DIEGO BAÑO
"La Derecha no es una ideología, es un estilo de vida que coincide con unos valores fundamentales, y dentro de estos valores, en primer lugar, como cúpula de todos ellos, están los valores cristianos. La Derecha es un estilo de vida permanente dentro del cual está el amor, la familia, la propiedad privada, la fe religiosa, la moral, el heroísmo en la guerra como en la paz, esos son valores fundamentales que siempre han sido, volens nolens, de derechas, porque en contra de todos ellos siempre se han manifestado los de izquierdas. Ellos se han inventado una ideología, una filosofía para poder atacar estos valores que no necesitan de ninguna ideología. La Derecha representa la vida, y la Izquierda representa lo tanático. La Derecha está por el amor normal o natural en contra del aborto, en pro de la familia, en contra de la droga. Y no en balde, porque esto significa defender la vida. Desde el otro campo, desde el campo de las ideologías, que son siempre de izquierdas, brotan siempre los ataques en contra de la vida, defendiendo actitudes contra natura". Vintila Horia
En España están pasando cosas muy graves. O mejor dicho, se están consumando hechos de enorme trascendencia que venían gestándose en los últimos tiempos. Y no me refiero aquí a los efectos de una crisis económica que no deja de ocupar un orden inferior en relación con los asuntos que a continuación comentaré.
Aunque haya quien piense que Rodríguez Zapatero es una especie de anomalía en el socialismo español, su acción de gobierno está llevando a sus últimas consecuencias la revolución cultural que el mismo PSOE comenzó en los ochenta sobre las bases del consenso socialdemócrata instaurado en 1978. Una revolución que persigue la subversión del orden social y moral para hacer que esa realidad tal como es y ha sido siempre sea como la caduca y nefasta ideología socialista se la imagina.
En todos estos años hemos visto como los distintos gobiernos socialistas han convertido la educación, la cultura y los valores sociales en el campo de experimentación de sus artificiales teorías mediante un proyecto de ingeniería social que poco a poco ha ido transformando España a su imagen y semejanza.
Pero si todo esto es grave, no lo es menos que tales proyectos se estén llevando a la práctica sin que ninguna fuerza política, social o cultural lo impida. Tristemente significativo a este respecto es la claudicación y abandono de la derecha política en esta crucial batalla. Como muy bien han acertado algunos en señalar (J.J. Esparza, Dalmacio Negro, González Cuevas o Alonso de los Ríos, entre otros) la derecha política ha renunciado, al menos desde los setenta a esta parte, a defender un proyecto social, cultural, de valores y principios opuestos a los de la izquierda y que tenga sus cimientos en la propia tradición conservadora europea.
Mientras asistimos a una nueva ofensiva laicista y subversiva en lo moral por parte del Gobierno; mientras la separación y ruptura de Cataluña se consuma de facto con la definitiva conversión nacionalista en estos días del socialismo catalán; mientras Juan José Ibarreche ejecuta sus planes secesionistas en las Vascongadas seguro de la inmunidad que el mismo gobierno le garantizó en la pasada legislatura con la despenalización de la convocatoria ilegal de referéndum que aprobó el último gabinete de José María Aznar; mientras el sistema educativo sigue abandonado al igualitarismo y la mediocridad; mientras la economía nacional se desvertebra (el campo, la industria, el pequeño comercio, etc.) y deshumaniza; mientras la Justicia da muestras vergonzantes de descomposición y el Estado agoniza… Mientras todo eso sucede, ¿qué hace nuestra derecha? ¿Qué hace el Partido Popular? ¡Nada! O peor aún, algo que agudamente se ha dicho aquí, llevar la contabilidad a la izquierda y sacarle las castañas del fuego cuando ésta precisa de sus recetas tecnocráticas. Don Mariano Rajoy acaba de darnos una nueva muestra de esto que digo. Con su nuevo equipo de colaboradores al frente del Partido Popular ha dado la vuelta por completo al programa que defendió durante la campaña electoral y ha mostrado una dejación inmoral e irresponsable en la defensa de las ideas que apoyaron sus votantes.
Ahora resulta que la defensa de la familia y el matrimonio estorba a sus pretensiones centristas; se “pastelea” con Educación para la Ciudadanía en varias autonomías populares como Navarra o Castilla y León; y se tacha de “asuntos que no importan a nadie” al aborto y la eutanasia. Y encima se va a La Moncloa con aires de “hombre de Estado” para regocijo de un PSOE que lo vuelve a utilizar para reparar la dañada imagen de Zapatero y no para servir a los intereses nacionales.
Menos mal que nos queda la derecha social, la rebelión cívica o sociedad civil organizada, como se le quiera llamar, que ha despertado de un excesivo letargo y constituye en estos momentos la mejor base para la reconstrucción sobre esas ruinas que nos está dejando tanta mediocridad y pequeñez de nuestras élites.