Sin por ello volver a los desafueros comunistas

¿Dejará China de seguir el modelo occidental?

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Fuentes chinas de toda solvencia a las que ha tenido acceso este periódico, afirman que el modelo occidental puede haber empezado a decaer en China, país que estaría empezado a dejar de mirar fascinado lo peor de este modelo para plantearse la posible superioridad de su propia cultura. Ese concepto de superioridad respecto a los “bárbaros extranjeros” constituyó una constante del pensamiento chino durante siglos, e incluso en sus momentos más duros el régimen comunista, profundamente opuesto en tantos aspectos a la tradición cultural china, no dejaban de plantearse soluciones específicamente chinas.

Desde hace unos treinta años, superadas las crueldades totalitarias del maoísmo, y pese a mantenerse un sistema político basado en el control ideológico y político ejercido por el Partido Comunista, comenzó a experimentarse la bien conocida transformación económica, cuyas gigantescas proporciones han dado origen a la tercera (y dentro de muy poco segunda) economía mundial.
En lo relativo al sistema financiero, antes de producirse la actual crisis, China confiaba por completo en el sistema monetario occidental y no en el suyo propio. El régimen de Pekín llegó incluso a invitar a bancos y compañías de seguros extranjeras a que invirtieran en sociedades de propiedad estatal, a fin de tener alcance, de esta forma, a las más modernas técnicas occidentales de gestión.
Pero la crítica situación de la economía mundial, con quiebras de gigantescas entidades financieras —tanto bancos como aseguradoras, fondos de inversión, gigantes del automóvil y empresas de los sectores más variados— parecen fomentar la existencia en China de importantes corrientes favorables a alejarse del modelo económico occidental, temiéndose que el mismo provoque graves y casi incontrolables problemas en el país.
Fuentes chinas oficiales —no se trata, pues, de rumores, especulaciones o fantasías periodísticas— señalan la preocupación existenteen los círculos de poder chinos ante las consecuencias de la crisis y la aparición de problemas hasta ahora desconocidos. Es tal la magnitud de la actual crisis, que el aparato financiero occidental, dominado por ese dios laico denominado “Mercado” cuya mano invisible todo lo regularía, empieza a parecerse a un gigante con pies de barro. En cualquier caso, su pretendida gran capacidad de gestión sana y segura ha saltado hecha añicos.
Al descubrirse la gigantesca estafa de Bernard Madoff, ex presidente del Nasdaq estadounidense, y a la que se han sumado otras estafas menores más, el régimen chino encontró en ello un poderoso argumento que oponer a las acusaciones de permanente corrupción existente en China. Altos jerarcas han transmitido a la población (por medio de publicaciones oficiales, es decir, con el total respaldo del partido y del gobierno) la idea de que la superioridad del modelo occidental ha quedado puesta en entredicho. Si desde la proclamación de la República por el Dr. Sun Yat-sen en 1912, y aún antes, desde finales del siglo XIX, tras la derrota ante Japón en 1895, la “mirada” hacia Occidente siempre había constituido algo fundamental para la China moderna, ahora parece como si esta idea estuviera empezando a modificarse sustancialmente.
Tras la conquista del poder por el Partido Comunista en 1949, Mao Tse-tung confió en la Unión Soviética, en aquella época bajo la cruel tiranía de Stalin, convencido en la superioridad del modelo comunista sobre el capitalista. Posteriormente, tras las desastrosas consecuencias de la “revolución cultural” que tan inmensos daños causó a China, y muerto Mao, Teng Hsiao Ping (Deng Xiaoping en la grafía moderna),el verdadero forjador de la China moderna, Pekín volvió su mirada a los Estados Unidos y a su concepción económica de las cosas.
En 1997, antes de que estallara la crisis financiera de los mercados asiáticos, el gobierno de Pekín se comprometió a implantar para el año 2000 el cambio libre de la moneda nacional china, el renminbi. Sin embargo, dicha crisis financiera le hizo comprender al régimen chino que una moneda sometida a la libertad de cambio podría recibir importantes ataques por parte de los especuladores extranjeros. Además, la libre entrada y salida de capitales originaría sensibles fluctuaciones económicas, con sus consiguientes problemas sociales y políticos, como había ocurrido en Indonesia, Tailandia y Corea del Sur.
Desde entonces la idea del libre cambio del renminbi quedó archivada, con lo cual también se debilitó en gran medida el influjo del modelo económico occidental. China no se apartó por completo de dicho modelo, pero no se sometió a la presión norteamericana en materia de tipos de cambio. Los dirigentes chinos consideran que la actual crisis financiera ha creado algo similar, pero con consecuencias mucho más graves. La crisis asiática de 1997 puso de relieve la fuerza de la economía occidental, pero ahora, afirman los responsables chinos, los propios Estados Unidos se encuentran sumidos en una crisis evidente, y su fuerza antaño casi todopoderosa ya no es reconocida universalmente.
¿Significará todo eso que China seguirá su camino por cuenta propia? Esto es algo que ya preocupaba a los estudiosos chinos hace años, cuando creían que el modelo estadounidense podría impulsar la reforma. Ahora este modelo ya no es tan firme ni mucho menos, y China se ve en la necesidad de hacer frente de forma más independiente a los desafíos existentes. Es posible que, pese a todo, los Estados Unidos acaben saliendo del actual marasmo económico, pero los dirigentes chinos se preguntan: ¿cómo y cuándo? El órgano oficial del gobierno y del partido, el Diario del Pueblo, se pregunta explícitamente cómo debe actuar China en la actualidad. Dicho órgano reconoce que, por ahora, no hay una respuesta definida, pero considera que los ciclos de un siglo parecen estar tocando a su fin.

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