Recordemos que Alemania ha acogido desde 2011 cerca de 780 000 sirios que habrían huido a la vez del régimen de Bachar el-Assad y de los islamistas del ISIS. Que algunos de ellos puedan volver de vacaciones a su país de origen prueba, sin duda, que la situación ya no es para ellos tan peligrosa y empuja a preguntarse sobre las verdaderas razones que les empujaron a solicitar el estatus de refugiado.
Hay que tener en cuenta que esas vacaciones se pagan con el dinero de las ayudas percibidas en Alemania. Se comprende entonces que el ministro del Interior quiera tranquilizar a la población sobre el uso del dinero público. Aunque, en la actualidad, solo se queda en el peldaño de la amenaza. En Francia, ¿habría refugiados que, percibiendo ayudas sociales, estarían viajando también a Siria en concepto de vacaciones? El ministro del Interior, si quiere parecer serio, debería investigar rápidamente este punto.
“Si un refugiado sirio pasa regularmente sus vacaciones en Siria, no puede afirmar que sufre persecución en ese país. Debemos anular su estatus de refugiado”, ha dicho Horst Seehofer a la prensa. Con mucha razón, aunque tenga un interés político. Ha explicado que la oficina alemana para la inmigración estaría siguiendo de cerca los desplazamientos de esas personas que disponen del estatus de refugiado. Pero cabe esperar que estas almas protesten contra esta discriminación.
Este asunto revela, si lo dudábamos todavía, hasta qué punto la cuestión de la inmigración en Alemania es un problema económico antes de ser un problema humano. La generosidad en el pasado de Angela Merkel se explica sobre todo por el déficit demográfico y por la necesidad de recurrir a una mano de obra extranjera, muy barata a ser posible. La concesión del derecho de asilo es legítima cuando se está realmente perseguido, pero hacer pasar consideraciones económicas como si fueran actos de solidaridad es una gran hipocresía.
Acabamos de saber también que una de las últimas decisiones del gobierno de Theresa May fue quitar su nacionalidad a un yihadista británico-canadiense, un joven de 24 años, detenido en Siria. La razón fue que era “un medio para parar la amenaza terrorista que plantean individuos muy peligrosos y mantener la seguridad en el país”, indicó el portavoz del gobierno británico, mientras que Canadá expresó que estaba “decepcionado de que el Reino Unido hubiera tomado esta medida de forma unilateral para descargarse de sus responsabilidades”. En ese caso también la decisión no estaba exenta de segundas intenciones pero, por lo menos, tenía el mérito de haberse llevado a cabo.
¿Quién sabe si el gobierno francés no se ofuscará con estos ataques a los derechos humanos? En este ámbito como en otros, incapaz de tomar decisiones claras, navega entre dos aguas corriendo el riesgo de, para no enfadar a nadie, acabar enfadando a todo el mundo.
Traducción: Esther Herrera Alzu.
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