¿Qué hay detrás de estos disturbios?

La sombra del Tibet oscurece los Juegos Olímpicos de Pekín

Lo ha reconocido el propio primer ministro chino, Wen Jiabao, en las sesiones de la XI legislatura del Parlamento chino: los disturbios ocurridos en Lhasa, la capital del Tibet, pueden afectar en su imagen internacional a los próximos Juegos Olímpicos de Pekín. Existen sin embargo opiniones contradictorias en cuanto al papel del Dalai Lama en los fuertes motines de Lhasa. El Gobierno chino quiere responsabilizar al líder budista de este conflicto, tanto más grave en un momento en que Pekín afronta su mayor operación de imagen a escala mundial.

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ÁNGEL MAESTRO
 
Por un lado, están los que señalan abiertamente al dirigente tibetano: el Dalai Lama habría sido rebasado por los elementos más duros, quienes buscan abiertamente el enfrentamiento con Pekín, conscientes de que una alteración del orden con muertos y heridos puede suponer un golpe considerable, con repercusiones internacionales, a los esfuerzos económicos y de todo tipo realizados de cara a dichos Juegos por el gobierno chino para presentar a la opinión pública mundial la imagen de una nueva China.
 
Conforme a otras versiones, el Dalai Lama no habría autorizado tales desmanes, considerando que la reacción de Pekín supondría un duro golpe para los habitantes autóctonos del Tibet. Hay que recordar el predominio ejercido por la etnia “han” –china- en todas actividades tibetanas, y considerando que cualquier provincia con mayoría “han” dispone de mayor autonomía que la oficialmente autónoma región del Tibet.
 
La versión china
 
Según fuente tan autorizada como el primer ministro Wen, en base a hechos y evidencias, ha sido la camarilla del Dalai Lama quien  ha organizado e incitado los motines. Wen defendió la actuación de las autoridades locales y la policía armada ante el vandalismo destructor de viviendas, edificios oficiales, escuelas, automóviles y comercios propiedad de chinos, con muertes ocasionadas por los manifestantes.
 
El Gobierno chino ha seguido en los últimos años con respecto al Tibet una táctica con dos facetas a la vez. Una de control  político y otra de desarrollo económico, de la que es un buen ejemplo el reciente ferrocarril Qinghai-Lhasa (el de mayor altitud del mundo, con su punto culminante a 5.070 metros). El desarrollo económico y los beneficios derivados del mismo, acusan los separatistas tibetanos, ha beneficiado a la población “han”, pues resulta innegable la tradicional habilidad y laboriosidad china en todo el mundo para el comercio.
 
A su vez, el gobierno de Pekín puede haber impulsado de esta forma la sinización, con una creciente influencia “han” en las actividades tibetanas, erosionando de esta forma, sin recurrir a la violencia, al independentismo tibetano. Ello ha originado resentimiento entre cierta parte de la población tibetana autóctona, no sólo entre los monjes budistas, preocupada por la creciente sinización del territorio y la disminución paulatina de los sectores de la población susceptible de independentismo, creyendo que con el paso del tiempo las tradiciones y estilo de vida tibetano quedarían reducidas a mero folklore.
 
Observadores internacionales señalan la diferencia de flexibilidad del gobierno chino en casos como los de Hong Kong y Macao, con la del Tibet. El nuevo vicepresidente chino, estrella política con gran futuro, Xi Jinping, en días pasados ha alentado los logros de la región autónoma de Macao.
 
Lo que parece cierto a la luz de los acontecimientos es que los disturbios tibetanos han sido coordinados de cara a crear incertidumbre e inquietud con respecto a los Juegos Olímpicos, como parece con los disturbios acaecidos en regiones distantes del Tibet. Por ejemplo los ocurridos en el distrito de Aba, en la provincia suroeste de Sicuani, con asaltos a oficinas gubernamentales y tiendas,  por agitadores al grito de “independencia para el Tibet”. O en otra región distinta, cual la provincia de Gansu, al noroeste de China, con los mismos gritos e idénticos actos de saqueo y vandalismo.
 
Asimismo, exiliados tibetanos en la India han promovido protestas, y en general la repercusión ha sido considerable en todo el mundo. El actual presidente chino y secretario general del partido comunista, Hu Jintao, conoce bien el problema, pues antaño fue el dirigente del partido y del gobierno  en el Tibet, donde en ocasión de los graves disturbios ocurridos en 1989, y con el consentimiento de Pekín, proclamó la ley marcial.
 
Los máximos dirigentes del partido comunista y del gobierno, a pesar de la posible repercusión internacional negativa que pudiera tener sobre los Juegos Olímpicos, han manifestado inequívocamente que no permitirán a los independentistas tibetanos sus actividades secesionistas destinadas a dividir China, reiterando que ya desde tiempos inmemoriales el Tibet es parte inalienable de China.

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