El Acuerdo de los 27 contado para niños (grandes)

Europa no tendrá himno ni bandera, pero le quedará Eurovisión y la Champions

España seguirá teniendo los mismos votos que antes. Será más fácil votar leyes, y habrá un nuevo cargo de nombre tan largo, que es mejor tomar aire antes de pronunciarlo. Por si fuera poco, habrá una Carta de Derechos Fundamentales para el continente con más derechos del planeta. Esos son, en resumen, los grandes logros de la cumbre de 27 países que tuvo lugar en Bruselas el fin de semana pasado. Ah, por cierto: no habrá himno europeo, ni bandera, ni Constitución. O sea, que lo único que nos unirá será Eurovisión y la Champions. He aquí noticias frescas de la Unión contadas para niños grandes.

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CARLOS SALAS

Hace más de dos años, los políticos europeos cocinaron una superconstitución que abarcaba los deberes y derechos de los ciudadanos de la Unión Europea. El texto no era para tirar cohetes, pero, ya que se había llegado tan lejos en la integración, ¿por qué no crear una Constitución Europea? Gran idea. España convocó a sus ciudadanos y votó que sí. ¿Alguien mayor de 18 años se acuerda de haber ido a las urnas, incluso con resaca, un domingo de febrero de 2005? Yo no, desde luego. Lo malo fue que meses después, Francia y Holanda, viejos lobos en el bosque europeísta, dijeron que no querían esa Constitución porque la política europeísta les parecía siempre algo muy lejano… o simplemente por fastidiar.

Atascos y empujones

Aquello se atascó hasta que, el pasado fin de semana, todos los países de la UE decidieron dar un empujoncito a una nueva Constitución. Para empezar, no se llamará Constitución (a ver si cuela así mejor y nadie se entera), sino Tratado de Reforma. Se confeccionará una nueva sopa con los ingredientes antiguos: Tratado de Roma de 1957, Tratado de Maastricht de 1992 (o Mastrique, como diría Alatriste en castellano renacentista), junto con los retoques que se hicieron en las cumbres de Amsterdam en 1996 y en Niza en 2000. Se aprobará en octubre y entrará en vigor en 2009. En resumen, no habrá ni bandera, ni himno, ni texto oficial que esté por encima de las naciones soberanas. O sea, que mientras tanto nos quedamos con Eurovisión, la Champions y va que chuta.

Pero eso no fue lo único ni lo más importante que se logró en la reunión de Bruselas el pasado fin de semana. También se revisó el sistema de votos y de vetos, se creó una nueva figura (¡viva la burocracia!), y hasta se anunció una Carta de Derechos Fundamentales, por si no fuese suficiente con las cartas de derechos que ya existen para todos los que usan Europa, la Cruz Roja, el seguro de desempleo, las subvenciones a los agricultores… Con lo bien que se vive en Europa. Pero antes de explicar todos esos detallitos, vamos a contar cómo funcionan las “cumbres”, nombre perfectamente escogido, porque quienes asisten a ellas acaban tan destrozados como si hubieran subido al Aconcagua.

La cumbre, por dentro

Para que se den cuenta de la campus party de peces gordos que se organiza dos veces por año en algún punto de la Unión Europea, baste decir que es una reunión de los jefes de Estado y presidentes de los 27 países que oficialmente forman la Unión Europea. Hace sesenta años eran dos países. Luego se le fueron uniendo vagones al tren, y si siguen así, no faltará país europeo en esa gran fiesta política dentro de unos años, de Portugal a Rusia. Los superjefes van con su séquito de ministros, secretarios y asesores, a lo que se unen cientos de periodistas de todas partes de Europa, y del mundo a veces, aunque se aburren porque no entienden la mayor parte de las cosas que se aprueban.

Los periodistas se ganan el salario de veras, pues pueden estar haciendo guardia hasta altas horas de la madrugada, incluso hasta que despunta el día, porque allí dentro, en los centros de convenciones, se está cocinando el futuro de Europa. Quienes piensen que todo transcurre en un ambiente de tolerancia y buenas maneras, están equivocados. En las cumbres de la Unión Europea, excepto tiros, hay de todo: cada país intenta salir de allí con una buena ristra de ventajas, económicas o políticas, y dado que se tiene que llegar a un acuerdo por unanimidad, al final, alguien tiene que ceder, y alguien tiene que salir ganando. Hay pullas y zancadillas, conspiraciones en los baños y en los pasillos. Unos se alían con otros para fastidiar a los de allí o a los de allá. Hay insultos. En esta ocasión Sarkozy, presidente de Francia, llamó “payasos” a los holandeses. El caso es que se negocia hasta altas horas de la noche, y el sábado pasado, los estadistas estuvieron largo tiempo reunidos en una sala del edificio Justus Lipsius, uno de los muchos que componen el centro de mando de la UE en Bruselas. Por cierto, ¿quién era Justus Lipsius? Bueno, para cultivarse un poco rápidamente, merece saberse que era un humanista flamenco que vivió en tiempos de Felipe II y el Duque de Alba, y que decía que un Estado sólo debe tolerar una religión, y extirpar a fuego y espada las otras creencias. Si lo hubiera sabido Zapatero, seguro que habría pedido cambiar de edificio. Felipe II lo sabía y por eso le daba un buen estipendio a Justus. 

El caso es que, cuando terminaron de discutir, los mandatarios europeos enviaron un sms a los periodistas: “Ya hay acuerdo”. Y los periodistas abrieron los ojos. Eran las 4:23 horas. Que no se quejen, pues en Niza fue peor. En aquella reunión en la costa francesa, en 2000, se acabó a las diez de la mañana. Algo ha mejorado, ¿no?

