Se va el caimán

No se asusten. Es sólo una dianegativa. Sí, pero… ¿De quién? ¿Cómo se llama su autor? ¿En qué museo está colgada?

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No se asusten. Es sólo una dianegativa.

Sí, pero… ¿De quién? ¿Cómo se llama su autor? ¿En qué museo está colgada?
Obsérvenla antes de responder a esas preguntas. Hay imágenes que son espejo del alma, fruto de una vida, hijas de sus obras.
De él se dijo: ni una mala palabra, ni una buena acción. Podría ser ése su epitafio.
No fue agudo, ni esdrújulo, ni grave. Fue circunflejo. Las cejas lo definen, como delataban a Mefistófeles.
El rictus, también. Y los colores que lo pintarrajean.
El pelo se le ha erizado al verse. Tiene ojeras muy marcadas. ¿Cómo no va a tenerlas? Sus arrugas dibujan la calavera del poder.
Se ha disfrazado de zombi para no desentonar en la España que deja tras él. Cinco millones de muertos vivientes se agolpan en los tanatorios del paro. Su gobierno ha sido permanente noche de Halloween. ¿Volverá ahora a salir el sol?
Lo llamaban Bambi. Parecía de peluche. Era blando, suave y peludo. Estaba deshuesado. También podían haberlo llamado Don Algodón. Daba el pego. Pronto dejó de darlo.
No hizo negocios, pero negociaba siempre y siempre llevaba sus empresas a la ruina. Adquirió un país próspero y lo dejó en paños menores. Muy menores. Tanto como él.
Era un replicante. Transformaba la sonrisa en mueca y el movimiento de las manos en martillo pilón. Su piel escondía un amasijo de cables. Por la noche se enchufaba a la red eléctrica. El robot, por la mañana, volvía a andar, a sonreír y a martillear.
Tenía un punto G: el vigésimo. Cuando se lo tocaban suscitaba hilaridad. Era el hazmerreír de las cancillerías, el payaso de las bofetadas, el dontancredo de la crisis. Se daban con el codo cuando aparecía en los foros internacionales. Lo echarán de menos. Nosotros, no.
Lo suyo es de tango: las nieves del tiempo esclerotizaron su sien. Solo, fané y descangallado, un clavel mustio en el escote, se le vio en la madrugada del 21 de noviembre dando tumbos por Ferraz. Parecía un sin techo. Serlo le ayudará a pasar revista a las nubes.
Respondo a las tres preguntas iniciales…
La dianegativa es de Dorian Zetaparo Grey.
La sacó Oscar Wilde. Dijo éste que “sólo los mediocres evolucionan”. Él lo hizo. Pasó de la nada, como dijo Groucho, a la más absoluta miseria.
Está colgado en el Panteón de Hombres No Ilustres del Cementerio Civil de la Historia de España junto al de Fernando VII. Los suyos fueron gobiernos paralelos.
Seamos piadosos. La pesadilla ha terminado. Retírese a Babia, de donde nunca debió salir. Séale leve el destierro.
Por la terrible estepa castellana, camino de León, sin nadie de los suyos, Zetapé se arrastra. Séale leve el olvido.
Que el sol flamee ahora en las duras aristas de las lanzas, llague de luz los petos y espaldares, ahuyente a los vampiros y una voz inflexible –la de Rajoy– grite: ¡En marcha!
© elmundo.es

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