, mejor no creer y seguir el camino que inició el homo erectus hace más de 2,6 millones de años, permitiendo el desarrollo intelectual y, por ende, la evolución. ¿Ustedes quieren involucionar? Coman hierba fresca en primavera y pasto en el estío, pero dejen al resto comer carne para poder mantener activo el cerebro que a ustedes parece faltarles.
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