Una investigación académica ha revelado que para el 2027 los blancos ingleses serán la minoría étnica en Birmingham. Lo decía valientemente el columnista del Daily Telegraph Simon Heffer. Valientemente, pues en este país, donde la tensión racial está a flor de piel, es un tabú hablar desde esa perspectiva, aunque sea objetivamente. Ya le costó su puesto de Secretario de Estado a Enoch Powell por su discurso clarividente “Ríos de Sangre” en 1968. Enoch fue malinterpretado, opina Heffer. Enoch tenía razón, aseguran muchos.
CURZIO MALATESTA/LONDRES
España, Francia, Australia y Nueva Zelanda son los destinos elegidos. Se van a vivir y a morir a otros países. Y no se trata de bohemios cosmopolitas, ni ricos excéntricos, sino de gente de a pie, obreros, taxistas, tenderos, funcionarios públicos retirados… y la única conexión con su país que mantienen es la reconstrucción virtual del mismo, que hacen en el nuevo y soleado paraje, la lectura de los periódicos nacionales, y la visión igualmente de sus canales de televisión favoritos. No quieren dejar de ser ingleses, ni británicos. Solo quieren estar con los que son como ellos, y lo tienen que hacer en el extranjero, porque en su país no les dejan.
Ocurrió en América en los 60, durante la “lucha por los derechos civiles”: los blancos de clase trabajadora y media abandonaban las ciudades, desarmados moralmente y acosados por la demagogia de los movimientos radicales y la hipocresía de la administración. En Gran Bretaña, en concreto en Inglaterra, la esquizofrenia social comenzó allá por los 60. Cuando la cantidad de inmigración venida de países de la Commonwealth empezó a notarse drásticamente en muchos núcleos urbanos. En el corazón de la democracia parlamentaria europea… Liberté- Egalité-Fraternité… Derechos Humanos… Y encima: un 68 francés que se olía en el ambiente, y que no era sólo francés. Todo lo necesario para estar con los pantalones bajados ante la gran violación que se avecinaba.
Ríos de Sangre
El sábado 20 de Abril de 1968, el entonces secretario de estado para la salud, John Enoch Powell, daba un discurso en Birmingham en el que advertía de los peligros de la inmigración masiva y de una mala gestión de la misma, y urgía a una acción administrativa inmediata para proteger el futuro de los ciudadanos. El discurso de Mr Powell fue tan claro en detalles como comprometido en conclusiones, por lo que le costó su puesto. Dicho discurso pasó a la historia del tabú publico titulado “Rivers of Blood”, en relación con la siguiente cita del mismo:
Mirar al futuro me llena de inquietudes; como aquel romano, me parece ver “el río Tiber espumeante, saturado de sangre”.
Los disturbios raciales se han sucedido desde los 60 en Inglaterra, siendo el último notorio las revueltas asiáticas del 2001, en las que se hizo famoso el apaleamiento de un veterano de la Segunda Guerra Mundial de 76 años por tres jóvenes asiáticos, sin que mediase provocación, además del asalto de locales y a personas blancas.
Los atentados terroristas del 7 de Julio de 2005, además de todos los complots desarmados a partir de ahí, y las tensiones desatadas desde entonces, subyacen bajo la superficie de “todo va bien mientras la economía vaya bien” y la farsa multicultural. Mientras, el integrismo islámico es la nueva balsa para la lucha ideológica racial y de clase (de los inmigrantes asiáticos y africanos pobres), so-pretexto moral y religioso.
Una sociedad rota por la multiculturalidad
Uno ve a esos muchachos que mueren o quedan mutilados cada poco en Irak o Afganistán, la reacción de sus familias y sus camaradas ante lo peor y piensa: esta nación es envidiable. Recordemos el caso del soldado de Droyslden (Manchester) Neil “Tony” Downes, tan joven como tantos otros, pero con el excepcional recuerdo de su carta testamento. O a esos granjeros y gente sencilla del interior, siempre de sonrisa sobria, humor incomprensible y conversación casual sobre el tiempo, que jamás maldicen su suerte, pues no es muy británico el quejarse.
Sin embargo hay que mirar en las ciudades. Y en las páginas de sucesos de sus periódicos. Muchachos negros que ni siquiera tienen aún carné de conducir, en bicicleta, persiguen a sus adversarios de otras bandas con pistolas semiautomáticas. Hay barrios en los que se practica la ritual ablación de clítoris… Una joven es violada y descuartizada por su padre y su tío, por “deshonrar” a su familia saliendo con un chico…
Y aparte de los sucesos más o menos frecuentes, más o menos anecdóticos, está la situación del anteriormente conocido como nativo (hace 50 años), o sea el inglés, el blanco, el que tiene que medir sus palabras y su comportamiento para no ofender a unos extraños, de tercera generación, porque aún se están integrando. O eso, o caerá sobre él todo el peso de la ley. En algunos Centros de Empleo, la posibilidad de encontrar un funcionario blanco e inglés es tan remota como la de que se celebre una corrida de toros en Alaska.
Ahora sabemos con certeza, gracias al Doctor Robert Putnam, que es la diversidad la causa más importante de desvinculación del individuo con la vida pública y de la comunidad.
No es extraño, que tras el declive de fuerza moral y cultural de Occidente, sumado al fenómeno de la inmigración masiva con elemento disolvente, crezca el desarraigo
y todo lo que ello lleva consigo.
Las soluciones de Brown y Cameron
En nuestra crónica sobre el caso Putnam, recordábamos que el Primer Ministro Británico, Gordon Brown, ya propuso en sus tiempos de Canciller la idea de involucrar a los jóvenes en la actividad cívica y revigorizar tanto en ellos como en todos los ciudadanos la idea de lo que significa ser británico. Y ¿qué significa ser británico?, se preguntaba la mayoría, a lo que Mr Brown respondía con una lista de virtudes éticas: juego limpio, tolerancia… y una serie de abstracciones infumables para el hombre de a pie, que está dispuesto a aguantarlo casi todo, mientras que no se le tome el pelo abiertamente.
Ahora Mr David “discurso flexible” Cameron (Dave para los amigos y Tories irreverentes hartos de sus juegos) habla de un servicio nacional de seis meses, pagado, para jóvenes, en los que se incluye actividad deportiva e instrucción militar, además de ayuda a organizaciones caritativas y de cuidado del entorno. Un proyecto atractivo presentado de la mano del boxeador británico musulmán (orgulloso de su origen pakistaní) Amir Khan.
Las predicciones de Enoch Powell se han ido cumpliendo. ¿Podrá el marketing de la nueva ciudadanía con la realidad? Y ¿qué hacer en el resto de Europa, en los países donde aún hay solución? ¿Esperar a que no la haya? Claro que para solucionar un problema, primero hay que reconocer que existe. Los británicos empiezan a reconocerlo públicamente a duras penas y con matices, después de haber estado cavando su tumba durante 50 años.