“Ola azul” en las legislativas francesas

Los resultados de la primera vuelta de las legislativas francesas del domingo pasado han confirmado la dinámica muy favorable a la derecha. A pesar de la bajísima participación -la más baja desde 1958: la abstención rondó el 40%-, los más triunfalistas hablan ya de una verdadera ola azul, incluso de un tsunami. Con el 46% de los votos (2 puntos más que hace cinco años), los candidatos de la mayoría presidencial, que son la UMP y sus aliados del “nuevo centro”, están a la cabeza de 330 circunscripciones.

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ARNAUD IMATZ

De los once ministros-candidatos, siete tienen la mayoría absoluta en sus distritos. Los otros deberían salir elegidos el domingo que viene sin mayor dificultad. Sus adversarios figuran muy lejos: 27,73% el Partido Socialista, 7% el MoDem del centro, 4,29% el Frente Nacional, 4,29% el Partido Comunista, 3,41% los trotskistas y 3% los ecologistas. Con el juego de las alianzas y el de los desistimientos, se prevé entre 405 y 445 escaños para la UMP y sus aliados, 1 a 4 para el MoDem, el nuevo partido del demócrata-cristiano Bayrou; 100 a 140 para el Partido Socialista, 6 a 12 para el PCF y ninguno para el FN. El fracaso de las izquierdas es rotundo, el declive del FN duradero, la UMP afirma su absoluta hegemonía.

Desde hace más de diez años, la derecha francesa tiene un potencial electoral del 60% y la izquierda del 40%. Mitterrand se impuso con el Partido Socialista, pero lo hizo gracias al apoyo de los comunistas (entonces tenían el 20% del electorado). Hoy, la UMP y Sarkozy triunfan gracias a la captación del electorado del FN, una estrategia eficacísima que Chirac nunca quiso ni pudo implementar. En cuanto a la bajísima tasa de participación (apenas un 60% comparado al 83% de las presidenciales), tiene dos explicaciones: el desánimo de los electores del PS y del PCF y la desmovilización de los simpatizantes tanto de la extrema izquierda como del FN. Sabiendo que el modo de escrutinio mayoritario los condena irremediablemente al papel de figurantes, los electores de los partidos extraparlamentarios se quedaron en casa.

¿Quienes son los futuros diputados de la UMP que van a respaldar el proyecto de cambio y ruptura del presidente Sarkozy? En su inmensa mayoría son, indudablemente, los mismos que apoyaron el inmovilismo de Chirac. Pero para hacerse una idea concreta de sus "nuevas" sensibilidades y convicciones, conviene recordar los ejes del programa (mas de 570 propuestas) que los afiliados del partido adoptaron el 26 de noviembre pasado. Bien se sabe que, durante los cuatro últimos meses de su campaña electoral, Sarkozy se alejó (por lo menos en sus discursos) del neo-liberalismo mostrándose cada día más nacional-populista. Una inteligentísima estrategia que resultó ser la clave de su éxito. Pero por eso el tono del proyecto legislativo de su partido, la UMP, elaborado meses antes, resulta bastante más moderado. De cuño claramente liberal-conservador, no contiene los mismos llamamientos contra las deslocalizaciones o por la moralización del capitalismo financiero.

Sin embargo, el programa de la UMP afirma también los valores de paz, laicidad, justicia, ecología, trabajo, mérito, respeto, responsabilidad, iniciativa y confianza. Critica la ilusión de compartir el trabajo para luchar contra el paro. Lamenta que Francia sea el país de la OCDE donde menos se trabaja. Condena el angelismo de cara a la preocupante situación de los suburbios de la grandes ciudades. Denuncia la impotencia de la justicia frente a la delincuencia, la multiplicación de los derechos frente a la creciente puesta en duda de los deberes, la autocensura frente a la realidad de la inmigración, el igualitarismo en lugar de la igualdad de oportunidades, la nivelación por abajo en lugar de la valoración del éxito, la generalización de la beneficencia en lugar de la recompensa del esfuerzo y del mérito, el centralismo en lugar de la responsabilidad local, la permanente intervención del Estado en lugar de la iniciativa privada, el constante aumento tanto de los impuestos como del empleo público y de la deuda pública en lugar de la reforma de la administración y de la evaluación de las políticas públicas, la denigración del pasado en lugar de la construcción del futuro, la puesta en tela de juicio de la Nación en lugar de su afirmación en una Europa potente, la hipocresía en lugar del valor y de la verdad, etc.

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