La proyección exterior de la nueva Rusia

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¿Cuál es la orientación de la actual política exterior de Rusia? ¿Qué pretende al enviar su Armada a aguas iberoamericanas? ¿Acaso ejercer el dominio sobre el mundo, como lo pretendiera antaño la Unión Soviética? ¿O busca, por el contrario, otros objetivos? Tales son las cuestiones que, con un lenguaje inusualmente claro y contundente, abordó el embajador de la Federación Rusa en España, Alexander Kuznetsov, en una reciente intervención efectuada en la sede de la Representación de la Comisión Europea en España.

Desde el inicio de su carrera diplomática, Kuznetsov es un experto en temas de Iberoamérica, asuntos que le han interesado siempre de modo especial, habiendo sido profesor de Relaciones ruso-iberoamericanas en la universidad de su país. Por ello se refirió extensamente al interés de la política exterior de su patria en las relaciones con el continente suramericano, donde Rusia tiene un gran interés en la extensión de las relaciones comerciales, con motivaciones abiertamente económicas y sin ningún interés ideológico, a diferencia de las mantenidas por la extinta Unión Soviética.

Ésta es una de las razones por las qué no pueden admitirse las suspicacias que se expresan por la presencia de la Armada rusa en aguas centro y suramericanas, la cual es un reflejo de la situación económica de Rusia, la cual ha posibilitado, al cabo de bastante años, que su narina efectuara maniobras a larga distancia. Durante esos años anteriores de caos y de penuria, la situación económica le impedía a Rusia tener cualquier tipo de proyección exterior. Ante las suspicacias de Estados Unidos por la presencia rusa en América, Kuznetsov señaló lo absurdo de esa doble postura que, por otra parte, considera normal la presencia de buques norteamericanos en aguas del Mar Negro.
Rusia forma parte de la nueva BRIC: amplísimo y ambicioso proyecto multinacional, integrado por Brasil, Rusia, India, China, que agrupa a enormes fuerzas productivas y a una masa enorme de la población mundial.
Señaló el embajador que, mientras que la Unión Europea adoptaba una actitud sido más comprensiva, de la OTAN hacía todo lo contrario respecto a la intervención rusa destinada a salvaguardar Osetia y Abjasia de la agresión georgiana, intervención que impidió una verdadera “limpieza étnica” de esos pueblos. Por primera vez en bastantes años tras el desplome de la Unión Soviética, existe en Rusia un innegable estado de opinión a favor de la intervención rusa en el Cáucaso, que ha aglutinado a la población en la respuesta dada frente a la agresión georgiana.
Comentó la abierta hostilidad basada en el desconocimiento de cierta parte de la prensa española hacia cualquier tema ruso en general, bien sea la intervención en el Cáucaso, las diferencias con Ucrania respecto al suministro del gas, la presencia naval y aérea en el Caribe, etc. Todo obedece a la no superación de un complejo que pesa como una losa sobre la mentalidad de algunos medios informativos: la de actuar y comportarse como si aún existiera la Unión Soviética. Este complejo impide la visión objetiva de la realidad.
La Unión Soviética pertenece al pasado y resulta un sofisma de grandes proporciones equiparar a ella a la nueva Rusia, la cual actúa como potencia en defensa de sus intereses nacionales, como potencia económica y también potencia militar, pero sin ningún afán ideológico de dominio.
Donde se mostró aún más claro el embajador fue al referirse al deseo de ampliar la OTAN a los países de la antigua órbita soviética, no ya las repúblicas bálticas, sino a Ucrania y Georgia; o constituir el escudo antimisiles en Polonia y Chequia. No se trata en absoluto de responder a ninguna amenaza, sino de expresar la hostilidad hacia Rusia, a la que se considera como la heredera de la Unión Soviética, vengándose de tal modo contra un enemigo derrotado al que hay que humillar.
 

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