Una de las numerosas y masivas manifestaciones celebradas en París

Las revueltas populares en Francia contra Macron

Las caceroladas no harán que Macron dimita

En la posdemocracia europea, la función del Estado ya sólo consiste en imponer los cambios que desea la oligarquía. Su función es meramente coercitiva.

Compartir en:

Primero el ilusionismo de la izquierda

La izquierda dice estar en pie de guerra contra la reforma de las pensiones emprendida por el presidente de la República, y grita "Macron dimisión". Pero ¿cómo olvidar que esa misma izquierda le hizo salir elegido, dos veces consecutivas, en 2017 y en 2022?

¿Cómo creer también en la sostenibilidad del sistema de pensiones en un país que se desindustrializa, que tiene menos hijos y que "acoge" cada vez a más inmigrantes inactivos? Son otros tantos temas sobre los que esta misma izquierda se mantiene en la negativa más obtusa, como Fabien Roussel diciendo que sería reaccionario evocar la natalidad francesa.

Y, además, gritar "Macron dimisión" no tiene sentido, salvo como forma de desahogar la impotencia política.

Macron no dimitirá. Ya lo ha dicho bien a las claras

Refugiado tras las instituciones de la V República que, conviene recordar, dan preeminencia al ejecutivo e incluso permiten al presidente de la República imponer una suspensión excepcional de la legalidad (artículo 16), Emmanuel Macron no teme ni a la calle ni a la impopularidad.

Si a nuestros ejércitos les faltan municiones, no es el caso de nuestras "fuerzas del orden", que siempre estarán ahí para proteger al poder. Y los policías y gendarmes suplementarios que se están reclutando para los Juegos Olímpicos no serán despedidos después, desde luego que no.

"La república tiene suerte, puede fusilar al pueblo", dijo desilusionado el rey Luis Felipe en el exilio.

Apostemos a que Emmanuel Macron no dudará en hacerlo, si es necesario. Los chalecos amarillos que han quedado tuertos pueden dar fe de ello.

El ilusionismo de la derecha

Tampoco es serio hacer creer que los parlamentarios van a iniciar una moción de censura contra el gobierno, o queincluso, como pretenden algunos, van a emprender un procedimiento de destitución del presidente de la República o de abolición de la ley sobre las pensiones.

Los diputados de LR [La République en marcha: el partido de Macron] o de NUPES [la alianza de izquierdas] nunca se sumarán a las iniciativas del RN [el antiguo Front National, de Marine Le Pen], cuya desdemonización sólo afecta a una parte de la opinión, no a los aparatos políticos.

Y todos ellos, más o menos contentos con sus puestos y sinecuras, no tienen en cualquier caso el menor deseo de volver ante sus electores antes de lo previsto.

Así que estas supuestas amenazas parlamentarias no preocupan al presidente de la República.

 El Estado de Derecho, vigilante del poder

También se produjo el episodio del Tribunal Constitucional y el referéndum de iniciativa compartida. Fue un bonito thriller mediático, pero, una vez más, una farsa.

Los llamados "sabios" no son juristas, sino políticos. Y el Tribunal Constitucional ha aprobado todas las medidas liberticidas tomadas durante el Covid. Con este Tribunal Constitucional, el reino de Macron no arriesga nada.

 

Por otra parte, la Fiscalía Nacional de Finanzas, tan pronta a interesarse por los asuntos de François Fillon, tiene suelas de plomo cuando se trata de investigar casos contra el presidente de la República, las cuentas de su campaña o sus ministros.

Por eso, en su discurso del 17 de abril, Macron pudo afirmar con toda serenidad que "el Estado de Derecho es nuestro fundamento".

¿Y qué si es impopular?

Es cierto que la popularidad de Emmanuel Macron y de su gobierno no es buena. Y en muchos aspectos, la reforma de las pensiones ha sido, para muchos, la iniciativa que iba demasiado lejos. Pero, ¿qué cambia realmente?

No mucho, porque en cualquier caso Emmanuel Macron no puede presentarse a otro mandato. Y se trata tan sólo encuestas, no de votaciones. En la Asamblea Nacional siempre acabará encontrando una mayoría, gracias a la izquierda y a La République en marche, cuyos diputados siempre estarán dispuestos a ir al comedero.

En cualquier caso, en la posdemocracia europea, la función del Estado ya no consiste en responder a las necesidades y expectativas de la población, sino en imponer los cambios que desea la oligarquía. Su función es meramente coercitiva.

© Polémia

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

Comentarios

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar