Quien cierre los ojos, no conocerá la paz

¿Estáis preparados para la próxima guerra?

Sólo aceptando la guerra podrá llegar la paz. Un investigador italiano ha lanzado el debate: las guerras existen y hay que aceptarlo. Las sociedades occidentales, sin embargo, cierran los ojos al viejo “si vis pacem, para bellum”. El libro de Salvatore Santangelo Las lanzas rotas (“Le lance spezzate”) actualiza y lleva hasta los debates más actuales los fundamentos teóricos de la guerra en toda la cultura occidental. Santangelo reflexiona desde la guerra del siglo XXI, de su percepción social, intelectual y mediática, de su inclusión en el imaginario colectivo y de su relación esquizoide con la ideología única de la modernidad, en un mundo ya globalizado. Porque la guerra existe, y quien hoy quiera gobernar tiene que saber cómo afrontarla. Algo que Aznar aprendió a su costa con el conflicto de Irak.

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Aurelio Padovani
 
Nos cuesta admitirlo, porque la corrección política contemporánea pesa mucho. Sin embargo, así son las cosas: desde que el hombre es hombre y mientras dure este mundo, la guerra será parte de la realidad. Realidad terrible, majestuosa o cruel, pero realidad innegable con una singularidad: cerrar los ojos ante ella, negar su existencia, sólo la hace más dura. Algo que ya había explicado en términos jurídicos Carl Schmitt y que analizó dentro del pensamiento español, entre otros, Álvaro D’Ors. Algo que algunos en nuestra época tratan de negar o de evitar, con causas y consecuencias que describe en este reciente libro el investigador italiano Salvatore Santangelo.
 
Salvatore Santangelo es un joven doctor cisalpino, que se ocupa de una materia habitualmente árida como es la teoría de las ideas. Sin embargo, quizás por su perfil político activo (es dirigente de Azione Giovani, la rama política de Alleanza nazionale, el partido de centroderecha liderado por Gianfranco Fini), ha conseguido elaborar un texto que actualiza y lleva hasta los debates más actuales los fundamentos teóricos de la guerra en toda la cultura occidental, así como una amplia gama de experiencias y de imágenes. Porque la guerra existe, y quien hoy quiera gobernar tiene que saber cómo afrontarla en un escenario cambiante, algo que Aznar aprendió a su costa con el conflicto de Irak.
 
Hablar con naturalidad de un hecho que acompaña trágicamente toda la historia humana puede parecer heterodoxo o transgresor. Sin embargo, Santangelo se arriesga a reflexionar sobre lo prohibido, precisamente porque, como él mismo sugiere en distintos puntos de su texto, olvidar la guerra, relegarla a la categoría de pecado innombrable, verla con repugnancia y miedo como quien contempla un espectáculo ajeno se está demostrando en estas últimas décadas el mejor camino para que la guerra se haga inhumana, no para que desaparezca.
 
Santangelo reflexiona desde la guerra del siglo XXI, de su percepción social, intelectual y mediática, de su inclusión en el imaginario colectivo y de su relación esquizoide con la ideología única de la modernidad, en un mundo ya globalizado, unificado, mundializado, en el que cada vez menos caben las diferencias de antaño. La globalización no ha implicado el final de la guerra, sino la universalización de las misma, y que la guerra deje de tener límites.
 
Estamos, según comprobamos con la lectura de este libro breve y sugestivo, que lamentablemente aún no ha sido traducido al español, ante una realidad paradójica, una de tantas de las que acompañan nuestra época pero quizás las más grande y grave. Por una parte la guerra se niega y se oculta, y se considera en todo caso un mal que puede y debe evitarse y anularse para siempre: un Paraíso terrenal de paz, o al menos de no-guerra. Por otra parte, asistimos a una cantidad sin precedentes de guerras grandes y pequeñas, guerras que además son combatidas sin límites morales con medios a su vez técnicamente ilimitados. ¿Ha bastado que convirtamos la guerra en “pecado laico” para hacer que la guerra, en vez de retirarse de nuestra vida, se haga incontrolable?
 
Dominar la guerra
 
La respuesta de Santangelo une las noticias de la actualidad con las reflexiones más clásicas sobre el hecho bélico. Si la lógica dominante condena la guerra a la desaparición, y hace de cada guerra un crimen contra la humanidad, nada más lógico que combatir esa guerra sin piedad, porque el enemigo no lucha por unas ideas o por unos intereses contrarios a los nuestros –como ha sido desde que el mundo es mundo- sino que es un enemigo de la Humanidad y de la Paz. Schmitt ya explicó cómo hacer del Enemigo el portador del Pecado convertía la guerra en una lucha, sin fin y sin reglas, entre el Bien y el Mal, destinados a no poderse encontrar jamás. Santangelo lleva a nuestra época, con ejemplos brillantes y acertados tanto de las noticias de actualidad como de la ficción contemporánea (literatura, cine, juegos), el mismo razonamiento. La guerra existe aunque no queramos mirarla, y negar su existencia es tanto como negar la dignidad del enemigo, lo cual le niega cualquier derecho e implica escenas de insólita e ilimitada crueldad como las que cada día contempla en sus pantallas una sociedad educada para creer que nunca más habría una guerra que le afectase.
 
Santangelo es, seguramente, demasiado duro para el lector medio, pero no escribe para él. Este libro conviene a quien no tenga miedo de asumir que no existe una Paz eterna y perfecta, y que pretenderla aquí y ahora sólo hace de la guerra una pesadilla eterna. Recordar cómo han vivido y cómo han pensado la guerra nuestros antepasados más o menos lejanos puede ser duro, ciertamente, pero siempre será más duro que la guerra nos sorprenda sin saber lo que ellos supieron: que la lucha es parte de la historia de todos los pueblos, y que los que no quieran aceptarlo tendrán que resignarse a desaparecer.
 
La guerra, las guerras, no son un accidente en la historia de los hombres, ni tampoco por tanto de los europeos. Es una parte esencial, una parte de nuestra naturaleza humana, pecadora si se quiere pero inevitablemente así hasta el fin de los días. Podrá evitarse una guerra o un conflicto, pero no todos ni siempre; podrá derrotarse a un enemigo porque los nuestros –sí, los nuestros- luchen mejor, con más suerte, mejores jefes o mejores armas, pero los enemigos son, como nosotros, hombres.
 
Y ahí está la mejor lección que conviene aprender a través de Santangelo: luchar contra otro pueblo, otro ejército, otra fuerza, no convierte al enemigo en un inhumano merecedor de todos los males, así como no convierte la batalla en un juego sin reglas, sin límites y sin obligaciones. Santangelo quiere contribuir a actualizar una vieja tradición que hoy está en peligro pero que por nuestro propio bien debemos preservar y revivir: porque si algo sabemos desde el 11 de septiembre de 2001 es que la paz es un bien escaso, frágil y perecedero. Este libro merece, además de una lectura reposada, una pronta traducción al español.
 
Salvatore Santangelo, Le lance spezzate [Las lanzas rotas], Nuove Idee – I quaderni di Imperi, Roma, 2007.

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