Como continuación de su libro Eros y política —que aquí reseñamos—, Juan Abreu sigue deleitándonos con las sugerencias que despiertan a sus voluptuosos sentidos los más variopintos personajes de nuestro mundo político. Hoy, aunque sea increíble que semejante mujer le pueda sugerir algo, le toca el turno a Dolores Ibárruri, La Pasionaria que tanta pasión nos hizo sufrir.
No pensaba incluir personajes postmortem en mis eros y política, pero tratándose de Dolores Ibárruri, la Pasionaria, no me he podido aguantar. Yo he insultado mucho a la Pasionaria, hasta cagarruta gigante le he dicho, no me canso nunca de insultar a esa arpía estalinista. Que fue, dicen sus enemigos, bastante ligera de cascos. De ser cierto, es lo único positivo que encuentro en ella.
He meditado mucho sobre el eros relacionado a la señora Isadora (su verdadero nombre) y, al margen de su supuesta ligereza de cascos, lo que me ha conseguido animar eróticamente un poco es imaginarla en la situación de aquel personaje de Günter Grass, la abuela de Oscar tamborilero, que acoge bajo su falda a un fugitivo (en el caso de nuestra Ibárruri sólo podría tratarse de un torturador del NKGB o un sicario de los que enviaba Stalin a asesinar españoles), y el fugitivo acomete una serie de maniobras de acoplamiento bajo la falda de su protectora con tal eficacia que cuando reanuda la fuga la deja preñada de un pequeño y ya asesino konsomol que, en cinco minutos, nace chillando: ¡No pasarán! Pero, por suerte, pasan.
He visto fotos de Pasionaria joven y siempre tuvo esa cara de ave rapaz, lo más probable es que haya nacido con garras, me digo. Hay una foto de la Pasionaria con Fidel Castro que lo dice todo sobre la Pasionaria, fue una bruja funesta y fatídica. Lo que Reinaldo Arenas (y ahora yo) llamaba una yegua siniestra. Pero. Si hubiera sido posible meterse directamente debajo de su falda sin tener que pasar por el trance de verle la cara, o escuchar sus discursos, tal vez otro gallo cantaría, que dice el populacho. La puerta hirsuta del Paraíso es la puerta hirsuta del Paraíso, esté donde esté.
Dolores Ibárruri la Pasionaria trae a la política española la cagarruta gigante la arpía estalinista, el rostro ave rapaz, la yegua siniestra y la abuela personaje de Gunter Grass que permite maniobras eróticas bajo su falda y vomita vaginalmente en cinco minutos un pequeño y ya asesino komsomol que brama ¡No pasarán!
Pero pasan.
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