Tanto tonto suelto...

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 Hay individuos que resultan molestos a los demás. A esos molestos, probablemente también le resulten, a su vez, molestos los segundos. No hay manera de estar a gusto en ninguna parte porque siempre hay alguien que molesta. Raros son los momentos de armonía social, a pesar de que un individuo tan molesto como Rodríguez se haya sacado de las mangas (que le quedan grandes) aquello de la Alianza de Civilizaciones, por ejemplo. Ese chiste inaudito, que, sorprendente y también lógicamente después de todo, tuvo algún recorrido.
 
Esta semana uno ha cometido el error de ir al cine en sábado. Se había casi prometido que no se volvería a hacer, pero se hizo. La sala llena y además, como decía Shakespeare in love, los tísicos se confabularon contra uno tosiendo desde todos los puntos cardinales siempre, por supuesto, sin el hábito definitivamente perdido, como tantos, de cubrirse la boca. Miasmas revoloteando sin control alrededor, que procedían (suele coincidir), además, de los comentaristas del cine, que, como su propio nombre indica, acuden a comentar en voz alta sin ningún reparo, en vez de a callar, ver y escuchar; tres características del prudente que escasea en detrimento del estulto: la especie española más desgraciadamente característica.
 
 Y españoles, a propósito, mal que les pesa, son los líderes y miembros y simpatizantes de ERC, ese partido creado principalmente para molestar, su razón de ser y de existir (y uno se pregunta: ¿por qué entonces ha de existir?, y se responde que hay millones de cosas que existen frente a las que hacerse la misma pregunta). Un importante núcleo de estultos como La Rioja del buen vino, aunque no todos sean buenos que esto, como ya sabemos, es la viña del Señor.
 
 El caso es que, como los impertinentes tísicos del cine con sus toses y verbos desparramados, ERC, con el inestimable apoyo de CIU, PNV, BNG, ICV y Nafarroa Bai (no se olvide a las otras ramas de la familia), insisten en llevar las lenguas cooficiales del Estado al Congreso. No les basta con el Senado sino que también quieren el Congreso. Es decir, que allí todo el mundo hable en el idioma que le pete para liar un poco más el asunto, como si no lo estuviera ya suficiente. Molestar, confundir, dividir, destruir, complicar: las actividades habituales y preferidas de los estultos en todas sus variantes.
 
 Y piensa uno que qué gran cosa hubiera sido que éstos no hubiesen salido de esta manera del terruño, o que se limitaran a él, simplemente para que, al menos, molestaran en pequeñito, o incluso solamente a sí mismos, ya puestos. Porque no se necesita a los molestos, aunque todos nos molestemos los unos a los otros. El problema es que, sean quienes sean, tienen derecho a todo y se lo cogen todo, o al menos lo intentan. Como el padre musulmán que quiso denunciar al profesor de su hijo que, en España, mencionó las palabras “cerdo” y “jamón”.
 
 Hablaba de ese asunto, en su Patente de corso, Pérez-Reverte. Decía el escritor que, aquella denuncia archivada, perfectamente pudo salir adelante en este país donde ya No cabe un tonto más y cualquier disparate es posible en el paraíso de demagogos y cantamañanas. Cierto. Llegará el día en que el Congreso no será la Camára de representación de los españoles, sino la Cámara de representación de los idiotas (como ya lo es el Senado); e igualmente los tísicos comentaristas se despacharán en los cines sin medida y mucho más. Pero no será la culpa de éstos ni de aquéllos, sino de todos los demás.

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