Una de espías

Reforma de urgencia en la CIA: que alguien tape los agujeros

  Al vicealmirante Mike McConnell le encomendó Bush la dirección de la Inteligencia estadounidense el pasado mes de febrero: la CIA y otros catorce servicios más. El marino, que ya estaba retirado, dejó un puesto muy lucrativo en la empresa privada para pasar a controlar y tratar de mejorar, y posiblemente salvar, los servicios secretos norteamericanos. Porque lo que apenas nadie contó es la situación ciertamente lamentable en que se encuentran algunos de ellos. Ahora parece que McConnell impone sus planes de reforma. Los rusos (y otros) miran con atención.

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ÁNGEL MAESTRO
 
Era un secreto a voces: los servicios secretos norteamericanos no son ni sombra de lo que fueron. Por el contrario, los medios progresistas hablan de una CIA más potente que nunca, peligrosa para la democracia norteamericana y también para las democracias europeas. Esto debe haber causado la sonrisa del SVR y del GRU rusos, porque nunca durante el último medio siglo la Agencia y los servicios de espionaje y contraespionaje americanos han sido tan penetrados como hoy por los eficaces servicios rusos.
 
¿La CIA? Un coladero
 
Un caso conocido sólo por los especialistas, pero ignorado en general, ilustra claramente esta afirmación. Cuando en 1997 George Tenet fue nombrado director de la CIA (¡el quinto en seis años!) acababa de descubrir los daños causados a la Agencia. Nombrado para la dirección de “La Granja”, centro de formación de los futuros cuadros de la CIA, Harold J. Nicholson, antiguo delegado de la CIA en Rumanía, resultó ser un agente de Moscú. Nicholson ha sido condenado a 23 años de prisión.
 
El asunto Nicholson surgió cuando la CIA aún no se había recuperado de los daños causados durante un decenio por Hazen Aldrich Ames. Como se recordará, Ames, al servicio primero del KGB y después del SVR rusos, situado en un puesto directivo de la CIA, quemó las promociones de nuevos especialistas de los años 1994, 1995,1996, 1997. Ames cobró de una Rusia entonces depauperada económicamente unos tres millones de dólares, hasta ser desenmascarado y detenido. Los servicios rusos, SVR y FSB, conocían perfectamente dónde estaban infiltrados los yanquis en todo el mundo y en qué circuitos de analistas desarrollaban su actuación. Naturalmente, los rusos descubiertos al servicio de la CIA fueron liquidados de acuerdo a los procedimientos habituales.
 
Durante la presidencia de Clinton, éste no se interesó por los servicios de información, excepto dos visitas a la sede de la CIA en Langley. Y aún más, su consejero para la Seguridad Nacional, Tony Lake, se declaró abiertamente izquierdista, como el vicepresidente Al Gore.
 
Un mes antes del nombramiento de George Tenet, uno de los oficiales superiores de los servicios, Porter J. Goss, testificó ante la comisión correspondiente del Congreso que “la mayor parte de los cuadros de la CIA eran incompetentes, faltos de experiencia, no conociendo nada de los países donde eran enviados, incluso desconociendo la lengua del país”. Goss había pertenecido a los equipos de John McCone y de Richard Helms, que, a pesar de  sombras en su labor, han sido dos de los más aceptables directores de la CIA.
 
La Agencia ha sufrido más duramente que en épocas anteriores  la penetración en sus equipos clandestinos, y también la entrada en la CIA de hombres y mujeres ajenos a la mentalidad imprescindible de los servicios secretos, sino con fines meramente funcionariales, como podían haber entrado en el departamento de Comercio o en el de Transportes.
 
Reforma de urgencia
 
Todo esto explica en parte el hecho de que el presidente G. W. Bush se haya inclinado más hacia la DIA (servicio de información del Pentágono), que hacia la CIA. Pero también en estos últimos años, los tradicionales rivales de la CIA, o sea el FBI, han sido infiltrados por los servicios rusos, como demuestra el caso del agente del FBI Robert Hansen, que para más inri llevaba trabajando diez años en el servicio de contraespionaje. Hansen, desconfiado ante la inflación, recibía los cobros de los rusos preferentemente en diamantes.
 
Con la designación del almirante McConnnel como supervisor no sólo de la CIA, sino de otros catorce servicios que forman la comunidad de inteligencia yanqui, se esperan drásticas medidas para dicha comunidad de inteligencia. Ya ha empezado a recuperar veteranos que habían dimitido hace casi dos años de la CIA, como el ex oficial de la Infantería de Marina Stephen Kappes, un verdadero profesional cual demostró en la División de Operaciones y como delegado de la CIA en Alemania. Hablando el ruso y el farsi, especialista en el próximo y medio Oriente, es un buen conocedor de los servicios rusos.
 
El retorno de Kappes, rescatado también de un lucrativo puesto en la empresa privada, en este caso en Gran Bretaña, puede hacer más difícil la labor de los eficaces SVR y GRU rusos. Por el momento, los servicios yanquis no son más que la sombra de lo que fueron.

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