No sé de qué se quejan. Un abucheo espontáneo, una sonora carcajada en un auditorio también son manifestaciones de la libertad de expresión, y uno estará siempre por esa libertad. Que al Gobierno no le guste, es normal, pero ya tendría que estar acostumbrado; a otros jamás les abuchearon. Que al rey le desagrade, no es sorprendente, porque es un hombre muy bien educado y, además, siente una denodada simpatía por Zapatero. Pero seguro que luego don Juan Carlos se parte de risa en La Zarzuela, que los Borbones son muy campechanos. Salvo en el momento del homenaje a los caídos, el abucheo fue exacto, perfecto, oportunísimo.
¿Es que acaso hay otro día en el cual el pueblo soberano –soberano para votar y para abuchear— tenga la oportunidad de avergonzar al poder salvo la jornada de la Fiesta Nacional, cuando todos se reúnen? ¿Ultras? ¿Seguro? No me lo creo. ¿Chusma? Tampoco; sólo ciudadanos cabreados. ¿Es que no pueden manifestar su frustración? ¿No deben expresar su angustia? ¿No pueden gritar su desesperación? ¿Han de estar calladitos mientras los poderosos mangonean y sonríen, siempre sonríen? Habla, pueblo, habla. Y el pueblo habla para vergüenza de ZP (a tal señor, tal honor), Fouché, la Chacón, la chica de la “chupa” de cuero, la hortera abortera y el ex cura hipersexualizado.