Jean Raspail, ¡Presente!

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Este sábado 13 de junio ha fallecido en París, a los 94 años de edad, el novelista Jean Raspail, esta especie de profeta de nuestra disolución. En el año 1973, cuando sólo estaba en sus albores el gran movimiento de invasión masiva de Europa que, mucho tiempo después, se conocería como la Gran Sustitución, Jean Raspail tuvo la clarividencia absoluta de ver lo que estaba sucediendo y a lo que nos estábamos encaminando.

Publicó en aquel año el libro Le Camp des Saints, que mucho tiempo después sería editado en español por Ediciones Áltera (actualmente Ediciones Insólitas) con el título de El desembarco. Se habla en él de la llegada a las costas mediterráneas de Francia de un destartalado barco cargado hasta los topes con miles de hacinados inmigrantes asiáticos y africanos. Desembarcados éstos, acabarán haciéndose con el poder y promoviendo la Gran Sustitución de culturas y poblaciones ante la desidia y la complicidad tanto de la población europea como de las autoridades civiles, militares y eclesiásticas.

 El libro constituyó en el momento de ser publicado un extraordinario éxito tanto en Francia como en Estados Unidos, habiéndose llegado a vender 500.000 ejemplares del mismo. Hace pocos años Jean Raspail reincidió publicando en  Francia una nueva edición con un prólogo en el que subrayaba que la legislación aprobada mientras tanto en nombre de la biempensancia políticamente correcta hacía que el libro fuera perseguible ante los tribunales por un montón de delitos. Ningún fiscal ni ninguna asociación de promoción del racismo antiblanco movió, sin embargo, ni un solo dedo. 

Amar y defender la identidad propia implica amar y defender la identidad del Otro. Pero cada uno en su lugar

Conviene subrayar, al rendir homenaje a Jean Raspail, su dimensión de gran viajero amante y defensor de la alteridad cultural. Lo prueban tanto sus abundantes viajes a lo largo de toda América para descubrir y defender las poblaciones indígenas amenazadas por la modernidad, como los libros dedicados a dichas poblaciones y en particular a las de Patagonia.

¿Es ello contradictorio con su defensa de la civilización blanca amenazada por la invasión de poblaciones extraeuropeas? ¡No, todo lo contrario! Amar y defender la identidad propia implica amar y defender la identidad del Otro. Pero cada uno en su lugar, cada uno afirmándose a sí mismo y respetando al otro, lejos muy lejos del gran mejunje en el que todas las razas, etnias, civilizaciones y culturas se diluyen absorbidas en la gran papilla mundialista.

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