Cuando un politicucho de tres al cuarto, iletrado, narcisista y calculador alcanza ciertas cotas de poder y se convierte en figura, automáticamente desaparecen las promesas, los principios y la ideología que dice representar. Llegan las figuras y desaparece el toro, dicen los toristas. Y si desaparece el toro, desaparece la Fiesta. Exactamente lo que va camino de sucederle a nuestra, cada vez más desdichada y triste política.
Para triunfar en cualquier ámbito hay que formarse, trabajar y, con suerte, aprovechar la oportunidad que se nos brinda. O eso nos enseñaban no hace tanto. Hoy en día, lo que prima es la teoría del arrimón, del encimismo. Ya no sólo hay que arrimarse para torear o para casarse. También para llegar a la cima del panorama político patrio.
El que esto escribe entiende que existen dos tipos de arrimones: aquellos defensores de sus principios y valores —los menos— y la gran mayoría, que se arrima para, aspirando a alcanzar la sublimidad, conseguir el mayor de los ridículos, cual comedia barata. No contentos con ello, algunos cebollinos incluso repiten la faena, pareciendo que compiten por el cetro de la República de los Mentecatos.
El arrimón de mérito tiene que venir tras dominar la situación y, por supuesto, para poder con ella. Sirva el ejemplo de Isabel Ayuso en Madrid que, con más cojones que el caballo de Espartero, no sólo se arrima, sino que, si tiene que pegar un trincherazo al señor Aguado para humillarlo y dejarlo en entredicho, va y se lo pega. Y, sin miedo, se prepara para unas elecciones que, por suerte para los madrileños, se presentan esperanzadoras. Aquel que se arrima para ver qué le cae, no sólo no controla la situación que le rodea, sino que no tiene el poder ni de la suya propia. Que se lo digan a Inés Arrimadas, quien lleva casi un año arrimándose al zafio de la Moncloa esperando su trocito del pastel. ¿Qué Inés quiere la Comunidad de Madrid? No se preocupe, presentamos una moción de censura en Murcia y así iniciamos un efecto dominó para dejar vacía la poltrona que tanto ansía. Pero no contaban unos y otros que Ciudadanos aún cuenta con gente honesta y con principios que velan por aquellos que ahí los han puesto: los murcianos. Y así, Arrimadas, una vez más, ha quedado como Cagancho en Almagro.
A mayor escala, este tipo de hacer política, que podemos denominar mandanga episódica recurrente, es consecuencia de un cambio: la decadencia de la diplomacia, de sus protagonistas, sus ideales y sus principios. Cuando la política se convierte en un simple juego de naipes, y sus actores en una panda de jumentos egoístas, narcisistas, ignorantes y conformistas que sólo persiguen la zanahoria del sillón, o nos arrimamos de verdad o damos una espantá y tiramos la toalla.
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