10.000 muertos al mes bajo la dictadura islámica

¿Por qué nadie habla del genocidio de Sudán?

Un genocidio se está produciendo ahora mismo y a nadie le importa un bledo. En Darfur, Sudán, la población negra (animista y cristiana) está siendo aniquilada por las milicias musulmanas. Las cifras son estremecedoras: dos millones y medio de muertos desde 1983, 600.000 de ellos en los útimos dos años; dos millones de desplazados (el 30% de la población), unos 250.000 refugiados en Chad. Sobre ese telón de fondo de limpieza étnica, un poderoso argumento: el petróleo. Y dos protagonistas: China, que apoya al régimen sudanés, y Occidente, que ha abandonado a los negros. Su suerte está echada.

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ALBERTO BUELA (*)

El silencio, como ocurrió hace doce años en Ruanda, acalla lo que viene sucediendo en la región de Darfour, ubicada en la parte oeste de la república de Sudán, la más grande de Africa con 2,5 millones de km2. y 40 millones de habitantes: se está realizando el primer genocidio del siglo XXI. 

A partir de febrero del 2003 se produjo el asesinato por masacre de más de 300.000 seres humanos por el hecho de ser negros, no árabes, y en gran medida animistas y también cristianos, por parte de las milicias armadas irregulares musulmanas denominadas “janjawids”, cuyo jefe es el scheik Moussa Hilal. El régimen dictatorial de Omar Al-Bashir, asentado desde 1989 en Kartum, capital de Sudán, es el responsable directo de una tremenda masacre que ya ha provocado la cifra de dos millones y medio de refugiados sobre una población de seis millones. Diez mil personas mueren por mes en esta masacre genocida que practican las milicias Janjawids, tribus musulmanas arabizadas, sobre la población tanto musulmana como animista y cristiana, africanizada y negra.

Un poco de historia

Lograda su independencia respecto de Inglaterra y Egipto en 1956, Sudán pasó en su breve historia por dos largas guerras civiles entre los habitantes del norte, árabes musulmanes, y los del sur, africanos animistas y cristianos. La primera, desde 1955 a 1972, finaliza cuando se firman los acuerdos de Addis Abeba, que garantizaban al sur un cierto grado de autonomía. Y la segunda empieza en septiembre de 1983, cuando el  entonces presidente Nimeiri disolvió los tres estados federales del sur e introdujo el cumplimiento obligatorio en todo Sudán de la ley de la sharia o ley moral musulmana. Termina esta segunda guerra civil en 1989 con la derrota de las fuerzas del sur y la instalación en el poder del actual mandatario Al-Bashir.

La indiferencia de la comunidad internacional y del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se debe a que el choque de intereses que se ha producido en Sudán tiene un claro ganador. Por un lado está China con su mega injerencia en el Africa del Norte en estos últimos treinta años; China se transformó el gran protector del régimen dictatorial de Kartum para vigilar sus intereses concretos, el petróleo de Sudán, que representa el 73% de los ingresos de este país. Y por otro, los Estados Unidos, el gran derrotado con su frustrada intervención militar de 1992. El repliegue del sheriff mundial en Sudán es notorio y manifiesto. Carece hoy  de interés estratégico. Sólo queda, pues, por el lado de Occidente, un disminuido jugador: Francia, que poco o nada puede hacer, a pesar del sano esfuerzo de su nuevo presidente, Sarkozy, pues sus intereses están centrados en Chad y Egipto.

De modo tal que podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que a los sudaneses del sur, los africanos negros, muchos de los cuales son cristianos y animistas, Occidente les ha soltado la mano de su historia y su fin parece ineluctable. Sólo les cabe a estas tribus un repliegue constante hacia su viejo, empobrecido y aislado reino de Etiopía, único estado no musulmán de África del Norte.

El primer genocidio del siglo XXI tiene dos responsables. Uno, mediato: la desidia de Inglaterra, Francia y EEUU en defender aquello que habían occidentalizado. Y otro, inmediato: la dictadura ejecutora que está al servicio de China.

Si lo analizamos desde la metapolítica, podemos afirmar que Occidente en Sudán le ha cedido el poder a Oriente, y esto se está pagando con la vida de los sudaneses del sur en el primer genocidio del siglo XXI.

Nos viene a la memoria la vieja enseñanza de Heródoto, el padre de la historia: Occidente puede primar sobre Oriente porque no lo destruirá, y de hecho Occidente ha llevado la iniciativa histórica del mundo y Oriente no ha sido destruido, pero el día en que Oriente prime sobre Occidente, éste perecerá.

Sería de desear que ante tanto politólogo y futurólogo suelto que vienen augurando la primacía de China para el 2050, se tenga en cuenta el terrible caso emblemático de Sudán, a fin de poder pensar sobre la realidad y no sobre lo que uno piensa que es la realidad.

(*) Centro de estudios estratégicos suramericanos

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