Las formas y el fondo (de Rajoy)

Zaplana, Gallardón y lo que queda en medio

Se va Zaplana y Gallardón se queda. Dos noticias que se producen justo después de la decisión de Rajoy de seguir al frente del PP. Zaplana y Gallardón representan dos estilos de hacer política y, aunque en el fondo de su discurso no difieran tanto -porque ninguno de los dos tiene un discurso con mucho fondo-, en las formas han sido diametralmente opuestos. Esa diferencia la han aprovechado los socialistas y su imperio mediático para difundir la teoría del enfrentamiento entre derechistas y centristas en el PP; teoría que tiene más de falacia que de realidad.

Compartir en:

IGNACIO SANTA MARÍA
 
Cuando Gallardón se dedica a lo suyo, sabe hacer política de la mejor, es decir, aporta aquello que los ciudadanos más necesitan: buenas infraestructuras y libertad. Sin embargo, su discurso es florido y decimonónico. Inaugura un intercambiador de autobuses y parece que ha construido un panteón de hombres ilustres. Es como Gustavo Adolfo Bécquer, pero en plan optimista. Zaplana en cambio es irónico y destructivo. Muy profesional pero poco vocacional, como tantos políticos de hoy. A veces da la impresión de que el hasta ahora portavoz del PP es una figura intercambiable con la de López Garrido, de hecho, a pesar de ser adversarios políticos, se llevan divinamente y es fácil verles muy bien avenidos en los pasillos del Congreso.
 
Al político valenciano le bastaba con leerse El Mundo por la mañana y ya tenía lista su labor de oposición. Sólo necesitaba airear los tres o cuatro asuntos más bochornosos que trajera en sus páginas este rotativo. Daba lo mismo que fuera el 11-M, la subida del IPC, la negociación con ETA, el Informe PISA o el piso de Bermejo, todo llevaba el mismo tratamiento. Lo importante era conseguir otros tres o cuatro titulares y algunos totales de televisión. La cosa era estirar esos pequeños o grandes escándalos durante unos cuantos días. Pero todo eso no cala en la conciencia colectiva si no va acompañado de una explicación; a la gente sencillamente se le olvida.
 
Una vez conocido el resultado de las elecciones, muchos ofrecen su explicación de lo ocurrido: el porqué de la victoria de unos y de la derrota de otros. Un universitario decía hace unos días que el PSOE ha ganado porque sabe hacer muy bien el marketing. Según este estudiante, las elecciones las han ganado la sigla ZP, la terminación de las palabras en ‘z’, el gesto de la ceja, los vídeos de Pepiño, etc. Me quedé muy alarmado con este análisis y sólo la columna de Aleix Vidal Quadras del pasado viernes en La Razón consiguió calmarme un poco.
 
La receta de Alejo
 
“Qué decir, qué callar, qué proponer, qué ofrecer, qué mostrar, qué ocultar, qué corbata ponerse, cómo administrar la verdad, cómo disimular la mentira (...) todo un conjunto de técnicas, astucias y recetas del que viven no pocos charlatanes manipuladores de encuestas, destacados manipuladores del humo”, denunciaba este político catalán erróneamente orillado por su partido. A renglón seguido, hacía su propuesta: “Las cosas son mucho más sencillas. Un credo sólido, rigor para analizar la realidad, precisión y sinceridad para explicarla, autoridad moral e intelectual, imagen cálida y atractiva, naturalidad y sencillez, honradez acrisolada y trabajo sin pausa son los componentes seguros del éxito”.
 
En un momento en que Mariano Rajoy está conformando su equipo de confianza para afrontar la siguiente etapa de su carrera hacia la Moncloa, debería tener en cuenta estos consejos y convencerse de que Zapatero no es un “aprendiz de brujo” o un gobernante con suerte que se mueve entre la frivolidad y la improvisación. El éxito del PSOE se debe a que aprovecha la fuerza de un gran proyecto de transformación cultural que tiene décadas de historia y que se ha cincelado en la escuela pública y en miles de productos televisivos y literarios. Es la utopía de la lucha entre el Bien moderno y el Mal retrógrado a la que sólo se puede oponer un serio trabajo cultural, no sólo político, basado en el realismo.
 
Por poner sólo algunos ejemplos: es necesario que Rajoy vaya más allá del esfuerzo y el inglés cuando se habla del problema educativo; es urgente que, cuando aborde los nuevos estatutos, no sólo se fije en las multas por rotular en castellano sino en el desafío que supone un nuevo estatalismo que invade prácticamente todos los aspectos públicos y privados de la vida de los ciudadanos; y es esencial que entre los dirigentes del PP haya una conciencia del peligro que supone Educación para la Ciudadanía como intromisión ideológica del Estado en los planes de estudio.

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar