Era Jauja un país grande, como decía el poeta. Bello por excelencia / y se nadaba en la opulencia, situado al Suroeste del continente, cerca en kilómetros del centro de Europa, aunque lejos, muy lejos, en ideales y formas de hacer las cosas.
Después de la caída de la dictadura, que duró cuarenta años, regresó la monarquía borbónica para ocupar la Jefatura del Estado. Los jaujianos se acostumbraron a ver su Rey solo en el tradicional discurso de Navidad, porque pronto se dejó seducir por coristas y damas de Jauja que ocupaban todo su tiempo. Gobiernos de derechas y progresistas abrieron las fronteras del país a gentes de bien y a la escoria del Universo.
Con los años, la península de Jauja se convirtió en una especie de caja rusa con diecisiete autonomías dentro. Hasta hace poco no era necesario trabajar porque abundaba el alimento. Los árboles daban vestidos / las montañas perlas ricas / los jardines flores bonitas / y las fuentes vinos exquisitos. El maná llegaba en forma de PER, PIRMI o como quisiera llamársele, el caso es que quienes vivían allí nadaban en la abundancia. Los ríos eran de leche y los lagos de champagne. Gentes de todos los rincones del planeta se peleaban por instalarse en el país y los empresarios se aprovechaban de mano de obra barata.
Un día casaron al heredero del trono con una plebeya de la periferia de la capital por la módica suma de veintiún millones cuatrocientos diecinueve mil euros, sin que la Casa Real desembolsara una sola moneda. Y en medio de semejante orgía de despilfarro, el Presidente del Gobierno, José Luís Rodríguez Zapatero, un hombre prodigioso que la primera vez que visitó Francia estando en el cargo, largó un discurso en francés en la Asamblea Nacional y les reinventó el idioma, abría las arcas públicas para entregar cuatrocientos euros a todos sus votantes, cheques bebé a cuantos padres de recién nacidos lo solicitaran y sanidad gratuita para los jaujianos y los habitantes de los países colindantes. Desde el Este de Europa se organizaban cruceros sanitarios hacia esta tierra de promisión para que los médicos del país de la opulencia devolvieran la salud a los hijos de la Revolución, que la habían perdido por culpa del vodka y de los fríos gélidos.
El ministro de Hacienda que contó a los jaujianos, que la boda del hijo del Rey había sido un imprevisto, y el rembolso de los cuatrocientos euros, una necesidad, después de tanto desbarajuste dimitía. Pero poco importaba que se marchara, lo sustituirían por otro más eficiente ¡Jauja iba bien! Era tan rica aquella tierra que el lunes llovían cabritos, / el martes palomos fritos, / el sábado puros habanos… y el domingo conejos asados.
La banca jaujiana no paraba de sumar dividendos. Ya hacía tiempo que alcaldes, terratenientes, agricultores y cualquier hijo de vecino que soñara con ser millonario o envidiara la fortuna de algún pariente, invertían en el negocio del ladrillo con la esperanza de llenarse el bolsillo. Pronto aquellas frondosas tierras se vieron salpicadas de bloques de cemento armado. Entonces ya no era cierto lo que decía el poeta: Como no hay propietarios / no hay abogados, ni notarios. Bien al contrario, notarías y gestorías proliferaban en todas las esquinas.
En medio del clamor popular llegaron las tres magníficas: Carmen Chacón, Bibiana Aido y Leire Pajín. La primera dice ser licenciada en Derecho, con máster incluido, aunque según las malas lenguas nunca lo acabó. Fue ministra de Defensa, los militares jaujianos la odiaban, por ser mujer y por saltarse el protocolo, algo imposible de tolerar en los círculos castrenses con rancio sabor machista. Un día quiso liderar el PSC, pero los catalanes que son una de las diecisiete piezas de la caja rusa, se hartaron de ver su cara de plañidera, de escuchar su voz gangosa y de leer en sus slogans de campaña: Si tú no vas, ellos vienen y la mandaron al pairo a la primera de cambio, pero con tal de seguir viviendo de la sopa boba cambió el Visca Catalunya! por el ¡Arriba España! Y en un abrir y cerrar de ojos pasó a proclamar a diestra y siniestra que era hija de un bombero, con todos mis respetos al cuerpo, que su padre nació en Olula del Río (Almería), como si el ser hijo de su padre y de su madre fuera un privilegio únicamente atribuible a la señora ex ministra. Y fue en el pueblo natal del señor Chacón donde empezó su carrera hacia la Secretaría General del PSOE e hizo saber a la atónita ciudadanía, tal vez para justificar su falta de relato, que Jauja tiene muchos acentos. La segunda, Bibiana Aido, afirmaba que era Licenciada en Administración y Dirección de Empresas, asumía la cartera de Igualdad, con un currículum que tiraba de espaldas, trabajó tres meses en Unicaja, otros tres en Caja San Fernando y diez en Iturri S. A. Y con la experiencia de dieciséis meses de curro fácil llegó a ministra. Provenía de las Juventudes Socialistas de Jauja, y para orgullo de sus papás, nació con el carnet del partido en la boca, aunque afortunadamente para los habitantes de este país excelso, solo duró dos años en el cargo, que fueron suficientes para que transformara la Gramática jaujiana otorgando el femenino a la palabra miembro, que hasta entonces nunca lo había tenido. Recuerden aquel famoso discurso: Y el compromiso con la igualdad de los miembros y las miembras de esta comisión… Para angustia y conturbación de los MIEMBROS de la Real Academia de la Lengua que tuvieron que rectificar a la muy distinguida ministra. Pues bien, ahora esta señora trabaja en la ONU, y los jaujianos se preguntan qué contribución debe ofrecer a este organismo con un relumbrón intelectual tan apagado. Pero eso sí, cobra por ello un sueldazo que proviene, como no podía ser de otro modo, del erario público de Jauja. Y por último Leire Pajín, ministra de Sanidad, la que bostezaba con descaro en el Congreso de los Diputados. Desde la Moncloa decían que se había licenciado en Sociología en la Universidad de Alicante, pero de lo que sí están seguros en toda Jauja, es de que era el eslabón perdido del Partido Socialista, que un día les quiso hacer creer en la alineación de los planetas, cuando el Presidente Zapatero y el de los Estados Unidos coincidieran en regir los destinos de medio mundo. Como si los jaujianos fueran un atajo de idiotas rendidos a su clarividencia.
