LORENZO YNESTALL
Lo está ocurriendo en Kosovo nos ofrece atisbos del nuevo orden internacional que parece estar emergiendo ya sobre las ruinas del antiguo sistema de Naciones Unidas, surgido de la Segunda Guerra Mundial, y de lo que ese nuevo orden puede traer para Europa.
Como es sabido, en 1999 la OTAN decidió desencadenar una operación aérea contra Serbia sin mandato de Naciones Unidas. La decisión fue tomada sobre la base de un supuesto derecho de injerencia humanitaria para evitar la “limpieza étnica de Kosovo”. Lo cierto es que la intervención internacional hizo que más de doscientos mil refugiados serbios abandonaran sus hogares en Kosovo y que la provincia serbia se convirtiera, virtualmente, en un territorio albanés monoétnico.
Los poco espontáneos incidentes de marzo de 2004 produjeron, aparte de un nuevo éxodo de población serbia, el inicio del denominado “proceso político de Kosovo” y la apertura de negociaciones para la determinación de su estatus final. Este precipitado proceso ha sido dirigido, desde principios de 2006, por el ex presidente de Finlandia, Marti Ahtisaari, y se ha caracterizado desde el principio como un diktat, en el que no había otra cosa que negociar más que determinadas contrapartidas para la minoría serbia en el nuevo Kosovo independiente. La cerrada oposición de Serbia, apoyados astutamente por Rusia, ha colocado el proceso en una situación de bloqueo que está empezando a provocar la impaciencia de los que daban por hecha la independencia de Kosovo.
Europa pagará los platos rotos
Por lo que se refiere a Europa, “la política del avestruz” que ha caracterizado a su actuación desde el principio del proceso no le evitará las consecuencias que pueden plantearse en un doble plano: en el plano jurídico y en el plano geoestratégico.
En cuanto al plano jurídico, en Kosovo estamos asistiendo impasibles al intento de desmembración de un Estado europeo soberano como Serbia, fundamentado en la peregrina base de que “Kosovo es un caso único”, y en un supuesto derecho de autodeterminación de los habitantes albano-kosovares. Esto significa que si la desmembración llega a materializarse, caerían por tierra varios principios fundamentales del derecho internacional que fundamentan el orden internacional desde 1945.
Estos principios son nada menos que el respeto a la soberanía e integridad territorial, la intangibilidad de las fronteras o las modalidades de ejercicio del derecho de autodeterminación establecidos en la Carta de Naciones Unidas y consolidados después como principios del derecho internacional general en varias resoluciones de la Asamblea General de NNUU o el Acta final de Helsinki.
Esto no es todo. Tal y como se desarrollan los acontecimientos, es más que posible que la tenaz oposición rusa en el Consejo de Seguridad de la ONU lleve a los paladines de la independencia de Kosovo, que son EEUU y Reino Unido, a tratar de empujar a sus aliados de la OTAN y de la UE al reconocimiento de la misma, prescindiendo, si es necesario, de una resolución de Naciones Unidas. Esto, en términos prácticos, vendría a significar que la independencia de Kosovo tendría como único fundamento “jurídico” el uso de la fuerza que se hizo en 1999.
A España le puede tocar de cerca
Parece claro que si el derecho de Kosovo de ser independiente va a radicar, en teoría, en su “carácter único” y en la voluntad de la mayoría de los habitantes de serlo, y en la práctica, en la superioridad militar de la OTAN, entonces hoy Europa es un lugar bastante menos seguro que ayer. Por lo que se refiere a los riesgos que esta situación plantea, para España y no sólo para ella, no es necesario extenderse mucho. A partir de ahora, cualquier reivindicación independentista será válida mientras la pida una mayoría cualquiera sobre cualquier territorio indefinido. Y cuidado con recurrir a la violencia para salvaguardar la integridad territorial de un Estado. En el mundo actual son descartables pocos escenarios, incluidos los que hasta hace poco nos parecían totalmente imposibles.
En el plano geoestratégico, la independencia de Kosovo se puede considerar un golpe definitivo al proyecto político de Europa. La creación del Estado kosovar es el puente que EEUU y Reino Unido, basándose en el elemento musulmán albanés existente sobre todo en Kosovo, la antigua República Yugoslava de Macedonia y la propia Albania, quieren tender para introducir a Turquía en Europa. La Europa mercantil, multicultural y dócil que quieren los Estados Unidos está mucho más cerca con un Kosovo independiente.
Al tiempo que EEUU conseguirá un nuevo Estado cliente en los Balcanes y, sobre todo, poder marcharse de la región para dedicar sus recursos a sus nuevas zonas de influencia en el Cáucaso y el Mar Negro, Rusia también sacará posiblemente tajada. La alianza que está estableciendo con Serbia merced al apoyo que le está prestando en la cuestión de Kosovo puede ser el instrumento que, casi un siglo después, permita a Rusia penetrar de nuevo en los Balcanes, presentándose como adalid de la causa eslava y ortodoxa en unos Balcanes dominados de nuevo por los “turcos”. No cabe subestimar el potencial que esta apuesta tiene, no sólo en Serbia, sino en Bosnia y en el propio Montenegro.
La manifiesta incapacidad de reacción que tiene la Unión Europea ante una operación de estas características en un territorio que se halla en su área de influencia, se ha manifestado en el seguidismo hacia la política de EEUU. En realidad, no es tanto que la posición de la UE sea coincidente con la de la EEUU, sino que su debilidad es tal, que el máximo objetivo que puede aspirar a conseguir es tratar de evitar que se rompa la frágil “unidad de la Unión”, y no perder la poca credibilidad internacional que le queda. No es seguro que lo consiga.
Pero la independencia de Kosovo no sólo puede quebrar la precaria unidad de la UE; el reconocimiento de una posible declaración unilateral de independencia por parte de Kosovo apartaría posiblemente a Serbia de Europa y se abriría una peligrosa brecha en la estabilidad de la región. A cambio, Europa recibiría el “regalo” de un territorio como Kosovo, una de las regiones más pobres y corruptas del mundo.