El vídeo del discurso de Ada Colau ante la Comisión de Economía en el Congreso de los Diputados, celebrado el pasado martes, aparece en toda la prensa despertando un acalorado debate de apoyos o descalificaciones. Colau es la representante de Afectados por la Hipoteca (PAH) y en su comparecencia apasionada en la que llegó a proferir varios insultos, queda latente también su emoción en el llanto perceptible de quien se siente herido e impotente ante una injusticia y es tratado arbitrariamente por los que ostentan el poder.
La noticia no tendría nada de reseñable y sería una más del drama diario que se vive en España a causa de la crisis económica, sino hubiera sido por la polémica y críticas desatadas en torno al discurso de Colau en varios medios y en el mismo Congreso por recurrir al ataque directo con palabras muy duras para los oídos de tan respetable comisión parlamentaria… Queda demostrado una vez más que en nuestras sociedades y en los distintos ámbitos de las mismas se puede actuar de cualquier manera irresponsable y zafia, pero no se puede ni se debe enunciar nada con claridad, ya que lo que cuenta no son las acciones sino la palabra “ecuánime”, y llamar las cosas por su nombre, dejando de lado tanta hipocresía, efectivamente es un “delito mayor”. A quien se solivianta por una injusticia, al que se deja arrastrar por la ira o el dolor, se le llama débil, puesto que hay que ser comedidos para tener razón. Puro conductismo.
Lo que resulta más curioso aún de esta noticia es quienes son los que acusan a Ada Colau de ser de izquierdas por defender la dación en pago. Habría que recordar a estos señores banqueros, políticos, economistas y demás jauría que “to give the house back to the bank” es una práctica llevada a cabo durante décadas en Estados Unidos, sin que acarree responsabilidades jurídicas ni haya que rasgarse las vestiduras por ello ni destrozar personas para toda la vida. Estados Unidos es el país del libre mercado por excelencia y a nadie se le ocurrió acusar a otro de ser de izquierdas, o estar en contra de la sociedad de mercado por favorecer la dación en pago de la hipoteca.
Quizás el error en el discurso de Ada Colau es no querer admitir la responsabilidad individual que implica tomar una hipoteca, culpando solamente a las instituciones financieras. Ciertamente a nadie se le puso una pistola en el pecho para adquirir dicho compromiso, pero, salvo esto, el resto de su discurso es tremendamente legítimo, honesto y sincero. No se trata de izquierdas o de derechas, igualitarismo o clasismo, solamente de algo tan sencillo y, a su vez tan difícil, como ser justos.
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