Las caceroladas o protestas, o, simplemente, las reuniones en Núñez de Balboa [calle del residencial barrio madrileño de Salamanca, N. de R.] presentan la novedad radical de estar protagonizadas por pijos que efectivamente lo parecen. La más radical diferencia entre esta manifestación de protesta y las anteriores es que
Aquí los pijos no se han disfrazado de otra cosa, lo que viene a decirnos que tan pijos no serán
aquí los pijos no se han disfrazado de otra cosa, lo que viene a decirnos que tan pijos no serán. Porque para ser tomados en serio y para echar a volar como movimiento, el pijo debe ir vestido de no pijo, de antipijo o de torturado edípico.
Un pijo que parezca pijo es, para empezar, un traidor a su clase y aunque sea realmente revolucionario no puede ser tomado en serio.
Alguien que proteste en su propio nombre y por sí mismo es una cosa pobre y advenediza.
El pijo se sabe que es pijo cuando protesta en nombre de los demás y se disfraza de pobre
El pijo se sabe que es pijo cuando protesta en nombre de los demás y se disfraza de pobre o incluso de algo peor. Cuando se sienta en la plaza y la okupa en tu nombre. Entonces sí, no cabe duda.
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