Sánchez, el huno

Pedro Sánchez sólo persigue derrocar en la Comunidad de Madrid el gobierno de Díaz Ayuso aprovechando, coyunturalmente, que el virus ha venido para quedarse una larga temporada.

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Se dice que el conocimiento de la Historia sirve, o debería servir, para no repetir errores pasados.  Pero el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Y los sociolistos, ni se sabe cuántas.

Traemos a colación unas palabras sobre los hunos con el fin de observar que, aunque lejos en el tiempo, comparten analogías con las hordas que actualmente nos gobiernan.

Procedentes de la estepa euroasiática, aparecen en la historia de Europa occidental en torno al siglo IV. Con mucha posibilidad, el poder político recaía sobre una serie de caudillos que ejercían su poder de forma autónoma. Eran sociedades tremendamente austeras, adaptadas a la dureza del terreno y que, tal y como han planteado algunos autores, necesitaban algunos de los elementos que las sociedades sedentarias producían. Si lo piensan, guardan similitud con los sátrapas que intentan gobernarnos, cuyas carreras profesionales muestran una más que dudosa veracidad y que, una vez en el poder, se dedican a la rapiña y al saqueo de aquello que no es suyo.

Sin duda, el belicismo fue el pilar sobre el que se asentó este pueblo, y a partir de la guerra hemos de entender la rápida ascensión de los hunos que, mediado el siglo V, llegaron a poner en jaque al Imperio Romano de Occidente y de Oriente.

Por todos es sabido que los hunos eran un pueblo nómada, hombres a caballo cuya presión empujó a multitud de los llamados pueblos germánicos a traspasar el limes llegando, incluso, a saquear Roma en el año 410.

Las relaciones entre los hunos y los habitantes de ambos imperios entre finales del siglo IV y la llegada de Atila al poder irán variando, ya que, tan pronto actúan como mercenarios como cometen actos de pillaje y saqueo. ¿No es acaso Podemos el mercenario mayor de Venezuela?

Destaca entre los hunos Atila, que aparece como líder en solitario a partir del año 445, conquistando, saqueando y devastando las ciudades y campos por donde pasaban. Tras sus exitosas campañas en los Balcanes, en 451 se atrevió a invadir la Galia, aunque sin éxito. Sólo la suma de un ejército tan variado como el del propio Atila fue capaz de infligirle su primera derrota. Francos, burgundios, alanos y godos lograron venderlo en la batalla de los Campos Cataláunicos.

No cejaría en su empeño de avanzar hasta la misma Roma, capital de Occidente y centro entonces de la cristiandad. En 452 invadió Italia hasta alcanzar las puertas de la Urbs, la cual se salvó, no por cuestión divina, sino por las enfermedades y problemas internos dentro del ejército invasor.

Sólo la muerte impidió que Atila continuara sus expediciones. Según el historiador Jordanes, “su muerte fue tan miserable como maravillosa había sido su vida”.

Decían de Atila que “donde pisaba su caballo no crecía la hierba”. Exactamente lo mismo que nos sucede hoy con el caudillo que se empeña en dirigir la suerte de nuestra nación. Así lo atestigua la toma de Madrid por el gobierno central, excusándose, cómo no, en el interés general. Muy rousseaunianos ellos... Seamos francos, a la Moncloa la salud de su pueblo le importa entre cero y nada. Únicamente persigue el derrocamiento del gobierno de Díaz Ayuso aprovechando, coyunturalmente, que el virus ha venido para quedarse una larga temporada.

Acción propia de la tiranía más extrema: no menos podía esperarse del autoritarismo que, al alimón, ejercen Sánchez e Iglesias. ¿Acaso el primero no se diferencia del resto de los mortales, no por ir a caballo, sino por el uso desmedido del Falcon? Érase un hombre a un Falcon pegado, érase un Falcon superlativo, érase un presidente sinvergüenza, mentiroso y mezquino.

¿Se dan cuenta de que nuestro actual gobierno pone en jaque a quien no comulga con su ideología? Bien mediante la desolación y muerte derivadas de la pandemia, por todas las acciones que nos han conducido al punto en el que nos encontramos; bien mediante el clientelismo y las corruptelas derivadas de una red de tejemanejes que van desde Venezuela a Madrid. Los ERES andaluces y sus prostiputas, la consultora podemita Neurona, el sobrecoste de su sede, el oro de Delcy… ¿Dónde quedó todo esto?

Para obviar las leyes establecidas mediante Real Decreto u órdenes ministeriales han de buscar aliados en casa del enemigo. Lo encontraron con Pablenin, lo han encontrado ahora en Madrid con Aguado y están en camino de hallarlo con Casado. ¿No nos recuerda a la tremenda red clientelar de Atila, quien, más allá de las conquistas, buscaba sacar tajada de ellas a través del pago de inmensas cantidades de oro? Y con esta política puso en jaque a la misma Roma, como herida de muerte se encuentra hoy la Comunidad de Madrid. Sólo Díaz Ayuso, cual Teodorico en la Galia, se erige como el único bastión capaz de hacer frente a las hordas rojas, violáceas, naranjas y azules. Si cae Madrid, su siguiente objetivo será Andalucía, paraíso del delincuente socialista.

Puestos a elegir, me quedo con los hunos. No crecería la hierba a su paso debido a su extrema ferocidad, pero el espíritu, el alma, la esencia de los distintos pueblos a ellos sometidos continuó viva, de tal manera que, a la desaparición de este pueblo, el resto pudo prontamente recuperar su identidad.

En nuestros días, la muerte ha llegado convertida en pandemia, el hambre es cuestión de tiempo que aparezca y, por último, buscarán la aniquilación del carácter del pueblo español, único enemigo al que temen y pretenden destruir más pronto que tarde.

¿Hemos de esperar a ver caer, primero Madrid, después Andalucía, para levantarnos y herir de muerte a este gobierno del despropósito, o esperaremos sentados a convertirnos en seres inermes?

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