Guía para perplejos

¿Pero alguien sabe de verdad qué es el peronismo?

Hay peronistas de ultraderecha y de ultraizquierda, peronistas socialdemócratas y peronistas liberales. Pero, entonces, ¿qué es el peronismo? Normal que los españoles no entendamos nada. Es famosa la anécdota de Perón cuando le preguntaron por los porcentajes en que se dividía el electorado argentino: “Un 30% son radicales, un 25% conservadores y un 15% socialistas”. “¿Y los peronistas?”, le pregunta asombrado el periodista. “Ah, no, peronistas son todos”, contestó el general.No se puede hablar de peronismo sin tener en cuenta esta anécdota emblemática. El filósofo Alberto Buela, peronista “pata negra”, nos explica la cuestión.

Compartir en:

ALBERTO BUELA


El peronismo es un fenómeno de masas que irrumpió en Argentina el 17 de octubre de 1945 para quedarse vivito y coleando por más de sesenta años. Hoy el presidente Kirchner, quien nombró a dedo a su mujer para que lo suceda, todos los días trata de seducir a algún caudillo peronista, sea intendente o gobernador provincial, para sumarlo a las filas de su nuevo partido político: El frente para la victoria. Pues sin el peronismo no podría hacer nada, o al menos, casi nada, dado que este movimiento político está, como se decía antes, inserto en el alma de pueblo argentino. Y aquí no hay vuelta de hoja.
 
El problema son los dirigentes
 
Se lo ha estigmatizado como fascismo, como socialismo, como conservadorismo, como socialcristianismo, hasta con Menem como neoliberalismo y ahora con Kirchner como socialdemocracia progresista del tipo de Zapatero. Pero el pueblo peronista sigue ahí, “irreductible al desaliento”. Y sigue peronista, esto es, los que las veinte verdades peronistas afirman. Su lema sigue siendo el mismo: “ni yanquis ni marxistas; peronistas”. Así los distintos y circunstanciales dirigentes inventan mil y una trapisondas para engañar a ese pueblo y robarle los votos. Y alguno me dirá: pero todo esto es poco serio. Sí, es poco serio. Esto es lo que hizo exclamar a Jorge Luis Borges, cuyo odio era tan grande que nunca decía la palabra “Perón”: “Los peronistas no son ni buenos ni malos: son incorregibles”.
 
El grave problema del peronismo es la dirigencia peronista, esa que hace medio siglo utiliza al pueblo a gusto e piaccere. Porque en el peronismo no existe la sanción, pues al ser un movimiento de masas tan grande, las culpas se licúan. Así hoy tenemos que los dirigentes del partido peronista de la provincia de Buenos Aires, que es la provincia que decide la elección presidencial de octubre próximo, va a apoyar la candidatura de Cristina Kirchner a la presidencia, siendo que esta mujer es tan peronista como yo soy chino. (Acaba de recibir en España a Francisco Ayala, quien no se cansó de afirmar por donde anduvo que “el peronismo es peor que el nazismo”). Otra facción del peronismo va a apoyar al candidato socialcristiano Lavagna, ex ministro de economía de Kirchner y, como si fuera poco, otra fracción del peronismo va en el apoyo de el candidato neoliberal Jorge Macri (este a la gobernación de Buenos Aires).
 
Pero, y he aquí la paradoja, el peronismo no tiene ningún candidato propio. ¿y saben por qué?. Porque los dirigentes peronistas son unos “buscas”. Es decir, actúan en función del poder de turno y las mayores ventajas, sobre todo económicas, que le pueden sacar a dicho poder. Acá no existe ningún tipo de convicción política que valga. Acá lo que existe es el uso del peronismo y su posterior colocación política como una cómoda y rentable salida laboral. ¿Y el pueblo peronista? El pueblo, “a tomar por culo”, como dicen Uds. los españoles tan graciosamente.
 
¿Hay solución?. Yo no veo ninguna y esto seguirá así por muchos años más. Lo más recomendable, aquello que realizan los pillos en sus dobleces, es crear pequeños partidos políticos que se montan en el peronismo, aprovechando su vocación de frentista, y desde allí, desde el frente político, en la época de elecciones manotear algunos cargos.
 
Lo lamentable, lo triste, aquello que verdaderamente duele es que el peronismo en tanto que teoría política posee una enjundia filosófica poco común si la comparamos con las distintas expresiones políticas contemporáneas. Pero esto nadie lo tiene en cuenta. En general, los intelectuales que se acercan al peronismo lo hacen con el mismo objetivo que los dirigentes: conseguir cargos y medrar con ellos. Por lo demás, son los clásicos pseudo intelectuales, ni siquiera reconocidos por sus pares, que sólo tienen avidez de novedades y no forman parte de ninguna tradición cultural.
 
¿Qué queda del peronismo?
 
