Entre las insistencias más torpes del mujerío está la de reforzar el carácter subsidiario de lo femenino mediante la promoción de palabras que hagan la competencia a otras fuertemente establecidas. Así, sororidad, que tanto huele a refajo y convento, por oposición a la fraternidad sin horizontes. Y ahora matria, traída a la escena por la vicepresidenta Díaz, por oposición a patria. Es decir, la matria patria chica o seno de la virilidad en las agonías unamunianas. Ante la torpeza subsidiaria de la podemia, ciertamente de origen, ha salido al rescate el sociólogo Tezanos para darle enjundia socialdemócrata a la palabra. Ayer dijo que detecta en los últimos estudios del CIS una demanda de un Estado más personal, cercano y cuidador y menos preocupado por el orden y la autoridad. Más matria que patria, en suma.
No creo que esta vez Tezanos razone a humo de pajas. Ni siquiera creo que su conclusión se deba limitar a España. Cada semana tratamos de adjetivar la época, pero quién puede resistirse a hablar, ahora, de la Edad del Repliegue. Los ámbitos del cuidado, la domesticidad y la introspección son los interiores. Este retorno al hogar es, en buena parte, obra de nuestras matrioskas, quién iba a decirlo, y ha encontrado en la pandemia un aliado de una gran eficacia. En los días del confinamiento general colgaron por el barrio unos carteles, aparentemente feministas, que llamaban a la revuelta: «Ante el aislamiento patriarcal, orgías monstruosas». Cuando descubrí el primero pensé: «Un varoncito listo». Y es que las mujeres no tienen el coño para ruidos. Los encierros, la mascarilla, la distancia social y, sobre todo, la pegajosa segregación simbólica de estas medidas son obra del pensamiento matriosko –no necesariamente euskaldun ni reservado al sexo femenino– que describe el sociólogo del CIS.
El estado residencial que pide el pueblo abre unas perspectivas de tedio de cuya avanzadilla informan debidamente, y con una identificación peligrosa, las páginas de los periódicos. Decisiones como las de Boris Johnson y su Freedom day aparecen en este baño maría colectivo como agitadas por un loco peligroso, cuando quizá no sean más que las decisiones de un hombre prudente, en el sentido aristotélico: en el sentido del hombre que conoce los riesgos de toda acción libre. Pero la pregunta fundamental que debe hacerse a los promotores del Estado matriosko es quién va a pagar los cuidados. O en términos algo más rudos, propios de mi condición: quién va a salir a cazar.
Y aún tengo la pregunta de en qué punto Matria degenerará en Matrix.
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