La supuesta superioridad moral de la izquierda no supera la prueba del algodón. El asunto “Mediador” o “Tito Berni”, que es como lo están llamando los periódicos, no es más que su última muestra. Una banda organizada, compuesta por empresarios y políticos del PSOE, se beneficiaba del presupuesto público a través de contrataciones fraudulentas. La historia, más o menos, es la de siempre: los empresarios compraban la voluntad de los políticos por medio de entregas en metálico, comilonas y otras dádivas, entre las que hubo pagos en especie por medio de personas (esculturales) interpuestas. En el presente caso, mediante prostitutas de alto standing que prestaban sus servicios en putiferios como el denominado “Sombras”, situado --de una manera más bien clandestina o muy discreta-- en uno de los barrios más acaudalados de la capital de España.
Es llamativo que cada vez que se destapa un caso de corrupción que salpica a políticos del PSOE inmediatamente surgen nombres de prostitutas y putiferios. Parece como si los políticos izquierdistas estuvieran carentes de cariños sexuales, motivo por el cual lo primero que hacen cuando tienen acceso a dinero fácil es gastárselo en prostitutas. ¿Tan poco hábiles son en las artes amatorias que necesitan pagar para tener sexo? Esta es una interrogación metafísica que jamás tendrá respuesta, porque el artículo 18 de la Constitución protege el derecho a la intimidad, de manera que sería muy difícil recabar la opinión de sus santas y resignadas esposas, de sus antiguas novias o de sus esporádicas amantes (si es que en algún momento han tenido alguna de las tres cosas).
La izquierda va de casta y pura, de no haber roto un plato jamás, y, sin embargo, las pruebas demuestran que lo suyo no es más que hipocresía, pura hipocresía. Durante la mañana votando leyes que dicen promulgar para proteger a la mujer frente a la depravación masculina y por la tarde y por la noche utilizando (como objetos) a las mujeres, a través del mercantilismo carnal, sufragado con dinero público procedente de la corrupción.
Esto de “follar” a costa del contribuyente no tiene la más mínima apariencia de superioridad moral, más bien de inferioridad viril. Pues decía Marañón que la falta de definición, en cuanto a la elección de las compañías sexuales, no es un signo de hombría, sino todo lo contrario. Entre Amiel (prototipo de la hiperdiferenciación sexual) y el Don Juan (de la hipodiferenciación) existe un mundo de variantes en el que nos encontramos la mayoría de los varones.
Ir de putas, en manada o en comandita (política) es una gran ordinariez. Refleja las carencias que alguien pudiera tener y, además, que se está dispuesto a exhibirlas ante personas que no forman parte del círculo más íntimo. Desconozco el grado de confianza que tienen entre sí los diputados socialistas a los que Tito Berni llevaba a ese lugar llamado “Sombras”, pero dudo mucho que fuese algo más que compadreo. Quizá, de situaciones como esta provenga la frase que erróneamente se atribuye a Churchill, según la cual “la política hace extraños compañeros de cama”, aunque la cama compartida sea la de un burdel.
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