Resaca electoral

A ZP ya le han escrito el programa

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IGNACIO SANTA MARÍA/PAGINASDIGITAL.ES
 
El voto prestado de los nacionalismos soberanistas y de la izquierda radical fue clave para la victoria socialista. El PSOE superó en las elecciones generales al PP en casi un millón de votos. Ambas formaciones aumentaron con 5 escaños cada una su presencia en el Congreso de los Diputados. Si tenemos en cuenta que los socialistas ganaron hasta 6 escaños en Cataluña y el País Vasco, hemos de concluir que las victorias del PSC y el PSE a costa de los descensos de Esquerra y el PNV fueron fundamentales para que el PSOE ganara las elecciones.
 
También fue clave el descalabro electoral de IU, formación que vio cómo más de 300.000 de sus electores se decantaban por el voto útil y daban su confianza a Rodríguez Zapatero.
 
El millón de votos de ventaja que obtienen los socialistas sobre los populares se nutre principalmente de los 800.000 que, en números redondos, han perdido ERC, IU y, en menor medida, PNV. Pero sería más exacto hablar de votos “prestados” que de votos “perdidos”. Es decir, que en un panorama de empate técnico PSOE-PP, como era el que dibujaban muchas encuestas antes de los comicios, una parte significativa de votantes de estas tres formaciones habría decidido “prestar” temporalmente sus votos para que el PSOE estuviera en el Gobierno central durante cuatro años más, entendiendo que el hecho de que Zapatero acceda a La Moncloa es la mejor garantía para que se cumplan sus reivindicaciones. Esta lectura es muy clara en el caso de los 355.000 votantes de ERC que se han desviado al PSOE. Lo más creíble es que estos electores han decidido cambiar su preferencia sólo de forma coyuntural, al tratarse de unas elecciones generales.
 
Este “préstamo” de votos supone para el PSOE un premio a Zapatero por su tolerancia a los planteamientos soberanistas en Cataluña y el País Vasco, y de la izquierda radical a la deriva laicista, al enfrentamiento con la Iglesia y a leyes como la de memoria histórica, la del matrimonio homosexual, la de investigación con células madre y la aprobación del divorcio exprés. Del mismo modo, el presidente también habría visto respaldada su iniciativa de buscar el fin dialogado del terrorismo de ETA. Quiere esto decir que son precisamente aquellas políticas más controvertidas, esas mismas que el Gobierno trató de disimular y ocultar en la última parte de la legislatura, las que le han dado la victoria a Zapatero.
 
Pero este trasvase de votos desde las formaciones soberanistas hacia el PSOE funciona no sólo como premio, sino sobre todo como encargo, de forma que esta porción del electorado le estaría pidiendo a Zapatero que culminara su proyecto de disolución del modelo de Estado y del marco de convivencia para dar paso a un modelo federal asimétrico que sirviera de trampolín para las intentonas secesionistas (por algo Carod Rovira ha puesto fecha a la independencia de Cataluña e Ibarretxe no renuncia a su plan de autodeterminación). El encargo se completaría con la exigencia de reabrir el diálogo con la banda terrorista ETA sin renunciar a ofrecer contrapartidas políticas a cambio de la paz.
 
Se podría también interpretar que los 321.296 votos “útiles” que han partido del espectro de IU para llegar a las arcas del PSOE le encomiendan a este último que refuerce su ofensiva laicista y estreche el cerco sobre la Iglesia Católica para excluirla de los espacios públicos. Asimismo estos votantes estarían dando un espaldarazo a la intromisión ideológica de la izquierda en la escuela, a través de Educación para la Ciudadanía, y un impulso a la ampliación de la ley del aborto y la despenalización de la eutanasia.
 
A partir de esta lectura política de los resultados, no es difícil imaginar cuál será la carta de navegación del nuevo gobierno salido de las urnas. Ante este panorama, se hace necesario que el PP haga las reformas necesarias para ser una fuerza de oposición eficaz que sirva de contrapeso a un proyecto contrario a la voluntad y las aspiraciones de la mitad de los españoles. Pero mucho más urgente es que, ante el estatalismo creciente que se cierne sobre la vida de los españoles, haya ciudadanos que ejerzan su libertad de forma cotidiana, no sólo como derecho al voto, sino de manera activa, constructiva y responsable, para crear alternativas que redunden en el bien común y en la buena convivencia.

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