Alimentando parásitos

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Reza un refrán popular: en la cabeza del perezoso tiene su pasto el piojo. Sin ánimo de ofender a nadie, podemos aplicar estas palabras a la situación que, desde un tiempo a esta parte, vive la polisubvencionada sociedad de nuestro país. O gran parte de ella, pues, como cualquier parásito, necesita de otro para vivir.

En la comunidad biológica, la existencia de parásitos dentro de la cadena alimenticia es un proceso lógico, ya que cualquier especie dentro de un ecosistema depende o está en relación con las demás en cuanto a su nutrición se refiere. El caso de la sociedad es bien distinto. La jodienda radica en que, a la par de proteger chupones y alimañas que, poco a poco, van alternando el equilibrio de nuestro ecosistema, alimentamos y engordamos a los pegotes que forman la clase política de nuestro país.

A la comadreja, garduña o gineta, desde hace unos años, hemos de añadir en nuestros campos el meloncillo, única mangosta europea y fácilmente reconocible por su cuerpo alargado, paticorto, cabeza fina y larga cola. Se trata del carnívoro español más diurno, el que no duda en ocupar y adaptar madrigueras de conejos o tejones para usarlas como dormideros.

Ahí va otro ejemplo: el Cerambys welensii, también conocido como “el taladro de la encina”, coleóptero de gran tamaño de un color negro intenso casi en su totalidad. El Cerambys, cuando aún es una larva, se introduce en el interior de la encina y luego se la come desde el interior. En apariencia, el árbol está completamente sano, aunque por dentro esté hueco.

Voilà, tanto el meloncillo como el Cerambys, okupas de la naturaleza, se encuentran incluidos en la lista de fauna estrictamente protegida, amparados por la legislación faunística de nuestro país, gozando de más derechos y libertades que especies propias como el conejo o la encina y el alcornoque.

¿Por qué proteger especies milenarias y autóctonas cuando podemos ayudar y subvencionar a la alimaña de turno?

¿Por qué proteger especies milenarias y autóctonas cuando podemos ayudar y subvencionar a la alimaña de turno?

Idéntica es la situación que vive la cada vez más podrida sociedad de España. El gobierno actual, formado por 22 ministros, dentro de los cuales hemos de incluir las 4 vicepresidencias, más de 700 altos cargos y asesores (a razón de un sueldo no menor de 65.000 euros por barba de estos últimos), hace no sólo que la colonia parasitaria se multiplique, sino que se produzca un costo para las arcas públicas, es decir, para el ciudadano de a pie, de algo más de 1,7 millones de euros nada más que  en sueldos.

No les basta aumentarse el sueldo y engordar en sus poltronas. Además, no solo no fomentan o ayudan a quienes hacen posible su sustento, las víctimas de su parasitarismo, autónomos en su gran mayoría, sino que dilapidamos ayudas y paguitas hacia sectores improductivos con el único fin de crear una masa adepta de votantes que les permita seguir viviendo del cuento. Hablamos del plan PER, de la ayuda mínima vital o del costo que tienen los MENAS para las arcas públicas, a razón de 7.200 euros al mes según el juez Emilio Calatayud. A este montante hemos de añadirle los datos de la Fiscalía General del Estado, que señalan que España ha tenido un total de más de 13.700 Menas, lo que supone más de 1.000 millones de euros sólo en su manutención.

¿Se imaginan una ayuda de 600 euros al autónomo por el mero hecho de producir riqueza a la nación? O mejor, ¿una reducción fiscal similar a dicha cuantía? ¿Qué me dicen del fomento a la natalidad? ¿Quizás al joven que intenta montar su primer negocio?

¿Qué decir de los okupas que, cual parásitos, acceden a una vivienda, cambian la cerradura y, si la Policía no los desaloja en dos días, se convierten en los “dueños” del inmueble? Cual Cerambys o meloncillos, estos delincuentes ocupan urbanizaciones de alto standing con chalets, grandes parcelas y piscina, sin miedo alguno y con total impunidad ya que se encuentran amparados por la ley, que protege al holgazán y al delincuente.

La misma ley que impide progresar y gozar de autonomía a todo elemento que quiera producir riqueza a la sociedad. Con otras palabras, a todo aquel que no quiera vivir del cuento. Por contra, fomenta el parasitarismo criando garrapatas que se empeñan en seguir desangrando a mamá España hasta sus últimas consecuencias. El problema es que para producir sangre hay que alimentarse, y el alimento de nuestra nación, aquel que engorda a tanto chupasangre, amenaza con desaparecer. ¿Cuánto tiempo la perezosa sociedad española esperar seguir siendo pasto de piojos?

 

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