De las "vacas locas" a las "vacas flacas"

"Para entender qué le pasa a la agricultura en España"

Hace sólo medio siglo España era un país eminentemente agrario; hoy la agricultura se va convirtiendo en una actividad residual. Las ayudas europeas han mantenido viva una agricultura desmantelada, pero esas ayudas concluyen bien pronto y nadie sabe muy bien qué va a hacer con sus vacas, sus campos o sus cepas. ¿Está condenado a muerte el campo español? Contestamos a la pregunta que nadie quiere plantearse.

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G. VIADERO

El Tratado de Roma de 1957, semilla de la Unión Europea, estableció, entre otras cosas, una Política Agraria Común (PAC) para los miembros firmantes del mismo.  Ésta implantaba la libre circulación de productos agrícolas dentro de la entonces CEE y la adopción de políticas fuertemente proteccionistas, que garantizaban a los agricultores europeos un nivel de ingresos suficiente al evitar la competencia de productos de terceros países y mediante la subvención a los precios agrícolas.

La agricultura ha sido siempre una de las prioridades de los responsables políticos europeos. Ello se ve reflejado hoy en día en el presupuesto europeo dedicado a esta actividad, que asciende a casi un 50%. En el momento del nacimiento del Tratado de Roma, aún estaba fresco el recuerdo de la penuria alimenticia que se vivió en el continente europeo tras la II Guerra Mundial. Hoy en día, aunque la cantidad dedicada a la agricultura quiere reducirse, esta actividad tiene aún un poder romántico muy fuerte, relacionado con el origen de la civilización y de nuestras raíces. Además, los trabajadores de este sector constituyen una masa con gran capacidad de movilización. Para los economistas consultados por elmanifiesto “estas subvenciones son una forma de comprar la paz social.”

España y las ayudas europeas

Cuando España, tras varios intentos fallidos, entró a formar parte de la Unión Europea en 1986, comenzó a beneficiarse de las subvenciones agrícolas de la PAC. Desde entonces las ganancias han sido cuantiosas. Sin embargo, la última negociación celebrada en la Cumbre de Bruselas en el 2005,  ha significado una importante pérdida de ayudas para España, tanto de los fondos de cohesión, dedicados a reducir las disparidades económicas y sociales de los estados -así como a estabilizar sus economías-, como de los fondos estructurales, entre los cuales se encuentran los dedicados a la agricultura y la ganadería.

En el mes de junio de ese año, Zapatero rechazó el saldo neto ofrecido en la Cumbre de Bruselas, 4.730 millones de euros, el cual resultaba ridículo en comparación con los 48.000 millones de euros limpios que habíamos recibido en el periodo 2000-2006. Meses más tarde se reanudaron las negociaciones y España aceptó los 8.000 millones de euros ofrecidos como saldo neto.

Para muchos la negociación supuso todo un éxito, ya que se había conseguido que nuestro país continuara siendo beneficiario neto hasta 2014, cuando el objetivo de los países ricos condenaba a España a ser contribuyente neto ya en 2007. Sin embargo, durante la próxima negociación, en el año 2009, a nuestro país le será prácticamente imposible mantenerse en esta situación debido a  su convergencia económica así como al ingreso de socios mucho más pobres.

Un caso particular: la familia San Emeterio

Toda esta batalla de cifras es seguida con interés por ciertos sectores de la población, como los economistas, políticos, periodistas y, por supuesto, por los beneficiarios de las mismas: los agricultores y ganaderos españoles. Nosotros nos hemos acercado a una familia en concreto, los San Emeterio, quiénes han dedicado toda su vida a la ganadería y a los que las decisiones tomadas a miles de kilómetros del pequeño pueblo dónde viven, afectan de manera directa.  

Antonio San Emeterio Martínez, conocido en el pueblo como “Chani,” nació en el municipio de Arnuero (Cantabria) en 1934. En aquellos años las familias  vivían de la agricultura y la ganadería y, en menor medida, de la pesca. “Chani” se dedicó a estas actividades de subsistencia durante toda su vida, combinándolas, ya con cuarenta años, con un trabajo en la fábrica que construyeron en los años 70 en un pueblo cercano. Antonio tuvo ocho hijos, los cuales comenzaron a trabajar la tierra y sacar a las vacas a pastar ya desde pequeños.