De Aznar a Zapatero

Entonces, el Gobierno de Aznar negoció con tal dureza que al final los socios europeos le dijeron que sí porque deseaban ir a desayunar de una vez. Y miren lo que se consiguió: que a pesar de que España tiene la mitad de la población que Alemania (40 millones de habitantes contra más de 80), nuestro país obtendría 27 votos, es decir, dos menos que Alemania ¿Cómo consiguió eso Aznar? Lo dicho: porque les dejó exhaustos.

Pues bien, uno de los grandes logros del Gobierno socialista en la Cumbre de Bruselas del sábado es que Zapatero consiguió ¡27 votos!, es decir, nada nuevo. Y lo mejor de todo es que no lo consiguió él solito (podría haber sido peor), sino que fue gracias al gobierno derechista de Polonia, país con 40 millones de habitantes. Polonia se quedó con 27, y España dijo “pues yo, también”. ¡Un respiro!

Pero Zapatero no contaba con las hemerotecas y con la memoria de algunos corresponsales. Uno de ellos recordó que cuando Zapatero llegó al poder en 2004 dijo que “el tratado de Niza estaba muerto”. De hecho, dejó de defender la fórmula de voto que favorecía a España. Claro que, entonces, era cuestión de oponerse y derrumbar todo lo que había hecho el gobierno de la derecha, se llamase Niza o trasvase del Ebro. Y ahora, en Bruselas, Zapatero defendía los logros de Niza diciendo que es una fórmula beneficiosa para España. Uuups. “Señor presidente, ¿no se llama a eso falta de coherencia?”, le dijo un periodista que trataba de reanimarse con café belga. “No: eso se llama posicionamiento político”, dijo el presi. Él sabrá.

Decisiones para todos los públicos

Sigamos. Otra de las cosas que se ha acordado en Bruselas es que hay que darle un poco de marcha a eso de votar y aprobar leyes. El gran problema de la UE es que, cada vez que se votaba, siempre había alguien que decía que no, y todo se congelaba. Ahora se ha arreglado lo siguiente: en las votaciones, quedará aprobada una ley si reúne al 55% de los votos y al 65% de la población. Las dos cosas a la vez. ¿Por qué así? Porque hay países como España y Polonia, con muchos votos, que podrían aliarse con naciones pequeñas y aprobar un montón de cosas. De modo que si no se les pone la llave de la población, aquello sería desigual. Así los grandes, como Alemania, Italia, Francia, Italia y Gran Bretaña, cada uno con más de 55 millones de habitantes, consiguen poner un candado a los más pequeños. Lo malo es que este sistema no entrará en vigor hasta el 2014, porque Polonia pensaba que le iba a afectar. Chicos listos, estos gemelos polacos que dirigen el país y que han regresado a su casa casi como héroes.

Siguiendo con tan jugoso sistema, se elimina la unanimidad en 87 asuntos. Recuerden que la unanimidad es una fórmula de voto muy bonita en la teoría, pero hasta en las juntas de vecinos funciona fatal, porque siempre hay alguien con mala leche y gastritis que no quiere pagar la comunidad, o se opone a las antenas parabólicas. En fin, antes en el Consejo Europeo (el Gobierno de la UE) había 37 asuntos en los que bastaba la mayoría cualificada para ser aprobada. Ahora ya son 87. No está mal porque entra la política de justicia e interior, cooperación criminal o judicial. En cristiano: que si antes bastaba con que un país considerase a ETA hermanitas de la caridad para que no se votase nada en contra de los criminales, ahora basta con que la mayoría entienda que son unos asesinos para jorobar a la banda.

En esta cumbre también se ha creado una cosa que tiene un nombre muy largo y elegante, a la par que distinguido: Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad. Uuuf. Es como un ministro de Exteriores. Este cargo lo sigue desempeñando un español llamado Javier Solana y que habla un inglés de Opening English antes de que quebrase la compañía. Se entiende… Desde hace mucho tiempo, Europa necesita un ministro de Exteriores. El problema es que cada país tiene su propia política exterior, de modo que el cargo, cada vez, tiene más palabras pero competencias, lo que se dice competencias, pocas.

Para compensar este cargo, se eliminan otros. Antes había 27 comisarios (a pesar del nombre de sheriff del Far West, un comisario es un ministro a escala europea). Ahora son 18. Los europarlamentarios pasan de 785 a 750. Hablando de parlamentos, esta Cumbre ha decidido que los parlamentos nacionales pueden vetar al europeo, o sea que si ya no servía de mucho, ahora menos. 

Esos son, a grandes rasgos, los logros de esta cumbre. A muchos les parecerá que todo eso es como el donut light que lanzó Panrico hace unos años, y que parecía un bollo lleno de aire. Puede ser. Pero les recuerdo lo que decía un diplomático español: “Hace sesenta años, estas reuniones acababan en guerras mundiales. Ahora, en portazos”. No está mal. Larga vida a Europa.

Post scriptum: no faltó una gran mención a la inmigración, un asunto que todos los miembros del egregio club europeo califican de “problema”. ¿Qué hacer ante la entrada de inmigrantes ilegales por pateras, barcos, autobuses y aviones? Vean la respuesta: “estudiar detenidamente la posibilidad de establecer asociaciones de movilidad así como las posibilidades de migración circular”. En resumen, descubrieron que “el empleo ilegal es el principal factor de atracción de inmigrantes ilegales”. ¿Y cómo se evita esa avalancha que ya presagió Jean Raspail en el libro El desembarco (Ed Áltera)? Todos se hacían esa pregunta y se rascaban la barbilla mientras deambulaban por el edificio, pero no miraron la cara del busto de Justus Lipsius, que parecía querer decir: yo tengo la solución.

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