En el año 88 el nicoleño Roberto Karaman, uno de los más lúcidos analistas políticos del peronismo, apoyado en la proposición: Un movimiento de masas semejante no sobrevive a la muerte de su conductor, sostenía que el peronismo ha muerto.
 
Diez años después, un politólogo de fuste como Horacio Cagni va a sostener algo semejante con el aditivo de que un mismo líder no sirve para dos circunstancias históricas distintas, afirmando: el peronismo es la momia anquilosada de aquello que fue.
 
Si dos hombres sagaces sostienen una misma tesis en el lapso de una década, la prudencia nos indica que conviene repensar el tema. Primero para intentar encontrar una explicación para la conducta de miles y miles de argentinos que hoy día se siguen reuniendo en torno al peronismo en actos de todo tipo, y segundo, para ver si estas afirmaciones son ciertas.
 
Creemos que está fuera de discusión que el peronismo ha sido el mito político movilizador más importante de Argentina en el siglo XX. Que tuvo diez años, 45-55, de plenitud en el poder. Que realizó una reforma social, cultural y política incompleta de la sociedad argentina. Quedó como una revolución inconclusa. Y que el retorno traumático del 73-76 y sus posteriores participaciones en el poder del Estado con Menem, 89-99, luego Duhalde y ahora Kirchner nada tuvieron que ver con la exaltación de las cuatro banderas del peronismo: la independencia económica, la soberanía política, la justicia social y el nacionalismo cultural. (Cfr. Perón, J: Proyecto Nacional, 1-5-74).
 
Existe una tesis ruín y cínica que sostiene que el peronismo ha tenido distintas máscaras: fue laborista en sus orígenes, fascista en su primer período, socialista en los setenta, socialcristiano en los ochenta con la renovación, neoliberal con Menem en los noventa y actualmente progresista con Kirchner. Los que fueron así, en todo caso, fueron sus distintos dirigentes.
 
Corresponde ahora hacer la primera distinción. El peronismo siempre fue idéntico a sí mismo, un movimiento popular antisistema, no un partido. Los que fueron distintos han sido sus dirigentes. Y juzgar a un movimiento de masas por las falencias o características de sus dirigentes circunstanciales es confundir la gordura con la hinchazón. El gravísimo problema del peronismo no es que falla como mito espurio o en su desarrollo ideológico, que, dicho sea de paso, es de los más desarrollados: hoy la meditación europea y yanqui sobre los populismos y su vigencia está obligada a repensar la relación entre gobierno, Estado y pueblo, tema axial en la ideología peronista. La grave falla del peronismo es que en medio siglo de existencia no logró crear un mecanismo de elección para que accedan sus dirigentes más genuinos. Y en este campo tiene todos los vicios de la partidocracia demoliberal burguesa y algunos más, producto de la creatividad de sus dirigentes, que han usado al peronismo como coto de caza de sus ambiciones personales.
 
En las últimas elecciones presidenciales todo indicaba que el próximo presidente argentino saldría de las filas del peronismo, como realmente después sucedió con Kirchner, pues las posibilidades de acceder al poder en Argentina sólo se dan a través del peronismo; ergo, todos somos peronistas. La idea de hegemonía político-partidaria juega aquí su carta más ostensible. Esta es la marca registrada para ser presidente que los cinco “candidatos peronistas” ambicionaban, dado que la izquierda iba a buscar la abstención revolucionaria y los conservadores el ser testimonios para recambio, del próximo gobierno peronista que seguramente, pensaban, que iba a fracasar. Pero no fracasó y, es más, la mujer de Kirchner, elegida a dedo por su marido y sin mediar ninguna elección partidaria de los propios afiliados peronistas, va a ser seguramente la próxima presidente. Y así seguirá la burra de la noria.
 
El dilema es de acero: o el peronismo cambia sus métodos para elegir a sus dirigentes, o el peronismo seguirá siendo la máquina de impedir el despliegue de la Argentina en todo su potencial. Al seguir siendo un movimiento de masas impresionante, pero sin ninguna conducción clara y definida en cuanto a los fines y propuestas, se transforma por eso mismo en una gran maquinaria esterilizadora de lo mejor que tenemos: el talento argentino en todos los dominios.
 
Al respecto decía Perón: No seamos un espejo opaco que imita, pero imita mal. Pensemos con cabeza propia. Y en este sentido es triste el espectáculo que ofrecieron nuestros candidatos: Uno quiso volver a Rousseau y su Contrato Social, otro insistió con más liberalismo, uno con más especulación financiera internacional, aquel con promesas vanas de una sociedad burguesa y este otro con el trato preferencial a la DEA yanqui.
 
¿ Si esto es peronismo, el peronismo dónde está?

Todos los artículos de El Manifiesto se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.

Compartir en:

¿Te ha gustado el artículo?

Su publicación ha sido posible gracias a la contribución generosa de nuestros lectores. Súmate también a ellos. ¡Une tu voz a El Manifiesto! Tu contribución, por mínima que sea, dará alas a la libertad.

Quiero colaborar