En los años 90 este pueblo conoció un enorme desarrollo turístico que abría nueva posibilidades laborales. Ello alejó a muchos de las duras tareas agropecuarias que exigían una dedicación a tiempo completo, los 365 días del año. Sin embargo, dos de los hijos de “Chani”, Alejo y Sergio, animados por las subvenciones europeas, decidieron seguir con las vacas de su padre, pero comprando nuevas cabezas de ganado y creando una industria ganadera más moderna, con salas de ordeño, depósito de temperatura para mantener la leche fría, comederos y bebederos automáticos y maquinaria especializada como empacadoras de hierba. 

El negocio funciona gracias a las ayudas, tanto europeas como regionales. Las primeras son las principales, y constituyen el grueso de los ingresos de este negocio: tres céntimos por cada litro de leche. La cuota de leche que pueden producir la establece la Unión Europea con arreglo a las vacas que tiene cada explotación ganadera. En el caso de los San Emeterio, se les permite entre 28 y 30 litros de leche al día, los cuales, multiplicados por 55 cabezas de ganado y por 300 días del año que dan leche -65 días de descanso por embarazo- arrojan un total de 14.040 euros al año. Entre las segundas se incluye la ayuda por recría de terneras, el alta como agrario, que supone unos ingresos de 20.000 euros o las subvenciones por una maquinaria determinada.

Sin embargo, a partir del 2014, las ayudas europeas se terminan. Ello, además, coincide con la introducción de los productos agrícolas de los nuevos países miembros en el mercado común, mucho más baratos y subvencionados, estos sí, por la UE. Y coincide también con el aumento del precio del maíz, la remolacha y la cebada –los principales alimentos de las vacas- si es que triunfan los biocarburantes. Todo ello nos hace pensar en una futura crisis en el sector primario en España. Como dice Alejo, “este trabajo es durísimo y, si nos quitan las subvenciones, dejará de merecer la pena. Los ingresos serán mínimos y nadie trabaja tanto y tan duro por tan poco dinero. Y menos cuando las nuevas generaciones hemos interiorizado la jornada laboral de 40 horas y las vacaciones. Nosotros, desde luego, lo dejaremos.”

2014. Y ahora, ¿qué?

El futuro de las actividades agropecuarias, por tanto, no parece demasiado halagüeño. Los economistas consultados por elmanifiesto sin embargo, creen que, “los negocios son como las especies, aunque algunos perezcan, otros conseguirán adaptarse al medio y sobrevivirán. Esta supervivencia irá ligada a  la imaginación y a la visión empresarial. Además de las cooperativas, siguiendo la máxima de que la unión hace la fuerza, otra buena idea es la producción dedicada un sector especializado, con gustos y exigencia determinados. La sociedad española se ha enriquecido mucho durante los últimos años, lo que ha hecho que surgieran nuevas necesidades. El ojo empresarial debe saber buscarlas y satisfacerlas”.

Este es el caso de la empresa Casa Grande de Xançeda, dedicada a la elaboración de productos lácteos de alta calidad. Nació en los años 60, cuando Felipe y Victoria Fernández-Armesto importaron vacas frisonas desde Canadá para fundar una ganadería en Galicia. Su idea de negocio fue mutando, hasta que apostaron por la leche ecológica. Y fue, sin duda, un gran acierto. El ganado vive una vida sana y relajada, pastando a su antojo al aire libre, lo que hace que su esperanza de vida sea el doble que la de una vaca lechera corriente. Además, sus pastos son naturales, cultivados sin herbicidas, pesticidas, ni abonos de síntesis, manteniendo los suelos fértiles a base del abono orgánico que genera la propia ganadería.

Hace dos años nació su producto estrella, los yogures ecológicos. Estos están elaborados sin productos químicos, ni conservantes y con trozos de frutas puras, lo que les otorga un sabor incomparable. El envase en el que se comercializan ha sido muy estudiado, de líneas modernas y de tamaño superior al normal. Estos productos lácteos están orientados a sectores de población con un nivel adquisitivo alto o muy alto y sólo se comercializan en tiendas de delicatesen. El éxito ha sido rotundo y la prueba es el crecimiento de la explotación ganadera: de 20 vacas y 30 hectáreas de pasto a 300 cabezas de ganado y 170 hectáreas.  

Analizada la situación, parece que al mundo de la agricultura y de la ganadería les ha tocado seguir la vieja máxima que reza: renovarse o morir.

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