Leo hoy mismo, en El Mundo, el siguiente titular:
“El PSOE pide que Uriarte deje su escaño por doblar la tasa de alcoholemia”.
El viernes pasado, en efecto, sobre las siete de la mañana, Uriarte dio positivo en un control de alcoholemia tras un accidente de tráfico en Madrid: el medidor de la policía registró un índice del 0,52 en la sangre del diputado popular, cuando el máximo permitido es de 0,25; es decir, poco más del doble, aunque sin alcanzar el 0,60 a partir del cual se considera delito contra la seguridad vial. Arrepentido, Uriarte pidió perdón luego a su jefe Mariano Rajoy, que aceptó su dimisión como vocal de la Comisión de Seguridad Vial del Congreso.
Una decisión coherente, sin duda, pero parte también de ese absurdo complejo de la derecha-centro española resignada a poner siempre la otra mejilla para evitar los malos pensamientos de la izquierda.
La propia secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, se ha apresurado a respaldar la dimisión de Uriarte, que de momento seguirá siendo diputado por Valencia y presidente de las Nuevas Generaciones de su partido.
Dicho esto, ni Rajoy ni tampoco Cospedal han reparado en este otro titular periodístico, tanto o más legítimo que el de El Mundo:
“El PP pide que Zapatero dimita por doblar la tasa de paro”.
¿Acaso no merece pagar Zapatero también con su sangre política la tragedia de millones de españoles.