Algunos caballeros con cartera ministerial tampoco se quedaban a la zaga, había incompetentes al frente de ministerios de gran responsabilidad. Celestino Corbacho, ministro de Trabajo, electricista, especialista en apagones y corto circuitos domésticos hablaba en el Foro de Davos de la Economía económica, porque el hombre no llegaba para más, desde su nombramiento no atinaba a decir tres palabra coherentes. Pepiño Blanco, ministro de Fomento, cuya formación académica no iba más allá de la EGB, soltaba peroratas sin sentido, para justificar que los trenes de alta velocidad fueran hasta ciudades donde solo eran utilizados por nueve pasajeros. Aunque si hay que reconocer a esa gentuza una virtud, tienen un par de bemoles para aguantar el chaparrón cada vez que meten la pata, y reaparecen como si nada hubiera pasado.
El casi analfabeto de Blanco, que parece estar envuelto en asuntos muy turbios, y el yerno real Iñaki Urdangarin, que aprendió chapuceramente de su suegro a manejar las influencias, y que a través de Nóos Consultoría Estratégica S. L defraudó al fisco más de dieciséis millones de euros, se convirtieron, a finales de año, en los reyes del pelotazo.
Y mientras los jaujianos empezaban a hacer suya la máxima familia real parásito social, una crisis financiera sacudió al mundo, la burbuja inmobiliaria estalló, la banca jaujiana dejo de distribuir aquellos packs de la felicidad completa con hipoteca, viaje alrededor del mundo y coche de alta gama. Se cerraron las líneas de crédito, y las entidades fueron objeto de diversas fusiones.
Los dones de la Divina Providencia, que Jauja siempre había tenido, empezaron a escasear. Los inmigrantes cogieron sus bártulos, botaron la llave[1] de su piso hipotecado y se largaron a su país de origen dejando grandes deudas. Zapatero vendía su alma y le daba igual que el diablo hablara en alemán, francés o esperanto. Los jaujianos con aquello de que en su país No se conocía la miseria, habían olvidado que el que guarda siempre tiene y la economía se fue al traste.
Los científicos empezaron a verse relegados al éxodo hacia países más portentosos y con mayor presupuesto para investigar. El Gobierno, como siempre había tenido por costumbre, creía que no era un signo de esnobismo fomentar el talento local. En el caso de intelectuales y artistas sucedía más o menos lo mismo, sino que le pregunten a Montserrat Caballé, que hace cincuenta años debutó en el Liceo cuando ya era la prima donna del bel canto de la mitad de los teatros de ópera del mundo. Siempre se había preferido lo ajeno a lo propio, se subvencionaba la cultura de la vulgaridad y se gastaba el dinero en nimiedades. Se sacrificaban escritores nacionales en favor de afganos, hindúes y hasta de Tumbuctú, cuyas historias llegaban de la pluma de adolescentes que habían sido acogidos por familias jaujianas que les animaban a narrar sus vivencias, pero como en muchos casos no alcanzaban ni a escribir un renglón seguido, tenían que recurrir a periodistas de Jauja para que les ayudaran a desenvolverse en la lengua nacional, presentarse a un concurso literario y, a falta de obras mejores, ganar el premio para que el libro viera la luz. Y los medios de comunicación del poder establecido les hacían publicidad gratuita. ¡Paradojas de la vida! de todos es sabido, que hoy en día, la literatura de Jauja y la lengua de Cervantes tienen mucho más en común con la del Pakistán o del Irán, por poner un ejemplo, que con los genios patrios.
En noviembre del 2011, el Gobierno no salió reelegido, Jauja entró en recesión y pasó de la transición a la irritación, como consecuencia de haber preferido siempre el negocio fácil, el pan de hoy sin pensar en el hambre de mañana, y el culto a la horterada. El ex Presidente, su mística esposa, que canta en un coro lírico, y sus hijas góticas se han ido a vivir a una casa de alquiler porque nadie les quiere cerca. Y a los jaujianos, nada puede devolverles la esperanza.
Señores, les invito a la reflexión. Buenas tardes.