Venezuela en la encrucijada

Sembrar el petróleo, ese "excremento del diablo"

«Excremento del diablo» es una expresión utilizada aquí por los críticos que culpan a la dependencia del petróleo como causante de los males que afectan a Venezuela. La frase, como tantas, no deja de ser ingeniosa, producto de un lamento crítico, pero como muchos productos del magín humano, excesiva, aunque excusable porque expresa el sentimiento de frustración que se esgrime para referirse al mal uso que se ha hecho de la explotación de una riqueza envidiable para tantos países. Colosal paradoja, si se compara el potencial creador de riqueza y bienestar en contraste con el agudo problema de la pobreza crítica que afecta a importantes sectores de la sociedad venezolana.

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CARACAS. 14-11-2008.- No le falta razón a don Reynaldo García Cárdenas, lector de mi análisis anterior acerca de la coyuntura venezolana cuando nota la falta de un comentario en el que —afirma— debe abordarse la hipótesis de un descenso del barril de petróleo, aproximándose a los 50 dólares. Como esta circunstancia ya se está dando, y la caída desde los 140 en que llegó a situarse es un hecho, resulta ineludible abordar el tema de consecuencias nada halagüeñas para Venezuela

Al inicio de la andadura de Hugo Chávez en la presidencia de Venezuela, un ex presidente de Colombia, Ernesto Samper, al observar las primeras soflamas revolucionarias del caudillo bolivariano, expresó que no le temía al Chávez con popularidad alta y el barril de petróleo en escalada, pero que le preocupaba mucho un descenso relevante de ambas. Esta hipotética previsión del estadista colombiano está teniendo cumplimiento en estos momentos y la preocupación es extensible en toda Venezuela, tanto en la parte de ésta que sigue fiel a su líder como en la que se enfrenta a él desde una oposición fragmentada pero que avanza en llegar a acuerdos de unidad con un solo propósito: frenar la deriva del régimen actual venezolano hacia un modelo calcado al carbón del que impera en la Cuba a la espera del inevitable desenlace vital de Fidel Castro.
«Excremento del diablo» es una expresión utilizada aquí por los críticos que culpan a la dependencia del petróleo como causante de los males que afectan a Venezuela. La frase, como tantas, no deja de ser ingeniosa,  producto de un lamento crítico, pero como muchos productos del magín humano, excesiva, aunque excusable porque expresa el sentimiento de frustración que se esgrime para referirse al mal uso que se ha hecho de la explotación de una riqueza envidiable para tantos países. Colosal paradoja, si se compara el potencial creador de riqueza y bienestar en contraste con el agudo problema de la pobreza crítica que afecta a importantes sectores de la sociedad venezolana.
Sembrar el petróleo
Como un ritornello se ha repetido en Venezuela uno de los consejos incumplidos que de haberse llevado a cabo hubiera situado al país entre los más prósperos del mundo dado su potencial yacente. Tiene su origen en un angustioso editorial publicado en un diario caraqueño, Ahora, el 14 de julio de 1936. «Sembrar el petróleo», que era su título, venía a definir la agricultura como «economía reproductiva y progresiva», mientras que a la minería la consideraba como «economía destructiva» en su condición de recurso no renovable. Su autor, Arturo Uslar Pietri, que pudo haber pasado a la historia como augur de brillantes perspectivas económicas y sociales para Venezuela, ha quedado como el notario que ha dado fe del desmesurado uso de recursos que convirtieron al país en arquetípico rentista.
Lejos de corregir esta excesiva dependencia del petróleo, en lo que va de revolución bolivariana que debería llevar a Venezuela al «socialismo del siglo XXI», se ha acentuado hasta el punto de que en estos momentos las exportaciones de hidrocarburos constituyen el 94 por ciento del total. La casi absoluta decadencia de las actividades económicas tradicionales ha enrumbado al país hacia una existencia progresivamente parasitaria.
