Los verdaderos culpables de la tragedia de Lampedusa son aquellos que, por razones aún oscuras, declararon la guerra al coronel Gaddafi. Como he dicho muchas veces, pero es importante repetirlo, a pesar de todos sus múltiples defectos, el "líder libio" se había convertido en dos batallas clave en un socio, si es que no en un aliado:
1) La lucha contra el fundamentalismo islámico que se había comprometido a erradicar de Libia.
2) La lucha contra la inmigración ilegal procedente del África subsahariana, el Cuerno de África u Oriente Medio y que pasa por Libia. Gracias a las buenas relaciones que mantenía con el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, se establecieron acuerdos muy concretos en tal sentido, y Libia controlaba sus costas. Es importante señalar que la mayoría de los puntos de embarque libios estaban ubicados en la Cirenaica y, arruinadas por las intervenciones de la policía, las mafias dedicadas al comercio de los hombres constituyeron, junto con los islamistas, el núcleo inicia de la rebelión en Bengasi y Derna. Al intervenir para evitar que las fuerzas de Gaddafi recuperaran la región, la aviación francesa, actuando bajo las órdenes del presidente Sarkozy, les hizo un insigne favor a los comerciantes de esclavos. Hoy, éstos han reanudado su lucrativo "negocio"...
El drama de Lampedusa se explica porque Libia se halla en plena anarquía. El país has estallado en feudos tribales y milicianos. El "gobierno" no es ni siquiera capaz de hacerse respetar en Trípoli, la capital, donde las milicias luchan abiertamente entre sí. Es imposible hacer la lista de los inacables enfrentamientos que tienen lugar en el país. Sólo el sábado 5 de octubre quince soldados libios fueron asesinados al norte de Bani Walid por presuntos islamistas.
Hasta ahora, éstos se limitaban a controlar el sur de Libia y las regiones fronterizas de Níger, Chad y Sudán. Ahora, sin embargo, regresan al norte para enlazar con sus "hermanos" que controlan una gran parte de la Cirenaica y las alturas de Jebel Akdar en el interior de Benghazi. Y lo más importante es que los islamistas han tomado el control del comercio trans-sahariano, es decir, el de los emigrantes, con los que se financian.
Uno de los resultados de la intervención francesa en Malí ha consistido en obligar a los traficantes a abrir nuevas rutas hacia el Mediterráneo, pues se redujeron las redes criminales trans-saharianas de África Occidental. Como ya no se puede tomar el principal eje por el que la cocaína de América del Sur (desembarcada en Guinea Bissao) se transportaba a través de Malí hasta los puertos del Magreb, los traficantes han cambiado sus redes desplazándolas a Libia, donde ya no hay Estado. Ahora el tráfico se hace a través del eje Nigeria-Níger-Libia.
Ahora bien, desde el norte de Nigeria con Boko Haram a Bengasi y Derna, todo el tráfico, incluido el de drogas y el de emigrantes, es controlado ahora por los islamistas.
En lugar de decir a los europeos quiénes son los traficantes que lanzan al agua las penosas cargas de seres humanos que llegan a las costas europeas, los medios de comunicación, ayudados en gran medida por la Iglesia (para la cual cuanto más lejos está el prójimo más parece tener que ser amado), se dedican a culpabilizar a las poblaciones que sufren tales desembarcos.
El drama de Lampedusa nos lleva directamente a la novela de Jean Raspail, Le camp des saints [traducida en español como El desembarco]. Este libro profético (data de 1973) describe la implosión de las sociedades occidentales ante el desembarco de miles de inmigrantes ilegales llegados en barcos basura. Inmigrantes ilegales ante los cuales todas las instituciones se hunden a causa del etnomasoquismo de las "élites" europeas, rezumantes de gazmoñería y desorientadas por un sentimentalismo ante el que sucumben tanto la razón como hasta los instintos vitales.
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