 La frase con que Uslar Pietri resumía esta dependencia parasitaria podía resumirse así: «El petróleo no es ni una cosecha ni una renta, sino el consumo continuo de un capital depositado por la naturaleza en el subsuelo». La idea de «sembrar el petróleo» podía definirse como el desarrollo de una política destinada a evitar el paulatino deslizamiento hacia el «parasitismo»
Una secuela inevitable de la economía rentista, precursora de la corrupción, fue señalada así por Uslar: «El verdadero mal, el mal casi irreparable […] está en que […] se ha pervertido, Dios sabe hasta que profundas fibras, el sentido de la economía en el pueblo venezolano. Se le ha enseñado, en todas sus capas sociales, a desdeñar el trabajo por el maná, a pensar en términos de magia y no de contabilidad, a perder la noción de los precios, de los costos y del equilibrio económico […]» Y remataba: «Se ha perdido la noción de lo que es una vida económica normal y se ha hecho casi imposible volver a ella […]»
La joya de la corona
PDVSA (Petróleos de Venezuela, S. A.), la empresa estatal que maneja la planificación, producción y comercialización de los hidrocarburos extraídos del subsuelo venezolano, no ha sido ajena a los cambios operados en el país desde la llegada de Chávez al poder. De cierta autonomía que gozaba hasta ese momento, circunstancia que le permitió situarse entre las más importantes empresas petroleras del mundo, ha pasado al absoluto control gubernamental, y sus funciones han sido ampliadas a actividades ajenas a la estrategia que debe imponerse toda empresa a fin de beneficiar a sus accionistas, en este caso al tenedor absoluto que es el Estado.
Con un ingreso promedio de 100 dólares barril, los vientos han sido favorables para PDVSA, a la que se le asignó un papel al margen de su función primigenia: por ejemplo la financiación de actividades asistenciales como mercados populares destinados a ofrecer productos de la cesta básica a precios subsidiados. Por otra parte, esta bonanza ha permitido a Chávez utilizar los fabulosos ingresos de estos últimos años para con mano dadivosa acrecentar su prestigio utilizando el petróleo para alcanzar su pretendida posición de liderazgo iberoamericano.
Sin embargo, la perspectiva de un descenso de los precios del barril obligará al Gobierno a efectuar ajustes drásticos. Entre éstos, podría verse obligado a poner fin a la generosidad con que Chávez favorece a Cuba, Nicaragua, Bolivia, Argentina, Uruguay y Caribe en general para comprar el liderazgo frente al Imperio.
En la recta final de un proceso electoral
Un agudo observador del comportamiento de Hugo Chávez en la recta final de estas elecciones, que en circunstancias normales no trascenderían del rango administrativo, pero que el presidente bolivariano está convirtiendo en plebiscitarias al imponerse en un papel de prima donna absoluto, sostiene que éste se encuentra seriamente desequilibrado y es incapaz de darse cuenta de lo que dice. En las páginas de Tal Cual, Teodoro Petkof llega a la conclusión de que Chávez «pareciera padecer una seria patología psicológica conocida como disonancia cognoscitiva. La realidad va por un lado y él por otro». El comentario de Petkof  proviene de la actitud asumida en defensa de los candidatos oficialistas a alcaldes y gobernadores, caracterizada por una estrategia electoral basada en la crispación del clima político, el recrudecimiento de la polarización acompañada por un lenguaje brutal y la abundancia de insultos y tergiversaciones. «Mafioso», «imbécil», «desgraciado» se han convertido en palabras de uso corriente por parte de Chávez para descalificar a los más destacados candidatos de la oposición que se enfrentará a él el próximo 23 de este mes.
La estrategia impuesta por Chávez en esta campaña no encuentra oposición en sus más inmediatos seguidores, propensos al aplauso incondicional, lo que no impide que desde sectores afines incluso al PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela) la crítica al borde de la disidencia se abra paso en premonición de una fisura en el chavismo de impredecible desenlace.
La exagerada interpretación de encuestas amañadas por el Gobierno para infundir optimismo ante la inmediata convocatoria electoral bien pudiera describirse como silbar en la oscuridad para darse valor.

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